La econom¨ªa de la depredaci¨®n
Si los dejamos a la l¨®gica del mercado, los centros de las ciudades estar¨¢n ocupados por una poblaci¨®n flotante y siempre cambiante
El turismo de masas ha adquirido una dimensi¨®n suficiente como para que haya un flujo constante de millones de personas residiendo temporalmente, por periodos muy cortos, en otra ciudad. De seguir la tendencia actual, no es dif¨ªcil predecir que el turismo urbano de corta duraci¨®n seguir¨¢ creciendo de forma exponencial. Los vuelos de bajo coste facilitan poder viajar a precios muy asequibles, a veces m¨¢s asequibles incluso que desplazarse dentro del propio pa¨ªs. Para las extensas capas medias de los pa¨ªses desarrollados, incluidos sus pensionistas, no supone hoy un gran sobreesfuerzo programar estancias cortas en otras ciudades varias veces al a?o, especialmente si el coste se limita a poco m¨¢s que los gastos de traslado y alojamiento.
Barcelona ha pasado de 1,5 millones de visitantes en 1990 (antes de los JJ OO) a los 17 millones actuales. Estos visitantes permanecen en la ciudad un promedio de cinco d¨ªas con un coste de alojamiento de 60,7 euros por noche y gastan adicionales por valor de 350 euros por persona. Pero estas cifras son promedios que incluyen los visitantes de congresos y empresas, que suelen gastar bastante m¨¢s. Si el alojamiento es un piso tur¨ªstico, el precio puede ser inferior y el coste de manutenci¨®n, no muy superior a lo que el turista gastar¨ªa en su ciudad.
Este tipo de turismo se ha convertido en un elemento importante de la econom¨ªa de las ciudades. En Barcelona representa ya m¨¢s del 14% del PIB. Pero tambi¨¦n tiene su lado oscuro: est¨¢ provocando la r¨¢pida y radical transformaci¨®n de los n¨²cleos urbanos. Alquilar por d¨ªas o por semanas es relativamente barato para el visitante, pero altamente lucrativo para los propietarios de apartamentos, lo que est¨¢ provocando una irresistible presi¨®n para transformar los edificios del centro de las ciudades en alojamientos tur¨ªsticos. La baja remuneraci¨®n de los dep¨®sitos bancarios hace que tanto el capital local como los fondos buitre de inversi¨®n generen movimientos globales de inversi¨®n especulativa que tienen como campo de operaciones todas las ciudades con capacidad de atracci¨®n global.
Como se?ala la arquitecta milanesa Gaia Radaelli, en los a?os noventa la burbuja inmobiliaria permiti¨® que las inversiones especulativas ocuparan todo el suelo que quedaba libre, y ahora, tratan de colonizar el interior de los edificios ya construidos para reconvertirlos en alojamiento tur¨ªstico. A esta transformaci¨®n contribuyen sin duda y poderosamente plataformas tecnol¨®gicas como Airbnb. El resultado es bien conocido: un aumento sin precedentes del precio del alquiler y la r¨¢pida expulsi¨®n de los residentes hacia una periferia cada vez m¨¢s lejana, con la consiguiente p¨¦rdida de identidad y de tejido social en el centro de las urbes.
Si se dejara a la estricta l¨®gica del mercado, todas las viviendas de los centros urbanos de las ciudades de mayor ¨¦xito acabar¨ªan convertidas en pisos tur¨ªsticos. De manera que esa parte de esas ciudades, la que seg¨²n la alcaldesa de Par¨ªs, Anne Hidalgo, constituye su alma, estar¨ªa ocupada por una poblaci¨®n flotante, sin arraigo ni otro inter¨¦s por el entorno urbano que pasar unos d¨ªas agradables. ?Es eso lo que queremos? ?Qu¨¦ el n¨²cleo central y m¨¢s emblem¨¢tico de las ciudades est¨¦ ocupado por una poblaci¨®n siempre cambiante?
Doce capitales europeas, entre ellas Berl¨ªn, Par¨ªs, Viena, Bruselas, Lisboa, Barcelona y Madrid, han secundado una iniciativa de ?msterdam para que la Comisi¨®n Europea tome cartas en el asunto del descontrol de los alquileres tur¨ªsticos. Y tres de ellas ¡ªlas gobernadas por las alcaldesas Ada Colau, Manuela Carmena y Anne Hidalgo¡ª han firmado un manifiesto conjunto contra ¡°la nueva econom¨ªa de la degradaci¨®n¡± que se cierne sobre las ciudades globales.
Las doce ciudades consideran urgente cambiar la din¨¢mica porque, de lo contrario, pueden encontrase con que ya no llegan a tiempo. Pero no todas est¨¢n en las mismas condiciones de afrontar este desaf¨ªo. Algunas disponen de instrumentos patrimoniales y de gesti¨®n que las favorecen. Berl¨ªn, por ejemplo, dispone de un sistema de control del precio de los alquileres que penaliza las subidas abusivas, mientras que Viena cuenta con un parque de 220.000 viviendas p¨²blicas de alquiler. Barcelona, en cambio, se encuentra especialmente desprotegida por falta de vivienda p¨²blica suficiente y de competencias para intervenir sobre el precio de los alquileres. En Catalu?a, las viviendas p¨²blicas representan el 2% del total, cuando la ley aprobada por el Parlament en 2007 fija como objetivo al menos un 15%. Pese al esfuerzo municipal de los ¨²ltimos a?os, Barcelona apenas contar¨¢ en 2.022 con 13.000 viviendas p¨²blicas. Para hacerse una idea de lo lejos que est¨¢ esta cifra de las necesidades, el registro municipal acumula m¨¢s de 100.000 solicitudes de familias que aspiran a acceder a una vivienda social.
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