Belleza casi revolucionaria
La alianza ¡®morentiana¡¯ con la m¨²sica coral del este europeo se revela en La Latina como uno de los mayores hallazgos recientes del cante jondo
Como el t¨ªtulo de aquellas antolog¨ªas que hicieron fortuna a principios de los a?os noventa, Arc¨¢ngel ha ejercido desde sus comienzos como partidario de la m¨²sica sin fronteras. Siempre fue el onubense un catedr¨¢tico del cante, consideraci¨®n que ahora ostenta en su literalidad: la Universidad de C¨®rdoba acaba de designarle director de Flamencolog¨ªa. Pero no hay como conocer las esencias para transgredirlas, y eso es lo que consigue Al este del cante, el bell¨ªsimo montaje junto a las Nuevas Voces B¨²lgaras que, tras un a?o de andanzas por plazas diversas, desembarca durante cuatro noches consecutivas en el Teatro La Latina. Pronto tendr¨¢ que regresar, por fuerza, puesto que no se recuerda en a?os un proyecto tan audaz y emotivo en la ¨®rbita del cante jondo.
Ha tenido de siempre Francisco Jos¨¦ Arc¨¢ngel una actitud muy morentiana ante las cosas de la vida, una clara predisposici¨®n a curiosear en m¨²sicas colindantes¡ y no tanto. ¡°Somos dos mundos que no tenemos nada que ver, pero a trav¨¦s del di¨¢logo se encuentra la felicidad¡±, proclam¨® este viernes con esa cercan¨ªa humilde que tanto echamos de menos en estos tiempos de lazos de quita y pon. No es del todo cierto que flamenco y folclor b¨²lgaro sean universos antag¨®nicos, pues ambos comparten el componente tradicional y el empleo de ciertas escalas orientalizantes. Pero este viernes pareciera como si Arc¨¢ngel y sus ocho coristas del este hubiesen estudiado en los mismos pupitres. Y esa complicidad, acentuada por la sonrisa del cantaor con la mirada en el infinito; esa interacci¨®n biling¨¹e constituye un tesoro fascinante.
Al este del cante transcurre como un espect¨¢culo no ya integrador, sino de belleza casi revolucionaria, por lo que tiene de revolc¨®n para los due?os de mentes estrechas. Arc¨¢ngel se recrea en la fusi¨®n de su voz l¨ªmpida y caudalosa con unas coristas pr¨ªstinas que hacen de la disonancia y la onomatopeya un arte embaucador, casi celestial. Unamos el trino fin¨ªsimo en la guitarra de Dani de Mor¨®n, los arreglos corales de Georgi Petkov (que ya trabaj¨® con Morente), el tenue pulso jazz¨ªstico del contrabajo de Jos¨¦ Manuel Posada.
Hay tanta hermosura en las lecturas desnudas de Lole y Manuel o en la versi¨®n colectiva de La leyenda del tiempo que casi no acertamos a cre¨¦rnoslo. O en la nana de Galaxia rosada, y no digamos en la escala lorquiana de La aurora de Nueva York. Alto como un rascacielos se deja el list¨®n, a ¨¦l y a sus coet¨¢neos, este flamenco que canta como quien le regalara un caramelo a los o¨ªdos.
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