La sombra del violador
La idea de que un agresor sexual reincidente se instale cerca cuando sale de prisi¨®n asusta a los vecinos
¡°?Es por lo del violador ese, no?¡±, pregunta la empleada de un estanco de una localidad barcelonesa. A ella tambi¨¦n le ha llegado. Dicen que el conocido como el segundo violador del Eixample, Alejandro Mart¨ªnez Singul, vive en el cajero que tiene al lado. Pero ella nunca le ha visto. La informaci¨®n empez¨® a correr hace dos semanas, como corre ahora todo: por las redes sociales, de whatsapp en whatsapp, de post de Facebook en post de Facebook, de pantalla en pantalla hasta alertar y preocupar a todo el vecindario.
El cajero en cuesti¨®n es grande, hace esquina, y est¨¢ muy cerca del metro. No s¨¦ si es un buen cajero para dormir en ¨¦l, nunca me lo he planteado, tengo el privilegio de usarlos solo para sacar dinero. Quiz¨¢, un punto a favor ser¨ªa que estuviese cerca de un comedor social. Es el caso. O eso dice Google Maps, que es como se buscan ahora las cosas. Para estar segura, pido ayuda a una monja que regresa de hacer la compra. Ella no sabe qui¨¦n es Mart¨ªnez Singul, pero s¨ª puede guiarme hasta el comedor social: todo recto, pasando el mercado, que est¨¢ cerrado, y un poco m¨¢s abajo, en el interior del monasterio, est¨¢ el comedor.
Son indicaciones f¨¢ciles, incluso para m¨ª, y los r¨®tulos de la puerta no dejan margen de duda: comedor social y centro de acogida diurna. Por error, llamo al timbre de las monjas clarisas. Por suerte, nadie responde. Pruebo de nuevo, ahora con el timbre bueno. Una joven me informa de que en el comedor no saben nada de Mart¨ªnez Singul. Aunque si lo supiesen, advierte tras las rejas de la puerta, tampoco podr¨ªa dec¨ªrmelo. Su respuesta suena sincera.
Alejandro Mart¨ªnez Singul fue apaleado en un cajero en Barcelona. Su fantasma recorre otras ciudades
Sigo calle abajo, caminando por los alrededores, aprovechando que la lluvia ha dado un poco de tregua, hasta que topo con una pareja de jugadores de ajedrez. La partida, que mantienen bastante avanzada, se juega en la acera, sobre unos cartones, y coronada por un vaso de pl¨¢stico para las propinas. En el interior hay algunas monedas, pero tampoco muchas.
¡°?C¨®mo es?¡±, me pregunta el m¨¢s delgado de los dos, sin perder de vista el tablero. Por mi descripci¨®n, probablemente poco precisa, solo le viene a la cabeza un anciano con problemas de est¨®mago, dice, pero no cuadra con el perfil de Singul. Los ajedrecistas no han coincidido con ning¨²n ?lex, ni Alejandro, calvo y con un pesado expediente de violaciones a sus espaldas. Aunque el historial delictivo, y m¨¢s de ese estilo, no debe ser algo que se cuente, tampoco en la calle. ¡°?Nos dejas algo? Es para la cena¡±, interrumpe mis pensamientos uno de los ajedrecistas, moviendo el envase de un Yatekomo, cuando ya me iba.
Sigo hasta la biblioteca, que tampoco est¨¢ lejos. Pienso que es un buen sitio cuando no se tiene ad¨®nde ir: no hace fr¨ªo, est¨¢ llena de historias y tiene conexi¨®n a Internet. Observo atenta, busco entre los ordenadores, las estanter¨ªas y me asomo al ba?o. No detecto a nadie que se parezca a Mart¨ªnez Singul.
Por suerte, no estoy sola en mi misi¨®n. La posibilidad de que Singul corra por las calles ha provocado tal alarma en la ciudad que la polic¨ªa local le ha buscado tambi¨¦n. Pero no est¨¢. No hay ning¨²n indicio de que el violador haya recalado all¨ª. A pesar de eso, todav¨ªa circula un post en las redes sociales, por esas por las que corre todo hoy en d¨ªa, alertando de la presencia del segundo violador del Eixample ilustrado con una foto de alguien que no es ¨¦l.
La sombra de los violadores es siempre alargada. La salida de prisi¨®n en 1998 del primer violador del Eixample, Francisco L¨®pez Ma¨ªllo, provoc¨® la reacci¨®n de los vecinos de su barrio del Raval, que ahora est¨¢ tan en boca de todos. No hab¨ªa redes sociales, pero valieron unos cuantos carteles hechos a mano advirtiendo de su presencia para que se fuese. L¨®pez Ma¨ªllo, que cumpli¨® 14 a?os de los 592 a?os a los que fue condenado por violar a 29 mujeres, se mud¨® de continente y se instal¨® en Santo Domingo. Solo volvi¨® a Catalu?a cuando estaba a punto de morir de una enfermedad degenerativa, a los 37 a?os. Era 2001.
El reci¨¦n excarcelado Gregorio Cano, conocido como el violador de La Verneda, ha visto c¨®mo sus vecinos, personas con las que hab¨ªa compartido panader¨ªa, parques y colegio, se manifestaban frente a la puerta de sus padres, con quienes se instal¨® al salir de prisi¨®n, en protesta por su liberaci¨®n. Cano fue condenado a 167 a?os por 15 violaciones y 2 tentativas. Cumpli¨® 20 a?os de c¨¢rcel.
El propio Singul tuvo que irse a Perpi?¨¢n la primera vez que sali¨® en libertad, en 2007. Hab¨ªa cumplido 16 a?os de prisi¨®n de una condena de 65 por violar a 10 menores de entre 10 y 15 a?os e intentarlo en 4 casos m¨¢s. En Francia, donde lo tutelaba una monja, fue condenado por exhibir los genitales a una menor. Al volver a Espa?a, la presi¨®n vecinal le expuls¨® de Lloret de Mar, de una casa de su t¨ªa, y de La Llagosta, donde viv¨ªa su madre. En 2009 reingres¨® en prisi¨®n por intentar agredir sexualmente a una ni?a de 12 a?os, con la que se meti¨® en un ascensor. Antes fue multado por masturbarse ante dos j¨®venes y perseguirlas. En su nueva etapa en prisi¨®n, se someti¨® a la conocida como castraci¨®n qu¨ªmica y en 2013 recuper¨® la libertad. El pasado mes de febrero, un juez de Mollet del Vall¨¨s dict¨® una orden de alejamiento para que Singul no pueda acercarse a su madre ni al marido de esta, acusado de un delito de lesiones.
No es la primera vez que busco a Singul por los cajeros. En junio, le apalearon despu¨¦s de reconocerlo en uno en el que dorm¨ªa, entre L¡¯Hospitalet y Barcelona. Cuando fui a su encuentro, ya se hab¨ªa ido. Por ahora, sigo tras sus pasos. Me gustar¨ªa preguntarle c¨®mo se reinserta alguien que ha causado tanto dolor en una sociedad que le tiene miedo y le quiere lejos.
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