Elogio de lectores
"Quiero celebrar al hombre que va tallando las p¨¢ginas de este diario sobre la mesa de un bar hasta dejar cada plana como piel de papel cebolla"
Quiero celebrar al hombre que va tallando las p¨¢ginas de este diario sobre la mesa de un bar hasta dejar cada plana como piel de papel cebolla, y a la se?ora que inicia sus d¨ªas con la yema del ¨ªndice sobre la pantalla de su tablet para enterarse del mundo; quiero agradecer a los tertulianos que conforman un criterio en conversaci¨®n, argumentando el entrecejo con el diario abierto en la p¨¢gina que los apuntala, y al joven universitario que, a pesar del verano, no pierde huella de las noticias ni de las opiniones que todos los d¨ªas contrasta y refracta sobre la s¨¢bana del diario que ha comprado con sus propios ingresos desde hace apenas tres a?os, y quiero honrar a los lectores que coleccionan el magac¨ªn dominical y al gran solitario que no se pierde una sola columna de un sabio y a la mujer que recorta, como antolog¨ªa, cada art¨ªculo que es columna de un novelista cuyos libros ha le¨ªdo desde por lo menos tres lustros. Quiero que estas l¨ªneas conformen un solo p¨¢rrafo donde pueda elogiar la fidelidad de quienes empezaron a leer estos papeles cuando a¨²n no pintaban canas y a los quiosqueros que no solo lo venden, sino que lo leen con el af¨¢n de insertar alg¨²n que otro comentario con el comprador infalible o el paseante incidental o el suscriptor sin suscripci¨®n o el restaurante abonado, y solo quiero felicitar y agradecer a quienes a¨²n perciben la diferencia entre la redacci¨®n de un mismo hecho, la diversidad de criterios, la libertad de informaci¨®n y opini¨®n en un pa¨ªs donde las tertulias de televisi¨®n han optado por la interrupci¨®n, el volumen y el embotellamiento verbal, y tambi¨¦n quiero celebrar con gratitud a los miles de lectores que han internacionalizado no solamente la pulpa esencial del diario, sino la prosa y sus variedades con las que se escribe: los giros de todos los acentos, las palabras de cada paisaje, la pluralidad multiplicada del diario con el que siguen descubriendo s¨ªlabas los m¨¢s j¨®venes lectores, los ni?os que quiz¨¢ lo leen con el auxilio de crayolas y los estudiantes que aprovechan las traducciones a otros idiomas para practicar como pol¨ªglotas, y tambi¨¦n a los pol¨ªticos que miden sus pol¨ªticas con la taquicardia diaria del diario y los deportistas que quiz¨¢ ensanchen su vocabulario de vestuario con las declaraciones que leen en tinta, y a la discreta bailarina que ha le¨ªdo cada reportaje de viaje en las p¨¢ginas donde envuelve sus zapatillas o el marchante que antes de envolver pescado entre la manta de tipograf¨ªa ha le¨ªdo, al filo del muelle, el decurso de un crimen como quien lee un cuento de detectives infalibles, y quiero celebrar a quien lleva este diario enrollado bajo el brazo en el trayecto invariable de 14 kil¨®metros subterr¨¢neos o el que lo abre en una esquina y lo lee de pie, e incluso quiero celebrar a quienes aseguran ya no leer las p¨¢ginas de este diario y sin embargo lo citan porque, de todas formas, ya se volvi¨® parte inextricable de la vida misma.
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