Pat Metheny llena el Grec de virtuosismo sin artificio
El guitarrista de Misuri deslumbra en el anfiteatro
El Festival de Jazz de Barcelona desembarc¨® en el Grec para iniciar las celebraciones de la que ser¨¢ su edici¨®n n¨²mero 50. Un desembarco que se trajo hasta el anfiteatro de Montju?c una de las poqu¨ªsimas actuaciones musicales que este verano ocurrir¨¢n en su escenario. La mayor¨ªa de los conciertos programados en este Grec se realizar¨¢n en espacios cerrados (Barts, Mercat de les flors, Jamboree, Harlem) desvirtuando en cosas musicales la esencia de nuestro festival veraniego: no es lo mismo un techo sobre cuatro paredes que cuatro nubes y un pu?ado de estrellas.
Pat Metheny fue el encargado de traer algo de m¨²sica hasta la monta?a barcelonesa bajo esas nubes y esas estrellas. Y el anfiteatro pr¨¢cticamente se llen¨® en una noche sumamente agradable a condici¨®n de no mirar hacia una Barcelona envuelta en una bruma densa, asustaba solo pensar en su composici¨®n. Hasta corri¨® un poco de brisa marina.
El guitarrista de Misuri regresaba a una ciudad en la que ha vivido innumerables ¨¦xitos. Ya es como un viejo amigo de la afici¨®n y se not¨® en la ovaci¨®n que puntu¨® su sola salida al escenario. Con su habitual camiseta a rayas horizontales (nunca debe faltar) y su encrespada melena, ahora ya cana, ondeando al viento, Metheny abri¨® fuego en solitario con su conocida guitarra Picasso de varios m¨¢stiles y docenas de cuerdas que se entrecruzan en una aut¨¦ntica escultura cubista.
Y ya en ese primer tema pl¨¢sticamente impactante qued¨® claro el camino por d¨®nde iba a discurrir todo el concierto: un destello continuado de virtuosismo nunca gratuito. Con una guitarra en las manos y esa cara eterna de ni?o travieso Metheny puede hacer cosas incre¨ªbles pero nunca se pierde en los habituales e innecesarios fuegos de artificio siempre presentes en los guitar heroes al uso.
Ya en cuarteto y con su guitarra habitual recuper¨® algunos temas cl¨¢sicos de su repertorio entre composiciones de nueva factura. Fue alternando los tiempos m¨¢s lentos con descargas de ritmo que no hubieran desentonado en el Rock Fest. A lo largo de casi dos horas y media Metheny dosific¨® inteligentemente los cambios de ritmos e introdujo, incluso, su guitarra ac¨²stica para darle la vuelta al ambiente y su p¨²blico, m¨¢s fiel a su forma de tocar y a su sonoridad que a los estilos en los que se mueva, le sigui¨® devotamente convirtiendo cada interpretaci¨®n en un triunfo.
Pat Metheny deslumbr¨® en todo momento pero sus tres acompa?antes estuvieron siempre a la altura. En especial su fiel y exuberante baterista Antonio S¨¢nchez. La malaya Linda Oh hizo maravillas con el contrabajo pero se prodig¨® poco con el bajo el¨¦ctrico, solo en los bises. El pianista gal¨¦s Gwilym Simrock fue el contrapunto id¨®neo.
En un concierto en grupo sorprendi¨® que los mejores momentos fueran los que Metheny comparti¨® en d¨²o con cada uno de su acompa?antes. En especial el d¨²o guitarra-bater¨ªa que cerr¨® el concierto, un alarde de compenetraci¨®n r¨ªtmica que cortaba la respiraci¨®n.
Un magn¨ªfico inicio de relaciones entre el Festival de Jazz y el Grec, l¨¢stima que el resto de conciertos fruto de esa relaci¨®n tendremos que vivirlos a base de aire acondicionado y no de brisa marina.
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