El Kanka: Sabidur¨ªa de lo espont¨¢neo
El malague?o encandila en La Riviera con una colecci¨®n de p¨ªldoras tiernas, guasonas y optimistas que ya se han aprendido todos
¡°Estoy contigo por tu olor, no por tu perfume¡±, reitera uno de los m¨¢s recientes estribillos de El Kanka, que su parroquia ya se sab¨ªa anoche como si llevara siglos circulando. Y puede que en eso mismo radique, ahora que caemos, el encanto primordial de este muchacho. La suya es m¨²sica sin afeites, esplendor carente de maquillaje, la sabidur¨ªa brava de lo espont¨¢neo. Y cala m¨¢s a¨²n que los aguaceros despepitados de estos d¨ªas. No necesit¨¢bamos sangre sure?a para cobijarnos anoche en ¡®Andaluc¨ªa¡¯, coreada con fervor. Y hasta el m¨¢s f¨¦rreo seguidor naranja se sentir¨ªa identificado con ¡®S¨ª que puedes¡¯, donde el malague?o emple¨® el ukelele para el hermanamiento universal.
No sabemos c¨®mo se las apa?a, pero este Juan G¨®mez tiene el don de escribir canciones tan emotivas y directas que se nos prenden en la memoria tal que enredaderas, las imaginamos escritas desde muchos a?os atr¨¢s y nos engatusan como una andanada de flechazos. Ser¨¢ el humor, la bonhom¨ªa, el hechizo personal o esa aureola suya de hombre que cae en gracia, pero el bueno de Juanillo propici¨® ayer una alborozada catarata de arrumacos y sonrisas en La Riviera, repleta con la excusa de escuchar por vez primera los contenidos de ¡®El arte de saltar¡¯. Cuarto disco ya, y los que le queden, porque en estos a?os no ha parado el malague?o de ganar adeptos ni de afianzar una escritura que irradia ingenio y no se alimenta solo de glorias y estropicios sentimentales (?albricias!) como carburante argumental. Sin exclusiones, conste: ¡®Para quedarte¡¯ y ¡®Qui¨¦n me mandaba a m¨ª¡¯, que ayer sonaron de forma consecutiva, son sendos tratados de ternura en forma de estrofa, puente y estribillo.
A G¨®mez no le gusta el f¨²tbol, como advierte en un c¨¦lebre autorretrato musical (¡®Ll¨¢mame fino¡¯), as¨ª que no le import¨® fijar un estreno en fecha suicida. Resultado: llenazo con dos meses de antelaci¨®n. Y fervor sin disimulos. Se nos plantific¨® El Kanka con corbata, camisa azul y la barba en retirada, tal que un chavea modosito, pero la sagacidad, el reflejo r¨¢pido y la piller¨ªa siguen a buen recaudo. ¡°Ya nos recortan bastante desde arriba como para privarnos nosotros de los hidratos¡±, argument¨® antes de hincarle el diente a ¡®A dieta de dietas¡¯.
En el fondo, ¨¦l es un chico sensible pero ¡®echao p¡¯alante¡¯, como demostraban sus inyecciones de coraje con ritmo ternario (¡®Tienes que saltar¡¯, ¡®Volar¡¯). Mira cada vez m¨¢s El Kanka a la herencia latinoamericana, pero su buen hacer, esa manera de que parezca f¨¢cil lo que tiene mucho m¨¦rito, no sabe de fronteras. Como los gui?os en ¡®A desobedecer¡¯, que acaba con una cita de ¡®I will survive¡¯ despu¨¦s de que se haya colado sibilinamente una frase ?del himno del PP! O el final colectivo de ¡®Desde lejos¡¯, con todos los m¨²sicos erigidos en ¨¦mulos de una comparsa gaditana. A El Kanka le falta todav¨ªa un disco incontestable, definitivo, menos sujeto a la recolecci¨®n de g¨¦neros. Solo con muy buenos argumentos puede un artista impartir casi dos horas de matraca y que el tiempo transcurra en un suspiro.
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