G¨¹rtel, Palau¡ ?Ha llegado nuestro Watergate?
En el ¨¢mbito del Derecho, es preciso reflexionar sobre el papel de la ¨¦tica en los grados y postgrados universitarios
C¨®mo, en el nombre de Dios, pod¨ªan tantos abogados estar envueltos en algo como eso? Esta frase la pronunci¨® John Dean, asesor de la Casa Blanca y abogado, que testific¨® ante el Comit¨¦ del Senado en 1973 sobre el caso Watergate a la vista de la lista de personas implicadas en el asunto.
A ra¨ªz del caso Watergate, el colegio de abogados de los Estados Unidos impuso en 1974 el requisito de que fuera obligatorio recibir educaci¨®n sobre ¨¦tica en la Universidad para acceder al ejercicio de la abogac¨ªa.
En Espa?a, hemos tenido unas 1.700 causas de corrupci¨®n y m¨¢s de 500 imputados, entre ellos abogados cerebros de tramas. En el ¨¢mbito del Derecho, pues, es preciso reflexionar sobre el papel de la ¨¦tica en los grados y postgrados universitarios.
En el grado no hay transversalidad de las cuestiones ¨¦ticas ni una asignatura a ellas dedicada. En los postgrados tampoco la ¨¦tica tiene un papel relevante, incluyendo a los m¨¢steres de acceso a la abogac¨ªa, formaci¨®n obligatoria para el ejercicio profesional. El sentido de esa formaci¨®n no debiera ser una memorizaci¨®n automatizada de reglas deontol¨®gicas, sino un aut¨¦ntico ejercicio de trabajo de empat¨ªa a trav¨¦s de dilemas ¨¦ticos, con el fin de potenciar la inteligencia emocional de los futuros juristas.
Se dir¨¢ que querer evitar la corrupci¨®n con formaci¨®n ¨¦tica es ingenuo y que la ¨¦tica debe venir aprendida de casa. Pero es esencial incidir en fases tempranas formativas para establecer fundamentos s¨®lidos, porque la ¨¦tica es un m¨²sculo que debe practicarse en el gimnasio universitario, no solo en la sala de musculaci¨®n intelectual, sino tambi¨¦n en la emocional. De ah¨ª la importancia de los programas de cl¨ªnicas jur¨ªdicas y de los postgrados espec¨ªficos. Que pueden completarse con la docencia de t¨¦cnicas como la atenci¨®n plena, para afrontar las tensiones que surgir¨¢n en el futuro, cuando hacer lo correcto entre en pugna con lo posible y exigido por las circunstancias, los clientes o los jefes.
Acabemos, pues, con la llamada ¨¦tica de la amoralidad de los abogados y otros profesionales del Derecho: una neutralidad moral profesional, que separar¨ªa ¨¦sta de la moral personal. Con poco ¨¦xito, a la vista de los trastornos mentales que afectan con singular virulencia a estos profesionales..
Como se?al¨® Karl Llewllyn, un relevante jurista norteamericano: ¡°La compasi¨®n sin t¨¦cnica es un caos; y la t¨¦cnica sin compasi¨®n es una amenaza¡±. Pues eso.
Juli Ponce Sol¨¦ es profesor de Derecho en la Universidad de Barcelona.
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