Dejad de tocarle las tetas a Julia
Dos d¨ªas despu¨¦s del 8 de marzo, fui a contarle a la estatua, se llame Concepci¨®n o se llame Julia, que gracias a chicas como ellas ahora somos millones
El resac¨®n de Las Vegas es una birria comparado con el que tengo encima tras el 8M. A¨²n no he vuelto a mi ser. Como el subid¨®n no me bajaba y me apetec¨ªa compartirlo, el domingo me fui a cont¨¢rselo a mi vecina Julita.
Julia es una chavala de bronce oscurecido, apoyada en plan chulo en una fachada de la calle del Pez, casi esquina con San Bernardo. Casi nadie sabe qui¨¦n es, y es imposible saberlo ni siquiera leyendo el insulso cartelito que la acompa?a: ¡°Homenaje a la antigua Universidad de Madrid. Esta escultura fue inaugurada el d¨ªa¡ bla, bla, bla¡ gracias a bla, bla, bla¡ Obra de Antonio Sant¨ªn¡±.
La escultura se titula Tras Julia. Es una estudiante con melenita corta, blusa muy ligera con los hombros descubiertos, falda por encima de las rodillas y sandalias. Muchos de los que pasan por su lado le tocan las tetas. Es lo ¨²nico que brilla.
Parece contempor¨¢nea, pero Julia no es de este siglo. Ni siquiera del anterior. Julia es una alumna de mediados del XIX que estudi¨® a escondidas, disfrazada de alumno y esquivando zancadillas en la antigua Universidad Central de Madrid. Julia era chica, y las chicas ten¨ªan prohibido estudiar. Julia ni siquiera se llamaba Julia; as¨ª la bautiz¨® el artista porque para eso la imagin¨® ¨¦l. Faltar¨ªa...
Puede que Julia fuera Concepci¨®n Arenal, la joven que, para poder estudiar Derecho all¨ª mismo, justo donde est¨¢ apoyada su r¨¦plica en bronce, tuvo que cortarse el pelo y vestirse con levita y sombrero de copa para parecer un hombre. Por supuesto que la acabaron pillando, porque aquella farsa ten¨ªa los d¨ªas contados, pero insisti¨® hasta el aburrimiento y le arranc¨® al rector el permiso para seguir asistiendo a clase como oyente. Solo tuvo que cumplir unas condiciones: entre clase y clase, ten¨ªa que esperar aislada en un cuarto de la universidad, donde la recog¨ªan y la dejaban los profesores de cada materia; y en el aula se mantendr¨ªa en la tarima, apartada de los alumnos. Si los estudiantes se hubieran sentado cerca de una veintea?era con aspiraciones a ser abogada, qui¨¦n sabe lo que podr¨ªa haber ocurrido. Ya se sabe, van provocando. Quien evita la ocasi¨®n, evita el peligro.
Concepci¨®n Arenal (?Julia?) pudo licenciarse en Derecho, aunque lo de ejercer ya fue otra historia. Ni en broma. Y se muri¨® sin verlo. Hasta que lleg¨® otro hist¨®rico 8 de marzo, el de 1910, cuando se public¨® la ley que permit¨ªa a las mujeres matricularse en todas las universidades espa?olas sin trabas, sin tener que pegarse con medio mundo para estudiar, y luego con el otro medio para doctorarse y ejercer.
Y yo fui a contarle a la estatua, se llame Concepci¨®n o se llame Julia, que gracias a chicas como ellas ahora somos millones. Dejen de tocarle las tetas, que bastante le tocaron los cojones.
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