Hacer del pesimismo virtud
Hay que recuperar los valores ilustrados: el control de s¨ª mismo, la empat¨ªa, el sentido social, la raz¨®n
Por qu¨¦ en Europa el pesimismo est¨¢ tan instalado entre la ciudadan¨ªa? Por supuesto, en el caso espa?ol, una mirada a la agenda pol¨ªtica y social que nos espera invita al encogimiento de hombros. Dice la racionalidad democr¨¢tica que cuando ha estallado un conflicto, cuando cada cual ha hecho ya acopio y exhibici¨®n de sus propias fuerzas y se ha entrado en fase de estancamiento, es imperativo crear las condiciones para un acuerdo y preparar a la opini¨®n p¨²blica, para buscar una salida pactada. Si fuera as¨ª, cabr¨ªa pensar que pasado el trance del juicio al independentismo se encontrar¨ªan los mecanismos suficientes para entrar en una senda que nos sacara del fango. Pero estamos en el escenario opuesto: la derecha s¨®lo quiere la derrota del independentismo, el independentismo se resiste a revisar sus mitos -el mandato del 1 de Octubre y la proclamaci¨®n fallida de la Rep¨²blica, y son pocos los que hacen pedagog¨ªa para que la sociedad asuma una soluci¨®n negociada. La prueba de salud de una democracia es la capacidad de hacer del conflicto un trampol¨ªn de futuro y hoy, aqu¨ª, se mira demasiado al pasado.
Pero m¨¢s all¨¢ de cada caso concreto, las encuestas constatan que el pesimismo est¨¢ profundamente anclado en toda Europa. De nada sirve el empe?o de los poderes econ¨®micos para convencernos que estamos mejor que nunca y que las ciencias adelantan que es una barbaridad, ni tampoco los esfuerzos de un grupo de intelectuales convertidos en cantores del mejor de los mundos posibles, con Steven Pinker a la cabeza. Los datos objetivos sobre los que pretenden fundamentar su optimismo: el aumento de la esperanza de vida, la reducci¨®n de la pobreza extrema, o la cuasi desaparici¨®n del analfabetismo, por ejemplo, no son suficientes para cambiar el ¨¢nimo de la ciudadan¨ªa. Es la debilidad del argumento estad¨ªstico: los n¨²meros impiden ver a las personas. Y, seg¨²n parece, para el que se lo mira desde la simplificaci¨®n num¨¦rica es dif¨ªcil entender que, sin embargo, la insatisfacci¨®n crece.
Se nos pinta un futuro que nos condena a ser v¨ªctimas del control de los algoritmos y de de unos poderes que escapan a nuestra vista
?Por qu¨¦? Por la desaparici¨®n de la idea de progreso como emancipaci¨®n, por una desigualdad abismal en el reparto que deja a la mitad de la poblaci¨®n sin opciones de mejora, y por la destrucci¨®n de las relaciones comunitarias (tarea en que las redes sociales juegan un papel muy importante) Progresamos en sociedad. Y es en com¨²n que se pueden crear expectativas que nos saquen de la inseguridad y del desconcierto, que son el terreno abonado para el cultivo del miedo, arma preferida de los poderosos.
Vivimos en una cultura dist¨®pica. Los relatos sobre el mundo que nos espera, han dado vacaciones a la esperanza: se nos pinta un futuro en que estamos condenados a ser v¨ªctimas del control de los algoritmos, de la destrucci¨®n del planeta y de los designios de unos poderes globales que escapan a nuestra vista. Es cierto que la mayor¨ªa de episodios de globalizaci¨®n que el mundo ha conocido, han generado crisis de confianza. El pesimismo viene de la p¨¦rdida s¨²bita de los marcos de referencia y de la desaparici¨®n de las expectativas de futuro para gran parte de la poblaci¨®n. Lo primero, da p¨¢bulo a la restauraci¨®n reaccionaria; lo segundo, frena las ambiciones que conducir¨ªan al futuro. El malestar es disperso, cuesta darle consistencia y sentido: ?contra qui¨¦n? ?Para qu¨¦?. El cinismo se instala y los demagogos de la extrema derecha cubren impunemente el vac¨ªo que han dejado los dirigentes pol¨ªticos y sociales. Y lo hacen con el regreso a los valores de un siniestro pasado.
Estoy de acuerdo con Steven Pinker que hay que recuperar los valores ilustrados: el control de s¨ª mismo, la empat¨ªa, el sentido social, la raz¨®n. Y tambi¨¦n lo que yo llamo las instituciones morales del hacer p¨²blico: la ejemplaridad, la autoridad (y no el autoritarismo vulgar que rige hoy), el respeto a las personas, la pluralidad, la libertad (m¨¢s oportunidades, menos prohibiciones) y el valor de la palabra. Pero me temo que en el mejor de los mundos posibles estos valores est¨¢n de vacaciones. Y es razonable que la gente, agotada por la experiencia de las promesas ilimitadas de los a?os nihilistas que les colocaron ante el muro de la crisis, est¨¦ hastiada y desconfiada. Hagamos de este pesimismo -que tiene mucho de toma de conciencia- virtud para ganar el futuro, antes de que la nueva derecha liquide la democracia.
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