Hopper desubicado
Cada semana, una fotograf¨ªa de Madrid
Cualquiera dir¨ªa que a Ra¨²l Cancio le ha entrado un ataque de Eduard Hopper. Ese rastreo de figuras, rostros y encuadres regado de sabidur¨ªa y buenos referentes se lo puede provocar. En este caf¨¦ de la Costanilla de los ?ngeles ha recalado esta semana el fot¨®grafo. Justo en la calle donde Eduardo Arroyo pintaba cuando viv¨ªa en Madrid y ten¨ªa ¨Ctiene a¨²n- su estudio. Podr¨ªamos trazar ciertos paralelismos. Pero la desolaci¨®n enfangada en la soledad de Hopper poco ten¨ªa que ver con la iron¨ªa festiva y tr¨¢gica de Arroyo. Este rinc¨®n de Madrid que se bifurca entre Callao y Santo Domingo viene a ser una calle de pintores para una escena que busca ser reflejada. Como esta en que se ve a dos mujeres con s¨ªntomas de fatiga, tom¨¢ndose un respiro en su deambular. ?Madre e hija? ?Amigas? La m¨¢s entrada en a?os despide un reflejo dorado en sinton¨ªa con un bolso medio exhausto, cuyo color exacto no atinamos a discernir. La mujer que se tapa el rostro apenas muestra lo confluencia de su nariz con las cejas para dejar patente en la misma medida cierto misterio y una nada desde?able porci¨®n de hartazgo. La firmeza de su contertulia contrarresta en buena medida su actitud. Si son turistas, pareciera que la ilusi¨®n del viaje debidamente preparado ha dado paso a la urgencia de regresar a sus casas. Ya casi nunca nos encontramos en el lugar que queremos. Hopper lo sab¨ªa. Cancio parece querer darle la raz¨®n. El caso es que ambos nos muestran con que empe?o tratamos de sobrevivir desubicados.
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