Fallece Iago Pericot, gran agitador del teatro catal¨¢n de los a?os setenta y ochenta
El escen¨®grafo, director y maestro mont¨® obras que marcaron ¨¦poca como ¡®Rebel delirium¡¯ o ¡®Mozart nu¡¯
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Ha muerto este jueves con 88 a?os Iago Pericot y pese a que los ¨²ltimos tiempos era patente su fragilidad parece mentira que nos haya dejado una persona de tanta fuerza vital, semejante imaginaci¨®n desbordada, capacidad de transgresi¨®n y contagiosos humor, optimismo y entusiasmo. A Pericot (Masnou, 1929), escen¨®grafo, director de teatro, pintor, creador transversal avant la lettre, y especialmente grand¨ªsimo maestro que marc¨® con sus ense?anzas ecl¨¦cticas, geniales, provocadoras, y hasta gamberras a varias generaciones de gentes de teatro como profesor en el Institut del Teatre de Barcelona, del que fue uno de sus ense?antes insignia en su Edad de Oro, se le recordar¨¢ sobre todo como un gran agitador irreverente de la escena de los a?os setenta y ochenta.
Lo fue con obras inolvidables que pusieron en cuesti¨®n y revolucionaron el panorama ideol¨®gico y est¨¦tico de entonces como Rebel delirium (1977), que se desarrollaba en el metro con m¨²sica de Pink Floyd y que protagonizaba el que fue su pareja tantos a?os, Sergi Mateu, Bent (1982), que abordaba el tema de los homosexuales en los campos nazis, o Mozart nu, el bell¨ªsimo ejercicio de plasticidad corporal en el que un bailar¨ªn y una bailarina danzaban completamente desnudos la Misa de la Coronaci¨®n de Mozart. Tambi¨¦n Simf¨°nic King Crimson, La bella i la b¨¨stia o El banquet.
En un momento en que la mayor¨ªa de la profesi¨®n teatral miraba hacia los grandes maestros europeos de la escena, los Grotowski, Kantor, Strehler, Brook o Mnouchkine, peregrinaba a Avi?¨®n, Wroclaw y Nancy, o desde el PSUC se entregaba a la lucha pol¨ªtica de los coletazos del franquismo y la transici¨®n y del revivir del catalanismo, Pericot propuso un teatro ins¨®lito, personal¨ªsimo, asomado a las vanguardias art¨ªsticas pl¨¢sticas, al pop y la cultura de masas.
Lo que hac¨ªa era tan diferente que hubo quienes lo vieron como un rara avis, advenedizo, sospechoso de trivializaci¨®n, esteticista y ¨¢vido de esc¨¢ndalo. Desde luego, brechtiano Iago no era. Pero qu¨¦ capacidad ten¨ªa de imaginar y so?ar espacios, de desbordar con luces y efectos, de trazar con cuatro hilos y proyecciones y con chorros de m¨²sica escenas impactantes. Fue de los primeros en reivindicar el uso esc¨¦nico de lugares no teatrales, se atrevi¨® a todo y siempre con una sonrisa en la boca que no era complaciente en absoluto sino que sab¨ªa convertirse en mordisco.
Amable, simp¨¢tico, encantador pod¨ªa ser ir¨®nico, mordaz y hasta deliciosamente malvado. Probablemente no fue un gran director de actores ni un enorme dramaturgo, quiz¨¢ ni siquiera un director teatral de primera pero ha sido sin duda uno de nuestros grandes creadores globales, un atrevido pionero y un hombre que deja m¨¢s huella en todos los que trabajaron o estudiaron con ¨¦l, o simplemente le conocieron, que muchos de los reconocidos genios de nuestra escena.
Pericot hab¨ªa estudiado psicolog¨ªa en la Universidad de Barcelona y arte en Londres. En 1975 fund¨® con Mateu el Teatre Metropolit¨¤ de Barcelona, bajo cuyo nombre realiz¨® muchos de sus montajes. El pasado febrero, el Institut le dedic¨® un homenaje, al que asisti¨®, con motivo de la presentaci¨®n de libro Iago Pericot, la llibertat de crear i viure, de Guillem-Jordi Graells. En 2004 se realiz¨® en la Virreina una completa exposici¨®n sobre su trayectoria, Iago Pericot, el joc i l¡¯engany.
A finales de los a?os setenta coincidieron en sus inolvidables clases del Institut del Teatre algunos alumnos que luego se convertir¨ªan en nombres bien conocidos: Montse Guallar, Andreu Benito, Manel Dueso, Abel Folk (que le ha dedicado recientemente un documental), Oriol Genis¡ A todos les marc¨®.
Como antiguo alumno de entonces y amigo suyo, le recuerdo especialmente en tres momentos. El ¨²ltimo, accionando feliz la guillotina que instal¨® en el Mercat de les Flors y bajo cuya cuchilla hac¨ªa pasar a todo el mundo (¡°hay mucho que cortar¡±). Muchos a?os antes en el Minotauro de la plaza Real hablando de su proyecto, nunca realizado, de montar Siddharta. Y sobre todo el d¨ªa en que en una improvisaci¨®n en sus clases lo encerramos en un aula del viejo edificio de la escuela en la calle Elisabets haci¨¦ndolo pasar por loco, mientras ¨¦l protestaba porque ten¨ªa una reuni¨®n municipal para concretar una subvenci¨®n. Al final se mor¨ªa deportivamente de risa al ver que su semilla an¨¢rquica y provocadora hubiera germinado tan bien. Su herencia, como la de los verdaderamente grandes maestros, sigue en nuestros corazones. Gracias Iago, y que viva Dad¨¢.
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