Vetusta Morla: no fue boda, sino comuni¨®n
El sexteto madrile?o constata ante 38.000 almas que se ha convertido en la banda sonora para much¨ªsima gente
No debe de ser casualidad, no puede serlo, que Vetusta Morla eligiera precisamente este 23 de junio para la irrupci¨®n definitiva de la gira ¡®Mismo sitio, distinto lugar¡¯ en su ciudad. La noche de San Juan no solo es un momento propicio para rituales liberadores, sino que esta fecha da adem¨¢s t¨ªtulo a una de las nuevas canciones del sexteto; quiz¨¢ la m¨¢s hermosa, con seguridad la de mayor capacidad evocadora. Y puesto que los vetustos han dado m¨²ltiples muestras de conjugar aquello de la puntada y el hilo, parece claro que pretend¨ªan grabar en nuestras memorias una cita ya seguramente inolvidable para ellos seis. Y para cuantos desfilaron anoche por la explanada de la Caja M¨¢gica y al cuarto de hora ya se desga?itaban con?Palmeras en La Mancha y Golpe maestro, al que le ha nacido un nuevo verso: ¡°las mordazas no dejaban ni cantar¡±.
Nunca antes se hab¨ªa visto algo parecido en el ¡®indie¡¯ con ocasi¨®n de un concierto propio, sin el paraguas de ning¨²n festival. Dos horas antes del comienzo, a las ocho de la tarde, la estaci¨®n de metro de San Ferm¨ªn-Orcasur ya era un hervidero y la estampa viva de la excitaci¨®n, la multitud no cab¨ªa en los bares y se formaban colas frente a las tiendas de alimentaci¨®n para hacerse con todo tipo de bebidas, chuches y comistrajos. ¡°Este agosto s¨ª te vas de vacaciones a la playa¡±, le alent¨® una vecina a un dependiente chino. Y por las dimensiones de la sonrisa de respuesta, el pron¨®stico sonaba atinado.
Entre los aficionados a los deportes -y en Vetusta los hay en grado casi cient¨ªfico- entretiene teorizar sobre la ventaja real que la iniciativa otorga en una competici¨®n. ?En qu¨¦ medida lleva m¨¢s las de ganar el equipo local en un estadio, el tenista que dispone del saque o el ajedrecista que maneja las piezas blancas? En el caso que ahora nos concierne, el ¡°factor campo¡± concedi¨® anoche a esta media docena de artistas una ventaja colosal. Los chicos jugaban en casa y ante una hinchada que no solo los adora, sino que los ha hecho una parte relevante de sus vidas. Las canciones de VM sirven como banda sonora cotidiana a muchos de esos 38.000 asistentes de ayer (una cifra abrumadora, mareante: m¨¢s que Teruel capital), pero adem¨¢s ejercen un influjo casi doctrinario: son referencia, lema, est¨ªmulo. Terminar¨¢ habiendo una frase de Vetusta para cada circunstancia; como m¨ªnimo, para cada estado del ¡®guasap¡¯.
Dos horas antes del concierto, la estaci¨®n de metro ya era un hervidero
Por eso, cuando a las 22.17 sonaron por fin los sonidos electr¨®nicos inaugurales de?Mismo sitio, distinto lugar, la pista estall¨® en j¨²bilo y karaoke aunque la banda haya escogido una de sus piezas m¨¢s sosegadas, et¨¦reas y catedralicias como apertura. Era solo la primera de las 25 canciones (o credos) de la lista, la habitual de los ¨²ltimos tiempos, aunque con el a?adido del colaborador m¨¢s ins¨®lito de la gira: el humorista David Broncano se prest¨® a hacer el indio (u, obedeciendo a su propia jerga, el ¡®pachacho¡¯) con una careta de cerdo durante la demoledora?Te lo digo a ti. Por cierto, el sonido fue n¨ªtido y esplendoroso desde el primer acorde; a ver si aprendes, Bruno Mars.
Del aperitivo se hab¨ªa encargado Jacobo Serra, un albacete?o de Chamber¨ª al que descubrimos un g¨¦lido enero en la sala El B¨²ho Real, har¨¢ siete a?os, ante no m¨¢s de 60 espectadores. Ayer habr¨ªa unos 15.000 en la explanada cuando emergi¨® al frente de su tr¨ªo y con las canciones de su reciente Fuego artificial como bander¨ªn de enganche. Deb¨ªa de andar nervioso y ni se present¨® hasta la cuarta canci¨®n, pero Orcasitas ya sonaba a gloria con su pop l¨ªrico de grandes armon¨ªas vocales y melod¨ªas luminosas; m¨¢s a¨²n cuando el propio Juanma Latorre, productor de ese ¨²ltimo ¨¢lbum, se sum¨® para guitarrear en?On and on. Cuando desarrolle el carisma que a estas alturas ya enarbola Pucho, el cantante de Vetusta Morla, Serra acabar¨¢ tambi¨¦n hechizando a las multitudes. No ser¨¢ porque le falten canciones.
Nunca antes se hab¨ªa visto algo as¨ª en un concierto propio de ¡®indie¡¯
Comentaba estos d¨ªas pasados el guitarrista Guille Galv¨¢n, siempre socarr¨®n, que ya no sab¨ªa bien si lo que se les avecinaba ante la avalancha era m¨¢s un concierto o una boda. Por fortuna para su grupo, y no digamos ya para los asistentes, ni volaron granos de arroz por los aires ni se detectaron severas concentraciones de melaza en las estaciones meteorol¨®gicas circundantes. La complicidad era estrecha, pero no subsidiaria. Y lo de ayer no fue boda, sino, en todo caso, una gigantesca comuni¨®n. La alianza entre decenas de miles de comulgantes y unos m¨²sicos de rock que han seguido siendo fieles a ellos mismos desde los tiempos en que se autoeditaban aquel primer EP en el que no crey¨® ninguna discogr¨¢fica. Y que hoy, con una audiencia inimaginable, conservan el coraje de colocar en las pantallas gigantes el mensaje?Solo s¨ª es s¨ª antes del concierto o dedicarle La deriva a los miles de seres humanos que siguen jug¨¢ndose la vida, ante los ojos de una Europa imp¨¢vida, en las aguas del Mediterr¨¢neo.
¡°Hoy somos seis troncos que prenden una hoguera musical¡±, asegur¨® Pucho, brindando ¡°por las canciones y su vuelo libre¡±. 38.000 personas le tomaron la palabra y se dejaron llevar. Despu¨¦s de 125 minutos sin casi respiro, la primera constataci¨®n, la prioritaria y m¨¢s evidente, es que el rock espa?ol ya cuenta con una banda para llenar estadios. Apasionada, apasionante. Eficaz y s¨®lida como para sortear citas tan comprometidas sin un solo error evidente. Capaz de revisar una y otra vez sus propias canciones para encontrarles aristas novedosas; de cuidar luces, proyecciones y hasta estilismos, porque casi tan dif¨ªcil como ser brillante es rodearse de gente que tambi¨¦n lo sea.
El tercio final, desde que Pucho se mezcl¨® entre el p¨²blico para?Mapas, fue apabullante, incluido un remate ¡®rave¡¯ para?El hombre del saco que no superar¨ªa ni el reputado William Orbit. Desde el instituto aquel de Tres Cantos, Pucho, Guille, Juanma, Jorge, David y ?lvaro han acabado comi¨¦ndose el mundo. Solo queda suspendida en el aire una pregunta: a ver c¨®mo demonios superan ahora esto. Si acaso, encontrando un emplazamiento en un sitio algo m¨¢s civilizado que la Caja M¨¢gica, a trasmano de casi todo. La estampa de miles de espectadores deambulando sin rumbo junto a la M-30 a la una de la madrugada, jug¨¢ndose el pescuezo en delirante procesi¨®n, acab¨® resultando m¨¢s kafkiana que la letra de La mosca en tu pared".
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