Las tres edades del catalanismo pol¨ªtico
La llegada de S¨¢nchez no debe ser interpretada como un retorno a la v¨ªa bilateral, sino al momento multilateral
No es ning¨²n secreto que el eje central del catalanismo pol¨ªtico ha mutado a lo largo de los ¨²ltimos cuarenta a?os. Pasados unos meses desde el fren¨¦tico oto?o de 2017, se dibujan con cierta claridad las tres edades del catalanismo pol¨ªtico en su biograf¨ªa democr¨¢tica.
El momento multilateral. En la transici¨®n democr¨¢tica, as¨ª como en buena medida tambi¨¦n en los a?os posteriores, el catalanismo pol¨ªtico particip¨®, junto con otros actores con los que no ten¨ªa ninguna afinidad aparente, en la construcci¨®n del Estado. No hay que idealizar esos a?os ¡ªtampoco vilipendiarlos¡ª, pero lo cierto es que aquel momento viene marcado por el hecho de que se puede y, en cierto sentido, se debe, hablar con todo el mundo. Y no s¨®lo eso: se pod¨ªa decir en p¨²blico que hab¨ªa que hablar y negociar con todo el mundo. Y las consecuencias del momento multilateral fueron manifiestamente positivas para el catalanismo pol¨ªtico: recuperaci¨®n de la Generalitat; vuelta de Tarradellas en el marco de una operaci¨®n de Estado; normalizaci¨®n del catal¨¢n en las escuelas y en las instituciones p¨²blicas; advenimiento de medios de comunicaci¨®n p¨²blicos en catal¨¢n.
El momento bilateral. En la reforma del Estatut de 2003-2006, el catalanismo pol¨ªtico propone de hecho un pacto de t¨² a t¨² al Estado. Esa relaci¨®n de bilateralidad, sin contar con el resto de Comunidades Aut¨®nomas, siempre fue, seg¨²n se dice, el sue?o de los carlistas. Pero ese pretendido momento bilateral estuvo basado en un autoenga?o que puede desglosarse en dos consideraciones. En primer lugar, el catalanismo eligi¨® aferrarse a las fr¨ªvolas palabras de un Zapatero en campa?a electoral ¡ªel famoso mitin del Palau Sant Jordi en 2004¡ª y con las encuestas en contra sin tener en cuenta que ¨¦se, justamente ¨¦se, era el resbaladizo contexto en que hab¨ªan sido pronunciadas. Y, en segundo lugar, el catalanismo pol¨ªtico eligi¨® creer que, si se pactaba con el PSOE, se pactaba con el Estado. Pero el PSOE y su cultura pol¨ªtica eran s¨®lo una pata fundamental del Estado. Hab¨ªa otra, la que representaba el PP y su cultura pol¨ªtica, que fue excluida del pacto. Involucrar al PP en la reforma del Estatut, aunque fuera a?os m¨¢s tarde, cuando se le hubiera pasado la rabieta por perder las elecciones de 2004, significaba rebajar las pretensiones del mismo, pero simult¨¢neamente significaba construir un pacto de Estado y evitar que la cosa llegara al Tribunal Constitucional. La relaci¨®n bilateral result¨® un fracaso pol¨ªtico. La sentencia del Tribunal Constitucional de 2010 no es la causa del proc¨¦s, como se sostiene muchas veces, sino, me temo, la consecuencia del autoenga?o en el que estuvo basado ese torpe intento de establecer una relaci¨®n bilateral con el Estado.
El momento unilateral. Despu¨¦s de ese fracaso, en lugar de volver a la v¨ªa multilateral, la que m¨¢s r¨¦ditos hab¨ªa dado, el catalanismo aceler¨® y adopt¨® ambiguamente una estrategia unilateral en el oto?o de 2017. Ya conocemos las consecuencias: plenos esperp¨¦nticos en el Parlament con su consecuente desprestigio institucional; p¨¦rdida temporal del autogobierno por aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 de la Constituci¨®n; primeros pasos de fuga de empresas de Catalu?a; riesgo de ulsterizaci¨®n social y cultural; o pol¨ªticos encarcelados. El catalanismo pol¨ªtico, ahora mutado en independentismo, deber¨ªa hacer un ejercicio de realismo y contar qu¨¦ consecuencias positivas tangibles ¡ªno pura e inertemente simb¨®licas¡ª ha arrojado la estrategia unilateral. Yo dir¨ªa que ninguna. La estrategia unilateral renuncia a la cultura del pacto pol¨ªtico y apuesta por una basada en la fuerza pol¨ªtica. Y en ese pulso de fuerza, el catalanismo pol¨ªtico ¡ªy m¨¢s a¨²n su mutaci¨®n independentista¡ª lleva siempre las de perder.
?Cu¨¢l es la moraleja de las tres edades del catalanismo pol¨ªtico? Como m¨¢s se aleja de la estrategia multilateral, m¨¢s perjudicial resulta el escenario no ya s¨®lo para el catalanismo pol¨ªtico, sino para Catalu?a y tambi¨¦n para Espa?a. Desde luego uno puede vivir en la fantas¨ªa puigdemontiana seg¨²n la cual ¡ªcomo dijo Jordi Amat hace unas semanas¡ª destruyendo Espa?a y Catalu?a se crean las condiciones para una Rep¨²blica catalana. Pero el mero transcurrir de los hechos muestra el calibre de semejante autoenga?o.
La historia de las ideas pol¨ªticas es una noria. Sin embargo, la llegada de S¨¢nchez a la presidencia del Gobierno no deber¨ªa ser interpretada como una oportunidad para volver a la relaci¨®n bilateral, tal y como insinu¨® Quim Torra hace unos d¨ªas. Mi impresi¨®n es que si algo nos trae de vuelta esa noria es el momento multilateral.
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