Y la m¨²sica silenci¨® al cielo
Pablo Albor¨¢n reiter¨® su ¨¦xito presentando 'Prometo' en el festival de Porta Ferrada.
Apuesto, pero sin pasarse, de un guapo sin misterios. Simp¨¢tico, pero no particularmente expresivo, ya que sus palabras no pasan de ingreso en oratoria. Humilde, pues pese a llevarse los focos principales, su atav¨ªo negro paso desapercibido, no le diferenciaba de la media docena de m¨²sicos que le acompa?aban en el escenario, tambi¨¦n de negro. Y cantante competente con registro de tenor y una voz flexible apta para las ornamentaciones. Cuatro ases a la vista de todo el mundo de Pablo Albor¨¢n, aspirante a baladista por excelencia de nuestro panorama musical y en concienzudo apuntalamiento de una trayectoria que comenz¨® fulgurante y ahora debe mantener en esa carrera de fondo que es el ¨¦xito. ?Lo tiene?, s¨ª, pero mantenerlo es el reto, y aumentarlo le puede dar ese t¨ªtulo de baladista plenipotenciario al que a¨²n aspira. Aunque hay veces que parece haberlo conseguido.
Sant Feliu de Gu¨ªxols. La noche juega al escondite con la lluvia, y para descubrirla llena el cielo de rel¨¢mpagos. Pasados unos instantes de las 22:30h una luz ciega el cielo y seca la lluvia, es Pablo en el escenario. Ellas, de todas las edades, ya no tienen ojos para otra cosa y sus gargantas desaf¨ªan los agudos m¨¢s hiperb¨®licos. Parecer¨ªa que ya es el baladista que aspira ser. Las letras de las primeras canciones son replicadas por una platea encendida. Pocas cosas tan hermosas como esa locura de entrega femenina, tan diferente del vocer¨ªo saltar¨ªn y f¨ªsico de ellos, los chicos. Ellas se van en la mirada, parecen nutrirse con lo que ven m¨¢s all¨¢ de lo que ven. Pablo sonr¨ªe y al flexionar el brazo para acercarse el micro a la boca marca un di¨¢metro de b¨ªceps en ese punto justo que ni es de estiba ni de frasco. Nadie mira hacia arriba, donde el cielo, olvidado como un amante de juventud, llama la atenci¨®n ilumin¨¢ndose ingenuamente como el n¨¢ufrago que grita en medio del mar. No es dif¨ªcil sentir l¨¢stima por ¨¦l y su pueril muestra de poder¨ªo. Ya nadie m¨¢s le mirar¨¢ en las siguientes dos horas.
El amor, monocultivo de la noche. M¨¢s en concreto aunque generalizando, los primeros quince minutos del amor, cuando todo es volc¨¢nico y no hay nada m¨¢s porque nada m¨¢s es necesario. O se est¨¢ viviendo en ese cuarto de hora o se a?ora en las letras de Pablo. Y cala. Incluso entre las se?oras que con su marido, imp¨¢vido, al lado, saben hace decenios que incluso los volcanes m¨¢s activos no erupcionan eternamente. Y cala, pese a frases de romanticismo astron¨®mico como?en Saturno viven los hijos que nunca tuvimos/ en Plut¨®n se oyen gritos de amor / en la Luna gritan a solas tu voz y mi voz. S¨ª, con Pablo el amor lo puede todo y en el peor de lo casos, siempre nos quedar¨¢ la almohada que¡ no suele mentir, como asegura en Saturno, la canci¨®n astron¨®mica en cuesti¨®n.
Pasa el tiempo y la emoci¨®n no cede, todo y que entre canci¨®n y canci¨®n transcurre suficiente tiempo como para rebajar la tensi¨®n y rebajar el dinamismo de la actuaci¨®n. Las parejas aprovechan el tiempo para mirarse con gestos de ternura. En las pantallas tambi¨¦n hay cosas que mirar, pero las miradas s¨®lo hacen acuse de recibo cuando es la imagen de Pablo lo que se proyecta. Cierra los ojos, aflamenca su voz, caracolea con las melod¨ªas, bromea con su cuerpo conocedor de las pasiones que desata y habla muy de tanto en tanto para decir m¨¢s bien poco, que est¨¢ feliz esa noche y que casi se siente de all¨ª porque as¨ª se lo hace sentir el respetable. Todo el mundo sabe que tambi¨¦n en Sig¨¹enza y en Astigarraga, pero con peque?as mentiras se construyen grandes verdades. Por fin llueve, pero es en el escenario, en la pantalla, cuando suena Por fin. El concierto camina hacia el silencio final y Pablo puede sentir que una vez m¨¢s ha triunfado. Dicen que es una droga de la que nadie se aburre. Quien lo dude habr¨ªa de haber estado en Sant Feliu de Gu¨ªxols cuando son¨® V¨ªvela, cierre de la noche. Y a por la siguiente dosis. La vida del ¨¦xito convierte al p¨²blico en traficante de popularidad. ?Qu¨¦ p¨¢nico el olvido!
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