Fantasmas
Cada semana, una foto de un rinc¨®n de Madrid
Delante de la vidriera lucen las perchas del H&M. Pero, si se fijan, los ropajes cubren la materia inasible de los fantasmas que habitaron las m¨²ltiples ficciones del Cine Avenida. Fue un cad¨¢ver m¨¢s de la Gran V¨ªa. A su lado, el Palacio de la M¨²sica duerme vac¨ªo el sue?o de los justos. La reforma de Carmena tiene que conformarse con casinos, tiendas de ropa, hoteles y agentes de cambio. Cines, los que resisten en la cuesta hacia la Plaza de Espa?a. Pocos. Menos mal que se salvan los teatros. Se impone el precio que exige la ciudad de Mahagonny, en mitad de esta megal¨®polis entregada a su ¨®pera de cuatro cuartos. Pero los fantasmas perviven entre los claroscuros tecnicolor de las vidrieras como una ilusi¨®n de materia inasible, a medio camino entre el g¨®tico y los templos anulados de celuloide. Cuando cierran, cogen prestado el vestuario y montan una fiesta junto a los restos del antiguo Pasapoga, que estaba en los s¨®tanos. Retan con conjuros la mayor censura de todas: la ley de la oferta y la demanda. Tanto vendes, tanto puedes alquilar. Un inmueble es hoy un s¨ªmbolo que pone patas arriba cualquier atisbo de romanticismo y contra eso no se resignan los fantasmas del Avenida, ni en rebajas. Los pol¨ªticos quisieron sacrificarlos en pos de la uniformidad de la moda global, pero no tragan. Muchos clientes apenas saben que una vez hubo all¨ª un cine. Cuando descuelguen las prendas y en la caja les quiten el seguro antirrobo, los cachondos espectros correr¨¢n a enfundarse otro modelo.
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