La ciudad perdida de los falleros
El barrio de Valencia que el franquismo construy¨® para albergar los talleres se va quedando sin artistas
Al noroeste de Valencia, frente al id¨ªlico paisaje de la huerta de Poble Nou del que le separa una autov¨ªa urbana de 10 carriles, se alza la Ciudad Fallera, el barrio construido por el franquismo en los a?os sesenta para reunir a los artesanos que hac¨ªan las fallas y que, tras unas d¨¦cadas de esplendor, se encuentra sumido en una crisis existencial. De las 50 naves del pol¨ªgono donde se instalaron entonces, hoy solo 20 est¨¢n ocupadas por artistas falleros. El resto se destinan a actividades tan dispares como almacenes de productos congelados, empresas de maquinaria agr¨ªcola e incluso un imprevisto templo sij.
Los bloques de viviendas baratas que se levantaron junto al pol¨ªgono para absorber a integrantes de la gran ola de inmigraci¨®n de otras zonas de Espa?a que recibi¨® la ciudad entre 1969 y 1981, cuando la poblaci¨®n de Valencia aument¨® un 50%, pasando de 505.066 a 751.734 habitantes, en lo que constituy¨® el reverso del ¨¦xodo rural, acusan, adem¨¢s, las consecuencias del urbanismo de baja calidad con el que fueron dise?adas.
?Tiene un futuro la Ciudad Fallera digno de tal nombre? El arquitecto y urbanista Rafael Rivera cree que s¨ª, aprovechando la oportunidad abierta por la declaraci¨®n de la fiesta Patrimonio de la Humanidad. Pero para ello, se?ala, ser¨ªa necesario reformar a fondo el barrio para hacerlo m¨¢s habitable y atractivo; potenciar en los talleres una producci¨®n paralela a la de las fallas, y encontrar la f¨®rmula para que el proceso de fabricaci¨®n de las figuras fuera visitable por los ciudadanos y los turistas que de forma creciente recibe Valencia. Unos objetivos que comparte Ximo Esteve, secretario general del Gremio de Artistas Falleros y due?o de uno de los talleres del pol¨ªgono.
¡°Desde el punto de vista de la organizaci¨®n urban¨ªstica, el barrio es nefasto. La zona residencial que empez¨® a construirse en los sesenta necesita una reurbanizaci¨®n completa que entienda la movilidad y el espacio p¨²blico de manera diferente. Pero al menos tiene vida urbana. La gente va por la calle, hay comercios. La parte del barrio construida en los ¨²ltimos a?os es al rev¨¦s. La forman grandes avenidas con grandes edificios, pero no hay bajos comerciales ni apenas vida colectiva. Y luego est¨¢ el pol¨ªgono, que hay que singularizarlo. No tiene sentido que se llene de cerrajer¨ªas o empresas de transporte. Si no se traslada a otro sitio, como alguna vez se ha planteado, habr¨ªa que evitar la dispersi¨®n. Los artesanos falleros deben ser el hilo conductor del proceso y la garant¨ªa de evoluci¨®n de la fiesta¡±, afirma Rivera, que ha tenido mucho contacto con el gremio. En 1990 construy¨® con el artista Manolo Mart¨ªn la enorme figura de Gulliver instalada en el Jard¨ª del T¨²ria.
Ximo Esteve recuerda que hasta los sesenta los artesanos fabricaban las fallas donde pod¨ªan: naves abandonadas, antiguos conventos y otros lugares bohemios. El gremio inst¨® la construcci¨®n de un pol¨ªgono espec¨ªfico, y el r¨¦gimen, interesado en institucionalizar una fiesta popular caracterizada hist¨®ricamente por su irreverencia, accedi¨® a construirlo.
El pol¨ªgono vivi¨® un periodo dorado. Los due?os de los flamantes talleres, originalmente pintores, decoradores y artesanos de otras disciplinas hac¨ªan fallas. Pero tambi¨¦n ten¨ªan mucho trabajo alternativo construyendo expositores para la Feria de Muestras de Valencia, entonces en auge. Y recib¨ªan encargos de los parques tem¨¢ticos que iban abriendo desde Par¨ªs, con Eurodisney, a Madrid, Warner, pasando por Benidorm, con Terra M¨ªtica. La gesti¨®n de los talleres estaba poco profesionalizada, pero ten¨ªan la singularidad de que eran negocios familiares que colaboraban. Si un artista no daba abasto con un trabajo, ced¨ªa una parte a los vecinos. Si necesitaba ayuda en una parcela que no dominaba, llamaba a la puerta del vecino.
El motor econ¨®mico de Feria Valencia, sin embargo, se grip¨®. Acab¨® la construcci¨®n de parques tem¨¢ticos. La crisis hizo caer el presupuesto de las fallas y atrajo al sector a mano de obra dispuesta a trabajar por menos. El descubrimiento de nuevos materiales m¨¢s d¨²ctiles, a?ade Esteve, en vez de servir para reducir el coste de producci¨®n, hizo simplemente que se construyeran m¨¢s grandes. Y de ese modo las naves de la Ciudad Fallera fueron resultando peque?as y caras. Muchos se han marchado, dice Esteve. ¡°A N¨¤quera, a Riba-roja, a La Pobla de Vallbona... Tengo un amigo que pagaba 800 euros aqu¨ª por una nave de 300 metros y ahora paga 800 por una nave de 2.000 metros en Paterna. Es normal, mi nave, si un d¨ªa decido venderla, quiero que la compre quien m¨¢s me d¨¦, y no va a ser nunca un artista fallero¡±.
Hacerlo un lugar atractivo
Las naves que componen el pol¨ªgono de la Ciudad Fallera no tienen un gran inter¨¦s tomadas de forma individual, pero como conjunto arquitect¨®nico s¨ª lo tienen, afirma el urbanista Rafael Rivera.
Ximo Esteve cree que el turismo puede ayudar a rentabilizar los talleres falleros y a conservar su ciudad. ¡°Pero para hacerla atractiva es necesario adecuar las naves, pintarlas con otros colores. Establecer unas horas para ense?ar el taller y cu¨¢nto te pagar¨¢n. Y para ello necesitamos una autoridad que lo gestione. Nosotros no tenemos capacidad econ¨®mica ni intelectual para hacerlo¡±, afirma el secretario general del Gremio de Falleros, que lamenta que el Ayuntamiento no haya puesto en marcha el plan que anunci¨® al principio de legislatura.
Esteve admite que hace falta tambi¨¦n un museo en condiciones. El que ahora gestiona el gremio es m¨¢s bien un almac¨¦n de ninots indultados, sin vertiente did¨¢ctica ni alma. Rivera apunta que podr¨ªa transformarse en un museo de actividad, donde los artistas muestren c¨®mo se hace una falla haci¨¦ndola, y que cada semana o mes, se queme.
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