Las brujas se reivindican en su gran noche en Viladrau
El popular Ball de Bruixes de la localidad sube el list¨®n y agota las localidades
¡°Lo dimoni nos feu so ab un tamburinot i una flautota i totes ballarem¡±. Lo explicaba, puesta en tormento en Taradell en 1620, Ant¨°nia Rosquellas, vecina de Viladrau, que confesaba tambi¨¦n haber sido introducida en ¡°lo art de Bruxa¡± por Maria Joanet i Serrat y c¨®mo junto a otras compa?eras hab¨ªan volado sobre las nubes untadas de ung¨¹entos m¨¢gicos hacia la junta o aquelarre en las monta?as. A la vieja Rosquellas, tras quebrarla malamente en el potro de tortura y hacerle reconocer todas las maldades de que la acusaban (y no admiti¨® haber matado a Kennedy porque a¨²n no exist¨ªan Dallas ni los rifles de francotirador), la colgaron por bruja como a otras 13 mujeres de Viladrau ¨Cpueblo tenido por nido de hechiceras, especialmente los caser¨ªos de Rosquellas y el Mart¨ª¨C en la gran caza de brujas en las comarcas de Vic a principios del siglo XVII (v¨¦ase el estudio cl¨¢sico del sabio Antoni Pladevall).
Anoche las brujas asesinadas regresaron a Viladrau como lo hacen cada a?o por Todos los Santos (una de las fechas favoritas de sus reuniones) desde 1997. Volvieron para reivindicarse y lanzar un mensaje feminista, ecol¨®gico y antiautoritario, casi podemista, en el tradicional Ball de Bruixes que en esta 22? edici¨®n se ha profesionalizado mucho, con mejores efectos especiales y algunas actuaciones, especialmente la del coro de las fetilleras, notables. En una noche muy fr¨ªa y oscura como boca del lobo (el espect¨¢culo se atras¨® un d¨ªa por la climatolog¨ªa: evidentemente a las brujas se les fue la mano con la lluvia), el p¨²blico tuvo que hacer una larga cola para acceder al aparcamiento a la entrada del pueblo en el que ten¨ªa lugar la ceremonia. Hubo un peque?o caos resuelto con manga ancha al desconocer algunas personas que hab¨ªa que adquirir una chapa (a 2 euros) para la entrada. El recinto se llen¨® absolutamente de un p¨²blico familiar en el que imperaba una gran expectaci¨®n y los reproches por haber dejado los guantes en el coche.
En un espacio central presidido por ollas humeantes y un escenario lateral se desarrollaba el show, una mezcla entra?able (y espeluznante para los peque?os: algunos lloraban) de tren de la bruja, ideas de Margaret Murray (El culto de la brujer¨ªa en la Europa occidental, 1921), documentaci¨®n oficial de la persecuci¨®n, folclore, teor¨ªas antropol¨®gicas y sociol¨®gicas que suscribir¨ªan el a?orado t¨¢ndem Marin-Tresserras, el Malleus Maleficarum, influencias celtas, toques de Els Pastorets y alg¨²n inesperado momento Monty Python. Un totum revolutum con batucada, fuegos artificiales y canciones (incluida la de ¡°collir castanyes¡±, que junta, turismo oblige, a las brujas con la otra gran cita de Viladrau).
As¨ª que all¨ª las ten¨ªamos a todas, revenidas, resucitadas, la susodicha Rosquellas, Francesca Tr¨¨mol (alias Bacada, la bruja principal), Ll¨¹isa Estrany, Esperan?a Marig¨®, Margarida Puig (Cassadora), Joana VIlar, Beneta Noguera, la Pentinada, la Romeva¡, encarnadas por vecinas de Viladrau, todas transfiguradas como bacantes, narices largas, un aire rebelde y salvaje, desafiante. Al d¨ªa siguiente a¨²n daba susto ir al SPAR.
Resultaba verdaderamente estremecedor cuando las brujas aullaban invocando a su diosa di¨¢nica y lunar y girabas la cabeza de pie estremecido por la humedad que sub¨ªa del parterre y ve¨ªas la torre de la iglesia recortada contra el cielo. Era f¨¢cil viajar en el tiempo y sumergirse en el clima original de los acontecimientos. Casi pod¨ªas ver al p¨¢rroco tratando de frenar los maleficios lanzando sus zapatos bendecidos desde el campanario.
Otro momento culminante fue cuando los encapuchados esbirros y verdugos de Antoni Vila i Savassona, el gobernador general, arrastraron la jaula en que llevaban a Elisabet Mart¨ª y la colgaron del cable de una gr¨²a, pataleando a una altura escalofriante mientras se estrangulaba. Yo soy ni?o y no es solo que no duermo en un mes, es que me vuelvo a hacer pip¨ª en la cama. Pese a que Viladrau es un activo n¨²cleo del proc¨¦s, con lazos hasta en la sopa (de casta?as), no hubo ninguna referencia expl¨ªcita por parte de las brujas. Tampoco al hecho de que el pueblo tiene a dos de sus veraneantes entre los presos m¨¢s famosos de la historia reciente: Joaquim Forn e I?aki Urdangar¨ªn.
Falt¨® un poco de sexo. Las ceremonias de las brujas inclu¨ªan ¨Cseg¨²n sus confesiones¨C alguna escena subida de tono (¡°i ballat hagu¨¦rem lo dimoni tingu¨¦ tractes carnals ab totes nosaltres i lo bes¨¤rem lo detr¨¢s¡±). Es cierto que el espect¨¢culo era para todos los p¨²blicos. Acabado el Ball, fue un atractivo a?adido compartir una crepe en la plaza mayor con ¡°lo dimoni¡± (tan parecido al Joan Creus), que segu¨ªa llevando su par de cuernos de impala, que parec¨ªan sacados de la sala de trofeos de otro vecino, Eugenio. En el ep¨ªlogo de la funci¨®n, la jefa de las brujas advirti¨® que las hechiceras se marchaban pero que la noche es y ser¨¢ siempre suya, as¨ª que habr¨¢ que seguir su consejo y dormir con un ojo abierto.
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