Barcelona y Teruel
Puigdemont quiere ser, junto con Wifredo el Velloso y Jaime I, uno de los tres grandes personajes de la historia de Catalu?a
El problema pol¨ªtico de Catalu?a que vivimos ahora tiene un trasfondo tan claro como olvidado en muchos comentarios que deber¨ªan tener mayor calado. Los datos nos los ha dado a conocer la prensa estos d¨ªas atr¨¢s. Son las noticias opuestas de dos capitales de provincia espa?olas. Una de ellas, Barcelona, se ha situado a la cabeza de Europa en organizaci¨®n de grandes eventos internacionales habiendo incluso, desbancado a Par¨ªs. Otra, Teruel que, por el contrario, clama por que se saque a su provincia de la profunda desertizaci¨®n que la destruye.
Importante contraste ciertamente, pues mientras en Barcelona son 720 los habitantes que hay por km2, en Teruel solo hay 9. Con un abismal poder diferencial de influencia de imposible correcci¨®n. El discordante dato, sin embargo, no es tan importante como el hecho de que no se trate de dos situaciones aisladas sino que cada una de ellas ejerza de polo en m¨¢s amplias geograf¨ªas. Barcelona se siente gu¨ªa de unas provincias en las que su estilo emprendedor y creativo se repite. Me refiero a las provincias que existen en las comunidades de Catalu?a, Valencia y Baleares. Ello no tiene que ver con la pluralidad ideol¨®gica de sus poblaciones. Estoy hablando exclusivamente, del hecho constante y sonante del crecimiento y del progreso.
Teruel, aunque inconscientemente, viene a ser como el polo l¨ªder de unas veinte provincias, y parcialmente de otras m¨¢s, en creciente despoblaci¨®n. Polo que muestra por d¨®nde puede avanzar con el tiempo, la corriente demogr¨¢fica.
El hecho no puede menos que tener unas grandes consecuencias en la organizaci¨®n del pa¨ªs. Son rasgos de dos realidades: un desarrollo de grandes proporciones en sentido creciente junto a un atraso cr¨®nico tendente a la mayor degradaci¨®n. La zona desarrollada muestra su pesada molestia de tener que convivir dependiendo en parte, de una comunidad que tiene, entre sus rasgos esenciales, el de la decadencia. Y es explicable que quiera modificar su relaci¨®n con ella.
?En qu¨¦ sentido? ?Fraccionamiento independentista? ?Creaci¨®n de cocapitalidad del Estado? ?Tenemos ya elementos suficientemente profundos para decirlo? Los l¨ªderes que encabezan las dos tendencias Puigdemont y Rivera son catalanes. Es cierto que entre ese mar interior de vac¨ªo al que nos venimos refiriendo surge Madrid con rasgos demogr¨¢ficos superiores a los de Barcelona. Pero est¨¢ rodeado de un amplio cintur¨®n de despoblaci¨®n que empieza desde sus mismos dinteles y llega a Lugo, a Huesca, a Albacete, a Huelva. Un ¨¢rea de 287.963 Kmts2. en la que, la ciudad m¨¢s grande, Zaragoza, solo consigue elevar la densidad de su territorio provincial a 55 habitantes por Km2. Espa?a debe reestructurarse de nuevo. Son los hechos los que lo piden. No queremos a?adir nada a la realidad que por s¨ª misma se impone.
?C¨®mo se sit¨²an frente a tal situaci¨®n los dirigentes pol¨ªticos? Unos quieren conservar la convicci¨®n que sintetizaba nuestra historia con aquel aforismo tantas veces repetido ¡°Castilla hizo a Espa?a¡±. Y desde dicho n¨²cleo roque?o extienden la defensa de una Constituci¨®n inm¨®vil, a la ley, a los tribunales, a la administraci¨®n. Sienten la decidida necesidad de quedarse parados en el tiempo. No caen en la cuenta de que la corriente de la historia seguir¨¢ impasible su caminar.
Otros, por el contrario, en lugar de confiar en que la ola de la historia les lanza necesariamente hacia adelante aunque evidentemente, a su paso y con grandes matices, quieren correr demasiado e imponer desde hoy su soluci¨®n. Puigdemont ambiciona ser, junto con Wifredo el Velloso y Jaime I el Conquistador, uno de los tres grandes personajes de la plurisecular historia de Catalu?a.
La realidad global de un conjunto es m¨¢s importante que el deseo personal o grupal. Quererla sustituir por un af¨¢n no deseado por una mitad nos empeque?ece. Son los pensadores, los intelectuales imparciales quienes deben buscar el camino m¨¢s profundo que el devenir hist¨®rico nos marca y que pueda satisfacer a una amplia mayor¨ªa.
Ante los movimiento sociales que ahora contemplamos, no debemos encresparnos. Todo lo que hay se viene cociendo desde muy atr¨¢s. Cada vez que un emigrante del polo turolense emigraba de su nada emprendedor ¨¢mbito al polo del desarrollo, daba a la cuesti¨®n que hoy nos ocupa, un voto hist¨®rico. Voto hist¨®rico que, por su naturaleza, siempre ha sido sereno. ?No podemos dejarnos influir por la serenidad siempre tan llena de quilates??
Santiago Petschen es catedr¨¢tico em¨¦rito de Relaciones Internacionales.
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