Vivir invadido por un 90% de turistas
El Ayuntamiento inspeccion¨® 502 edificios en 2018 donde encontr¨® 1.729 viviendas tur¨ªsticas. El PA?S visit¨® los 10 con menor porcentaje de vecinos
Daniel Zamorano cre¨® un espacio ideal para dejar volar su imaginaci¨®n de dise?ador. Un lugar zen, ordenado, lleno de post-it con mensajes trascendentales, en el que deb¨ªa brotar la creatividad y el ingenio que le diferenciara en un mundo laboral salvaje. La realidad es que acab¨® viviendo entre maletas, extra?os y camareras de piso. Un forastero en su propio hogar.
Zamorano vive en el bajo de un edificio de la calle de la Encomienda, en el centro de Madrid, destinado casi ¨ªntegramente al alquiler tur¨ªstico. El suyo y otros dos m¨¢s ¡ªun jubilado con renta antigua y la madre de un beb¨¦¡ª son los ¨²nicos pisos de viviendas de un total de 15. Cada uno a su manera, han resistido a una horda de turistas que a veces llegaban de fiesta cuando ellos se acababan de levantar.
El Ayuntamiento inspeccion¨® durante 2018 un total de 502 edificios, 27 de los cuales hab¨ªan alcanzado ya el 100% de ocupaci¨®n de viviendas tur¨ªsticas. EL PA?S ha visitado los 10 inmuebles donde sobrevive el menor porcentaje de vecinos, que se encuentran en un radio de cinco kil¨®metros, repartidos entre los barrios de Justicia, Embajadores, Malasa?a y Palacio, de acuerdo a los datos municipales.
A menudo, los pocos residentes que contin¨²an en estos lugares tuvieron la sensaci¨®n de que el centro ya no era un lugar para ellos, que se hab¨ªa convertido en un sitio de visita, donde se viene y se va y no necesariamente se vive. La tentaci¨®n de abandonarlo fue fuerte. La aprobaci¨®n el mi¨¦rcoles del Plan Especial de regulaci¨®n de las viviendas tur¨ªsticas del Ayuntamiento, con el que se podr¨ªan cerrar m¨¢s de 10.000 pisos destinados a esta actividad, abre para ellos un nuevo escenario.
El dise?ador lleva viviendo tres a?os en este espacio al que hay que esperar a mediod¨ªa para que entre un rayo de sol. El 86% del edificio est¨¢ destinado a fines tur¨ªsticos. Durante la ¨²ltima renovaci¨®n de contrato ten¨ªa miedo a que el propietario lo pusiera en la calle: ¡°Gana m¨¢s dinero en un fin de semana con turistas que en un mes conmigo¡±. No ocurri¨® porque encontr¨® la comprensi¨®n del due?o. Desconoce el nuevo reglamento ¡ªpendiente de publicarse oficialmente¡ª pero tiene la sensaci¨®n de que se trata de un soplo de esperanza.
El caso de Ana Gonz¨¢lez resulta extraordinario. La jubilada vuelve a casa despu¨¦s de hacer yoga pero la paz interior se le quiebra en cuanto le hablan de sus vecinos fantasmas en la calle de la Flor Alta. Es de las ¨²ltimas inquilinas de un edificio del barrio de Malasa?a (90% de ocupaci¨®n tur¨ªstica). Su apartamento, de renta antigua, es la excepci¨®n al turismo. Hace un a?o solo hab¨ªa 14 de los 31 disponibles para visitantes pero a poco la empresa gestora se ha ido haciendo con las llaves de todos los inmuebles. Para ella, fue empezar a vivir en un hotel pirata.
Continuamente se encuentra con rostros desconocidos en la puerta. De natural desconfiada, a veces se sobresalta. M¨¢s de una vez se asoma a la ventana para que bajen el volumen de la m¨²sica los que han venido a quemar Madrid. Aunque, eso s¨ª, reconoce que el ruido de las ruedas de las maletas le arrullan mientras duerme. ¡°Lo hab¨ªa dicho ya. A m¨ª aqu¨ª solo me sacan si me muero o si me toca la loter¨ªa¡±, se sincera Gonz¨¢lez, lotera en Gran V¨ªa durante 44 a?os.
La falta de tranquilidad que sienten los ¨²ltimos residentes rodeados de extra?os no es lo que m¨¢s inquieta a Marcos Mas, de 48 a?os y vecino en la calle de Don Pedro (81,82% de pisos tur¨ªsticos). Su bloque, cuenta, se construy¨® para albergar viviendas de uso tur¨ªstico. En s¨®lo media hora, entran en ¨¦l 15 j¨®venes turistas cargadas de botellas de refrescos y alcohol. ¡°Las dos o tres fiestas semanales que montan en una terraza que tengo debajo son todo el ruido del edifico¡±, cuenta. Mas, guionista de televisi¨®n, reconoce entre risas que toca sin pudor la guitarra, porque nunca se queja dos veces el mismo vecino: ¡°Es uno de los pros¡±.
Aunque asume resignado que, cuando se le acabe el contrato de alquiler, probablemente el casero no se lo renovar¨¢ porque preferir¨¢ disponer de su casa para los turistas. Una de las cosas que peor lleva es la sensaci¨®n de que nunca conoce a nadie en el portal, donde no existe sentimiento de comunidad. A pesar de eso, no se ha planteado hacer las maletas porque le gusta la zona. Ha logrado atrincherarse.
¡°Quiz¨¢ se vaya Carmena¡±
Los perjudicados por la ley que est¨¢ por venir son los due?os de los edificios y las gestoras que alquilan los pisos a trav¨¦s de plataformas como Airbnb. Rossana Quintero estudi¨® ingenier¨ªa industrial en Caracas (Venezuela) y se vino a vivir a Madrid hace cuatro a?os porque su hermana Dayana estaba en la ciudad. Dice que entre las dos mantienen a sus padres con su empresa Stay In Spain. Su compa?¨ªa gestiona 8 de los 15 pisos de la calle de la Encomienda donde vive Zamorano. ¡°Tratamos siempre de hacerlo de la manera legal¡±, sostiene Dayana. Rossana a?ade: ¡°Dimos con este edificio que la constructora estaba buscando alquilar, empezamos con tres y siempre dec¨ªamos que quer¨ªamos seguir creciendo. Entonces decidimos ocupar los pisos de la gente que se iba yendo¡±.
Las hermanas explican que a ra¨ªz de leer que la Comunidad de Madrid permitir¨ªa que hasta el 75% de los pisos de un edificio se destine a uso tur¨ªstico entendieron que no hab¨ªa que ocupar todo el edificio. ¡°Tenemos que tratar de convivir con los vecinos. Por eso, tratamos de tener reglas con los turistas para que no incomoden a los inquilinos¡±, dice Dayana.
El propietario del edificio de la calle de Don Pedro, una edificaci¨®n que llama la atenci¨®n por moderno en un barrio cl¨¢sico, no muestra visos de preocupaci¨®n ante la regulaci¨®n. Considera un logro haber reconstruido un esquinazo que estaba en ruinas para levantar una construcci¨®n totalmente nueva hace 10 a?os. Ahora quiere beneficios.
En la fachada de orientaci¨®n sur, el arquitecto dise?¨® en cada apartamento un ventanal circular que produce un efecto mirador. De fondo, la sierra. De los 11 pisos del inmueble, nueve est¨¢n dedicados al alquiler tur¨ªstico. Los explota la empresa Sweet Inn, que acumula muy buenas cr¨ªticas en p¨¢ginas como Booking. M¨¢s caro que el resto de ofertas en Internet, cree que esa exclusividad filtra a los alborotadores. ¡°De todos modos, si se aprueba la regulaci¨®n, las asociaciones de propietarios la recurrir¨¢n y puede que se paralice. Despu¨¦s, qui¨¦n sabe, quiz¨¢ ni siga ya Carmena de alcaldesa¡±, explica por tel¨¦fono, con la vista puesta en las elecciones de mayo.
La devaluaci¨®n del sector del piso tur¨ªstico podr¨ªa tambi¨¦n afectar, seg¨²n la asociaci¨®n Madrid Aloja, a 3.000 puestos directos de trabajo. Como el de Coral Cuevas, una limpiadora de 21 a?os que sue?a con ser azafata de vuelo. Trabaja a destajo en Navidades, Semana Santa y verano. El resto del a?o nota un baj¨®n. Su experiencia sobre la convivencia, como alguien que tambi¨¦n ve el d¨ªa a d¨ªa, es distinta: sostiene que no hay mucho conflicto entre vecinos y turistas, al menos en su lugar de trabajo.
No comparte esa experiencia Maria, vecina del dise?ador Zamora en la calle de la Encomienda: ¡°Pasan cosas locas cuando vives rodeada de pisos tur¨ªsticos¡±. Esta brasile?a de 30 a?os es una de dos sobrevivientes en Tirso de Molina. Maria lleg¨® a vivir aqu¨ª hace tres a?os, despu¨¦s de que el edificio lo reformaran. En estos a?os ha tenido muchas noches de insomnio, con sobresaltos espor¨¢dicos: ¡°Un d¨ªa hab¨ªa un t¨ªo desnudo corriendo por la escalera¡±.
Piedad Baldivieso, de 86 a?os, tambi¨¦n sufre esos encontronazos. En el portal de su casa, en la calle de Arganzuela (83,23% de pisos ocupados por turistas), se pone nerviosa. La octogenaria lleva 78 a?os viviendo en este inmueble al que s¨®lo le quedan tres vecinos aut¨®ctonos en las 17 viviendas. ¡°Cuando quiero entrar en el portal y veo a gente rara con las maletas, me doy la vuelta y espero, porque no quiero que se enteren de que vivo ah¨ª y vean que tengo una llave¡±, cuenta.
¡°Estoy muy cansada del traj¨ªn, del ruido y de las fiestas¡±, enriquece el relato su vecina, de apellido Mart¨ªn. Sentencia con tono lapidario: ¡°Han matado la tranquilidad de mi casa¡±.
En este bloque, los turistas que aparcan sus maletas tienen una clave para entrar en el portal y en las viviendas; los propietarios guardan las ¨²nicas llaves como si fueran pepitas de oro. Baldivieso, insiste, no se f¨ªa y esconde la suya cuando se topa con gente ¡°rara¡±, como llama a quienes le saludan en ingl¨¦s, franc¨¦s, o ¡°lo que quiera Dios que hablen¡±.
¡°Ahora los due?os prefieren turistas¡±
En la calle de la Cruz resiste en un ¨¢tico la invasi¨®n de turistas de paso Gianluca Casale. Este italiano de 28 a?os lleva uno viviendo en el edificio, aunque ya est¨¢ haciendo la mudanza que le llevar¨¢ lejos de all¨ª para siempre. Su casa es la ¨²nica de las nueve que hay en el bloque que no est¨¢ destinada a uso tur¨ªstico. Al vivir en el ¨¢tico, cuenta que el trasiego constante de maletas no le molesta. ¡°El bloque est¨¢ bien insonorizado¡±, explica mientras se enciende un cigarro en la cocina. Sin embargo, Casale aplaude la medida del Ayuntamiento que obliga a los propietarios de pisos para el turismo a diferenciar la salida a la calle de la del resto de viviendas, porque cree que desaparecer¨¢n muchos apartamentos de este tipo, lo que contribuir¨¢ a bajar los precios del alquiler; su gran preocupaci¨®n. Los precios se han inflado un 39,1% m¨¢s que hace cuatro a?os en el centro de Madrid, seg¨²n los datos ofrecidos por el portal inmobiliario Idealista. ¡°Cuando llegu¨¦ a la ciudad hace ocho a?os estaba caro tambi¨¦n, pero la b¨²squeda era m¨¢s f¨¢cil. Ahora ponen unas condiciones muy duras, porque prefieren hacer dinero con un turista¡±, zanja indignado. Con el nuevo reglamento, el 95% de viviendas que se utilizan ahora como alojamiento para turistas en la capital (unas 10.000, aunque no existen datos oficiales) son ilegales. Apenas mil tienen licencia.
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