La vida sigue igual
Que a causa del pacto S¨¢nchez-Casado se haya conocido el nombre de quien ha de presidir el Poder Judicial antes del listado de los miembros del organismo que debe votarle, es otra muestra de zafia gesti¨®n
No aprenden. Pasan los a?os, las legislaturas, el tiempo y sus enmiendas. Nos dicen que toman nota, que escuchan el clamor de la calle. Insisten en que todo debe cambiar, que la ejemplaridad ha de imponerse a la impostura, la transparencia a las maniobras debajo de la mesa. Persisten en que debemos preocuparnos por el auge de los movimientos radicales, de derechas o de izquierdas, de partidos que se aprovechan de la democracia hurgando en sus fisuras para acabar con ella. Predican la ejemplaridad que no practican y act¨²an con el cinismo que condenan. Blanden la hipocres¨ªa que desprecian en los otros porque sigue habiendo una diferencia substancial entre lo propio y lo ajeno, lo que pueden controlar y lo que no les preocupa, si es que queda algo importante fuera de su ¨®rbita.
El poder. La pol¨ªtica canalizada a trav¨¦s de las maquinarias de los partidos y sus largos tent¨¢culos insiste en que todo debe ser distinto pero llegado el momento de la decisi¨®n, ?ay? qu¨¦ fr¨¢gil es la coherencia, que sutil la opini¨®n, que distinta la mirada y diferente la posici¨®n. No aprenden. Y quien hubiera cre¨ªdo lo contrario por fe m¨¢s que por raz¨®n, concluye que no. Que no se le pueden pedir peras al olmo.
?C¨®mo pretenden limpiarle la cara a una justicia ensombrecida por los errores de sus responsables?
Ser¨¢ la naturaleza o el ADN de la gesti¨®n p¨²blica. Ser¨¢ la obligada mirada panor¨¢mica que los dem¨¢s no tenemos. Ser¨¢ el inter¨¦s desinteresado de ceder a una presi¨®n o presionar para conseguir una cesi¨®n. Ser¨¢. Pero lo cierto es que a ojos de la ciudadan¨ªa el pol¨ªtico es este esp¨¦cimen que sigue tropezando con la misma piedra una y otra vez hasta aparecer como el descalzo en la cantera pero que quiere convencernos de su constancia por su entrega incondicional a la causa del bien com¨²n. O, en su defecto, al mal menor de su decisi¨®n.
Primero copiaron burdamente a Maquiavelo convirti¨¦ndose en aprendices de pr¨ªncipe. Despu¨¦s ridiculizaron a Montesquieu y su separaci¨®n de poderes y se pasaron a Oscar Wilde crey¨¦ndose que la ¨²nica ventaja de jugar con fuego es que uno aprende a no quemarse. Todav¨ªa no saben que ese per¨ªodo tambi¨¦n pas¨®, que aquel genio del ingenio ha sido corregido por el cambio de siglo y la facilidad para saberlo todo de todos y que las formas son fondo como insiste el experto en comunicaci¨®n pol¨ªtica Antoni Guti¨¦rrez-Rub¨ª. Que las dos caras lo son de la misma moneda y se perciben claramente mientras vuela antes de caer al suelo
Pero algo debe quedar del sentimiento de impunidad del que han disfrutado largamente. De lo contrario, habr¨ªan corregido los errores y velar¨ªan las armas de la decencia con mayor sigilo. Tampoco lo han hecho ahora con la justicia. Esa tercera pata del estado de derecho tan fatigada como las otras dos pero en la que reca¨ªan las pocas esperanzas que le quedan al ciudadano de a pie por si alg¨²n d¨ªa queda atrapado en sus redes.
Es habitual en las democracias pactar y nombrar a los m¨¢ximos responsables del poder judicial. Tambi¨¦n los de los organismos independientes. La diferencia sustancial entre nosotros es que no concurren ni el car¨¢cter vitalicio que, por ejemplo, tiene un miembro del Supremo norteamericano ni su capacidad para alejarse del prejuicio partidista que le acompa?¨® antes del nombramiento. Una consecuencia del principio de responsabilidad que ampara la ¨¦tica protestante de Max Weber.
Si a los jueces les enoja tanto la ¨¦tica como la est¨¦tica, ?qu¨¦ no debe sentir el com¨²n de los mortales?
Que a causa del pacto S¨¢nchez-Casado se haya conocido el nombre de quien ha de presidir el Consejo General del Poder Judicial antes del listado de los miembros del organismo que debe votarle, m¨¢s que una falta de respeto a los elegidos es otra muestra de zafia gesti¨®n. Porque si en teor¨ªa deben ser esas veinte personas las que elijan a su jefe, que lo ser¨¢ del Supremo, que menos que darles la oportunidad de cumplir con su obligaci¨®n con la cabeza bien alta. Tampoco. ?C¨®mo pretenden entonces limpiarle la cara a una justicia ensombrecida por los errores de sus responsables?
Los socialistas justifican que Manuel Marchena, el ungido, sea conservador con el detalle de que la mayor¨ªa del consejo ser¨¢ progresista. Los populares loan su carrera y se cuelgan la medalla de que nada cambia. A los independentistas se les vende el pacto como un cese por elevaci¨®n de quien deb¨ªa presidir la sala del juicio por el 1-O a favor de alguien menos encolerizado. Y a Podemos de que se a¨²pa al juez que acab¨® con las clausulas suelo. ?Todos contestos? No. Las asociaciones de jueces y magistrados han hablado de nuevo con una sola voz. Si a ellos les enoja tanto la ¨¦tica como la est¨¦tica, ?qu¨¦ no debe sentir el com¨²n de los mortales?
¡°Al final, las obras quedan las gentes se van. Otros que vienen las continuaran. La vida sigue igual¡±. ?Qu¨¦ l¨²cido fue Julio Iglesias!
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