¡°?Transgresor, yo? ?Pero si soy un complaciente cabaretero!¡±
El asturiano Rodrigo Cuevas inaugura el festival Inverfest con su desparpajo rural de trasfondo serio
Salta a la vista: Rodrigo Cuevas (Oviedo, 1985) es todo un personaje. Pero no un farsante, mucho cuidado. No hay nada de parip¨¦ en su figura, porque es todo lo que aparenta y representa: m¨²sico, folclorista, amante de la vida rural, homosexual abierto y militante, naturista, antiguo okupa, amante de lo estrafalario. Como ¨¦l mismo resume con un gui?o al famoso c¨®mic, una perfecta "moderna de pueblo". Cualquiera lo catalogar¨ªa de transgresor, porque le encanta provocar, divertir, sacudir conciencias, avivar el desconcierto, pero ¨¦l aparenta sorpresa cuando se le sugiere. Y con el gesto m¨¢s c¨¢ndido que es capaz de adoptar, corrige: "?Transgresi¨®n? Qu¨¦ va. Yo soy un complaciente cabaretero. Nada me gusta m¨¢s que complacer al p¨²blico; solo que el p¨²blico a veces a¨²n no sabe que quiere ser complacido de esta manera¡".
Cuevas ha pasado por Madrid para ultimar los preparativos de El mundo por montera (el espect¨¢culo con el que el pr¨®ximo 10 de enero, en el Teatro Barcel¨®, dar¨¢ comienzo la excelente programaci¨®n del sexto festival Inverfest), pero por lo general pasa los d¨ªas en la rec¨®ndita aldea de La Motosa, integrada en Pilo?a, un ya de por s¨ª remoto concejo del interior oriental asturiano. All¨ª encontr¨® la horma a su zapato, rodeado de panderetas, reba?os, prados infinitos, regatos y monta?as. Se present¨® a los otros seis vecinos que integran el lugar, plantific¨® una bandera arco¨ªris a la entrada y se puso a trabajar en las cuatro canciones que integraban Prince of Verdiciu (2016), su EP de debut.
Nadie le mir¨® raro ni le torci¨® el gesto. Es m¨¢s, los vecinos de Pilo?a acabaron fletando hace unos meses un autob¨²s para asistir a su estreno en el solemne Teatro Campoamor de la capital ovetense. "Hace poco se me acerc¨® un paisano de la zona, un hombre de unos 70 a?os", relata, emocionado, "para decirme que estaba orgulloso de m¨ª y pedirme que nunca dejara de ser como soy. Me confes¨® que ¨¦l hab¨ªa tenido que casarse con una mujer, por aquello de las apariencias, y emigrar luego a ?msterdam para vivir con naturalidad su condici¨®n sexual. Ahora no podemos permitirnos una vuelta atr¨¢s".
?l nunca tuvo problemas en ese sentido. O los tuvo, en realidad, pero no consinti¨® que le doblegaran. "Claro que en el cole sufr¨ª mucho bullying, desde siempre, por maric¨®n. Pero la verdadera grisura estaba en aquel Oviedo del alcalde Gabino de Lorenzo, todo un canciller. Ese hombre prohib¨ªa hasta los conciertos, solo ve¨ªas gente aburrida por la calle¡".
Rodrigo se refugiaba en el teclado que le trajeron los Reyes y en las clases del Conservatorio, donde qued¨® el primero en las pruebas de acceso, pero acabar¨ªa poniendo pies en polvorosa camino de la cosmopolita Barcelona. All¨ª vivi¨® en una casa okupa, so?¨® con la justicia social y los derechos humanos, ejerci¨® como m¨²sico ambulante tocando en la calle la tuba junto a una acordeonista. Y tampoco se adapt¨®. Demasiado individualismo. Demasiada gente de paso.
Un novio gallego recondujo sus pasos hasta Santiago de Compostela. Y de ah¨ª, a una parroquia diminuta de A Lama, en el interior pontevedr¨¦s. "Llevaba 13 a?os de Conservatorio y no quer¨ªa ni m¨¢s ciudad ni m¨¢s estudios reglados", resume. "En A Lama fue donde las parroquianas me ense?aron de verdad a tocar la pandereta y me trasmitieron cantares de siega. Esas cosas solo se aprenden de verdad en la aldea, no hay ninguna academia que las imparta". Con todo, Cuevas nunca ha querido integrarse en las corrientes mayoritarias de la m¨²sica celta, que en sus a?os mozos gozaba de gran popularidad. "Yo viv¨ª aquella eclosi¨®n de los festivales de Lorient o Celtic Connections. Incluso toqu¨¦ la gaita en una banda de cuando se hizo tan famoso Hevia, que ahora es el jefazo de la SGAE, f¨ªjate t¨². Pero no me acababa de creer todo aquello. Proliferaban las vocalistas que cantaban como hadas. A m¨ª me gustaban m¨¢s las se?oras tocando el tambor¡".
A Cuevas le divierte que se le recuerde su condici¨®n generacional de millenial, porque se sabe un hombre extempor¨¢neo. "Deber¨ªa haber nacido hace 150 a?os y llevar muerto ya cerca de un siglo", se sincera. "Hay que estar m¨¢s en contacto con la muerte. En las ciudades no queremos ni pensarlo, pero en el pueblo se te mueren a diario los gochos, los corderos o las cabras, todo se comprende mejor. A m¨ª, desde luego, que me velen en mi casa y luego me entierren en un prado verde, por donde paste el ganado¡". No pretende idealizar un mundo que ya casi ni existe, pero lo compara con las urbes modernas y el egocentrismo de la posmodernidad le subleva. "Habr¨ªa preferido vivir en caba?as en medio del monte, rodeado del ganado y de mozos j¨®venes, montando a caballo desnudo y bajando en pelota picada a ba?arme al r¨ªo. ?Bueno, esto ¨²ltimo a¨²n s¨ª que se puede hacer!". Y, claro, se troncha mientras un amigo con el que ha coincidido en Madrid avala la veracidad del dato: "?Doy fe!".
Y a todo esto, ?a qui¨¦n le gusta esa suerte de electrocabaret folcl¨®rico, despendolado, exhibicionista y visceral que ha patentado Rodrigo Cuevas? ?Qu¨¦ clase de fauna urbana debemos esperar en la cola del Barcel¨® este pr¨®ximo d¨ªa 10? "?Uy, no tengo un p¨²blico definido!", presume. "A m¨ª me vienen a ver se?oras, ni?os, pijos, macarras, ganaderos o jipis. Nunca nadie sali¨® escandalizado de un espect¨¢culo m¨ªo. Y no me limito al mariconeo o al petardeo, siempre les advierto a los programadores que lo m¨ªo es un compromiso muy serio con el saber popular. No busco solo vender entradas, sino decir cosas con las que hagamos crecer a la humanidad. Que las coplas del pueblo vuelvan al pueblo".
El mayor problema, y Rodrigo Cuevas lo sabe bien, pasa por el contraste entre ese contenido trascendental y el continente chill¨®n, a veces chirriante. "Algunos m¨²sicos a¨²n no me toman en serio", reconoce el asturiano, "sienten muchas reticencias. Pero me da igual. Es m¨¢s, me gusta". ?Por la transgresi¨®n, quiz¨¢s? "No. Porque nunca me ha gustado impresionar a nadie desde el primer momento. Ahora son muchos los artistas que se presentan muy inflados, con producciones cibern¨¦ticas, y luego terminan siendo un bluf. Es muy f¨¢cil creerse una pompa, pero luego vas a verlos y resultan ser un pomp¨ªn¡".
Inverfest, m¨²sica a raudales para emprender la cuesta de enero
Enero ha sido tradicionalmente, si exceptuamos el p¨¢ramo de agosto, el mes m¨¢s romo y anodino para la m¨²sica en directo en Madrid. Inverfest naci¨® en 2015 como un peque?o ciclo de conciertos nacionales en el Teatro Circo Price para paliar esa carencia, pero a la altura de esta quinta edici¨®n ha crecido de modo exponencial.
La decena escasa de actuaciones en las primeras entregas se eleva ahora a 40 citas que acaparan buena parte de la actividad en la capital desde ma?ana (Rodrigo Cuevas, Noche de cantautores en El Sol) hasta el 7 de febrero. En total ser¨¢n 18 conciertos grandes en el Price (19, si tenemos en cuenta que Morgan han logrado programar una segunda fecha); 11 en el Teatro Barcel¨®, de aforo intermedio, y 7 en El Sol para p¨²blicos m¨¢s restringidos (hasta 300 espectadores). A ello hay que unir las cuatro citas dominicales del Price para p¨²blicos de todas las edades (Inverfest New Rockers, propuestas ideales para que los ni?os vayan aficion¨¢ndose al pop en vivo) y, como novedad absoluta, dos veladas po¨¦ticas en El Sol y un minifestival de cine con cuatro proyecciones en La Nevera.
Las citas del Price se vuelven este a?o internacionales (el cubano Pablo Milan¨¦s, la portuguesa Dulce Pontes, el argentino Fito P¨¢ez, un homenaje colectivo a Bowie) e incluyen desde conciertos ideados espec¨ªficamente para el festival (Albert Pl¨¢, jueves 17) a presentaciones absolutas en Madrid de nuevos discos (Rayden, Second, Maldita Nerea) o artistas con gran tir¨®n popular en la ciudad (Marwan, Carlos N¨²?ez, Rev¨®lver, Pedro Guerra). En Barcel¨® sobresalen Sr. Chinarro, Kiki Morente o Zelada; y en El Sol, Jim Jones, The Crab Apples o Nixon. Toda la informaci¨®n se ir¨¢ actualizando en la web inverfest.com.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.