Banderas desgarradas
El secesionismo ha abandonado las dos banderas de uni¨®n, que son la 'senyera' y la europea
Primero fue la senyera, la bandera de la unidad y de la continuidad, abandonada en favor de la estelada, signo de secesi¨®n y de ruptura. Ahora es la bandera europea, el s¨ªmbolo de los 30 a?os de paz, prosperidad y estabilidad que hemos conocido desde que los catalanes nos convertimos en ciudadanos plenamente europeos con la integraci¨®n de Espa?a en la Uni¨®n Europea en el a?o 1986. El independentismo ha abandonado las dos banderas de uni¨®n en favor de las banderas de la secesi¨®n; una de repente, el d¨ªa en que el nacionalismo decidi¨® emprender el camino desconocido; y la otra poco a poco, a medida que ha ido defini¨¦ndose y deshacer las ambig¨¹edades respecto a la unidad europea.
Se ha hablado mucho de la mutaci¨®n soberanista pero muy poco del viaje desde un europe¨ªsmo ferviente y casi inocente, que no se cuestionaba nada, hasta la actual divergencia respecto al proyecto europeo, f¨¢cilmente identificable con las reticencias, escepticismos e incluso fobias que otros movimientos pol¨ªticos, especialmente populistas, tambi¨¦n han desarrollado.
En el origen, era un europe¨ªsmo casi orgulloso y exhibido como diferencial respecto al resto de Espa?a, legado de la invenci¨®n pujolista sobre los or¨ªgenes carolingios de la vieja naci¨®n medieval, como si fuera la m¨¢s europea de las tierras hisp¨¢nicas. De esta aproximaci¨®n imaginada sal¨ªa una especie de ecuaci¨®n: Europa apoyar¨ªa primero al derecho a decidir en un refer¨¦ndum y despu¨¦s la adhesi¨®n autom¨¢tica del nuevo Estado dentro del Uni¨®n Europea.
No fue as¨ª, sino que fue exactamente lo contrario. Las instituciones europeas y los estados socios no apoyaron a ninguno de los episodios del proceso, ni se prestaron a hacer de mediadores como suger¨ªan y deseaban los dirigentes independentistas. Por el contrario, qued¨® bien explicitada la aversi¨®n europea hacia la ruptura con la legalidad. Qued¨® demostrado que Europa es un espacio de derecho, un territorio donde la vigencia y el respeto a la regla de juego, herencia remota del derecho romano, se ha convertido en motor de la propia unidad entre los pueblos y los ciudadanos. Y este derecho, mal les pese a algunos, tiene su fundamento en los estados de derecho de cada uno de los socios que lo conforman y lo construyen, cediendo o compartiendo sus soberan¨ªas.
Europa no nos dec¨ªa tan solo que hab¨ªa que hacer las cosas dentro de la legalidad, sino que hab¨ªa que hacerlas siguiendo las reglas y costumbres hist¨®ricamente aceptadas por todos, lo que se ha denominado el m¨¦todo comunitario, que consiste fundamentalmente en compartir soberan¨ªa y en cooperar multilateralmente, todo lo contrario de la separaci¨®n de soberan¨ªas y de la unilateralidad. Es un m¨¦todo que tiene un contenido pol¨ªtico e incluso moral: nadie debe terminar vencido. La cooperaci¨®n significa que todos los gobiernos ayudan y no se obstaculizan ni se derriban unos a otros, todo lo contrario tambi¨¦n de lo que han hecho los gobiernos catalanes desde 2012. Es el win win, opuesto a la suma cero del secesionismo, con el que la independencia ser¨¢ siempre una p¨¦rdida para Espa?a, del mismo modo que se representa el mantenimiento del estatus quo como una p¨¦rdida insoportable para Catalu?a.
A la hora de imaginar el papel de Europa en relaci¨®n al proceso independentista no se puede olvidar el origen del m¨¦todo comunitario como respuesta institucional a la enemistad hist¨®rica entre franceses y alemanes, que les llev¨® a tres guerras en menos de un siglo, dos de las cuales mundiales. Lo que Europa nos dice silenciosamente es que nada sacar¨¢n los catalanes independentistas si aportan una querella con Espa?a de la misma entidad que la querella nacionalista que opuso a franceses y alemanes desde 1870 hasta 1945.
Las leyes del refer¨¦ndum y de la transitoriedad jur¨ªdica de los d¨ªas 6 y 8 de septiembre, el refer¨¦ndum unilateral del 1 de octubre, y la declaraci¨®n unilateral de independencia del 27 de octubre nos distanciaron totalmente de la idea europe¨ªsta y del m¨¦todo europeo. Lo hicieron claramente al romper la legalidad y actuar unilateralmente, pero a¨²n lo hicieron m¨¢s contundentemente con el contenido abiertamente populista e incluso autoritario de la rep¨²blica dise?ada por las leyes de transitoriedad, sin divisi¨®n de poderes, con clara sujeci¨®n del judicial al ejecutivo y con subordinaci¨®n del parlamento a una asamblea o foro popular.
La ¨²nica comparaci¨®n europea que permiten estas iniciativas son las experiencias de la extrema derecha en el poder en Polonia y en Hungr¨ªa, actualmente en conflicto con la Comisi¨®n Europea y con los principales socios que son Francia y Alemania. El oto?o caliente catal¨¢n no ha sido pues una buena tarjeta de presentaci¨®n de cara al reconocimiento y admisi¨®n en el club.
Las actuaciones de los tribunales belgas y alemanes en relaci¨®n al euro orden han podido crear un espejismo entre los independentistas. Si desde el punto de vista de los intereses de la defensa de los dirigentes procesados se trata de peque?as victorias indiscutibles, desde el punto de vista de la construcci¨®n europea son solo una demostraci¨®n de las deficiencias del espacio europeo de justicia e interior, y en concreto del euro orden, que los 27 deber¨¢n corregir si quieren avanzar.
Con el nombramiento del nuevo presidente hemos entrado en una nueva fase, a¨²n m¨¢s inquietante. Las ideas y los dichos de Quim Torra, el presidente designado por Puigdemont y aprobado por la CUP, pertenecen exactamente a lo que la Europa unida ha combatido desde su fundaci¨®n en los a?os 50. La Uni¨®n Europea se ha construido contra las ideas xen¨®fobas, supremacistas y racistas, y m¨¢s concretamente contra personajes como los hermanos Badia o el fundador de Nosotros S¨®lo, Daniel Cardona, personajes admirados y homenajeados por el presidente Torra.
La dolorosa y pol¨¦mica intervenci¨®n en los Balcanes en la d¨¦cada de los 90 se hizo para combatir los nacionalismos excluyentes. Todo lo que se hace en Bruselas va dirigido a que los nacionalismos excluyentes, empezando por los alemanes y los franceses, no vuelvan a incendiar el continente. Ya no es cuesti¨®n de legalidad, de m¨¦todo y de modelo de Estado, sino de valores democr¨¢ticos y liberales fundacionales del proyecto europeo. Del europe¨ªsmo original que luc¨ªa el independentismo en tiempo de Artur Mas no queda nada, solo las banderas desgarradas y abandonadas en medio de la calle.
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