La cara femenina de la f¨¢brica Pegaso en una colonia obrera
El proyecto 'Obreras sin f¨¢brica', impulsado por varias j¨®venes de Ciudad Pegaso, recupera la memoria de las primeras mujeres que habitaron esta colonia.
Entre 1954 y 1956, se construy¨® en el noreste de Madrid una colonia obrera para albergar a los trabajadores de una de las f¨¢bricas de ENASA (Empresa Nacional de Autocamiones S.A.), popularmente conocida como ¡°La Pegaso¡±. Esta colonia ¨Choy perteneciente al barrio de Rejas, en el distrito de San Blas¨C, no solo era peculiar por estar habitada por obreros de una misma f¨¢brica, sino por su dise?o urban¨ªstico, que segregaba a los vecinos en funci¨®n de su estatus social, determinado por su posici¨®n dentro de la empresa. Los directivos viv¨ªan en grandes chalets ajardinados, los mandos intermedios en chalets adosados y los obreros en bloques de pisos. La idea era que ninguno de ellos tuviera que salir del barrio para nada; desde las compras al ocio, todo estaba previsto dentro de las fronteras de Ciudad Pegaso que, de hecho, era un recinto vallado.
Quienes han estudiado la historia de este madrile?o barrio, se han centrado sobre todo en la f¨¢brica y en sus trabajadores, dejando de lado a las mujeres obreras que tambi¨¦n habitaron Ciudad Pegaso desde sus inicios. Muchas de ellas llegaban desde sus pueblos de origen y no conoc¨ªan a nadie, por lo que ten¨ªan que arregl¨¢rselas para tejer una red de apoyo sin contar con un espacio de socializaci¨®n como el que ten¨ªan sus maridos en la f¨¢brica. En estas mujeres se centra el proyecto Obreras sin f¨¢brica, una iniciativa impulsada por un grupo de nietas y nietos de esas mujeres, que recopila en fotograf¨ªas y textos los relatos de vida de algunas de ellas. Por ahora, han publicado un fotolibro que recoge las historias de ocho vecinas, pero el proyecto sigue creciendo.
Este grupo de j¨®venes est¨¢ formado por la fot¨®grafa Anna de Miguel, el antrop¨®logo Enrique Moral, la arque¨®loga B¨¢rbara Dur¨¢n y la trabajadora social Claudia Garc¨ªa. A excepci¨®n de Enrique, que ahora reside en Barcelona, Anna, B¨¢rbara y Claudia llevan toda la vida en el barrio y se conocen a la perfecci¨®n sus calles y sus historias. Sin embargo, echaban de menos el relato de sus abuelas y coincid¨ªan en la importancia de dejar constancia de ¨¦l. ¡°Siempre que se habla de Pegaso se habla de los hombres y de la f¨¢brica, pero ellas fueron las que hicieron barrio¡±, explican. Han empezado por la generaci¨®n de sus abuelas ¡°que es la que m¨¢s prisa corre¡±, pero la idea es seguir con las siguientes generaciones que habitan el barrio.
Paramos a saludar en la tienda de Pili, una de las pocas que todav¨ªa resisten desde los inicios de la colonia. Antes de Pili, all¨ª trabajaron sus padres y ella ha visto lo mucho que ha cambiado Ciudad Pegaso en las ¨²ltimas d¨¦cadas, sobre todo desde que la f¨¢brica fue vendida a IVECO en los a?os 90 y el aislamiento del barrio comenz¨® a hacerse patente. Y es que aqu¨ª, todo giraba en torno a la f¨¢brica: todas las instalaciones del barrio, desde el colegio hasta el campo de f¨²tbol, llevaban el nombre de Pegaso y hasta las baldosas de la calle ten¨ªan el logotipo de la empresa. En muchas de las casas a¨²n se pueden ver ceniceros, llaveros o pins de La Pegaso, que son parte de la identidad de sus habitantes.
Nos reunimos en un bar de la zona con tres de las vecinas que forman parte del proyecto Obreras sin f¨¢brica. Carmela tiene 87 a?os y, como ella dice, es una pionera de Ciudad Pegaso. Originaria de Le¨®n, lleg¨® al barrio cuando ¨¦ste todav¨ªa estaba en construcci¨®n y en ¨¦l solo viv¨ªan cuatro familias. ¡°Fue el d¨ªa del Pilar, har¨¢ 63 a?os. Entonces no hab¨ªa nada, ni ¨¢rboles ni aceras ni nada, s¨®lo la casa, que nos pareci¨® un palacio¡±. Carmela vino con su hijo ¨Cy embarazada del siguiente¨C para reunirse con su marido, que hab¨ªa conseguido trabajo en La Pegaso. ¡°Como no conoc¨ªamos otra cosa, ¨¦ramos felices, porque ten¨ªamos una casa y est¨¢bamos juntos¡±.
Julia, de 88 a?os y nacida en Alc¨¢zar de San Juan, lleg¨® a Ciudad Pegaso a comienzos de los 60, cuando el barrio ya estaba construido. ¡°El d¨ªa que nos dieron el piso a mi marido y a m¨ª, ese d¨ªa nos toc¨® la loter¨ªa¡±, recuerda emocionada. Ambos ven¨ªan de vivir en una casa en la que no hab¨ªa ni agua ni lavabo y cuenta que su marido, que hab¨ªa pasado a?os cargando tinajas de la fuente a casa, fue directo a ver el grifo; ella, directa a contemplar el v¨¢ter. Como Carmela, Julia coincide en resaltar lo mucho que mejor¨® su calidad de vida cuando lleg¨® a la colonia y el sentimiento de comunidad que se gener¨® entre sus primeros pobladores. ¡°Las vecinas para m¨ª eran como hermanas, ¨¦ramos u?a y carne¡±.
Josefina, de 79 a?os, fue la ¨²ltima de las tres en llegar a esta zona de Madrid. Lo hizo desde Tiriez, un peque?o pueblo de Albacete, donde se dedicaba a trabajar en el campo. Su marido vino primero, ya que empez¨® a trabajar en La Pegaso con solo 19 a?os. ¡°Me vine aqu¨ª encantadita de la vida. Cuando llegu¨¦, ya estaba todo hecho, hab¨ªa llegado hasta el tranv¨ªa¡±.
La vida de las mujeres en Ciudad Pegaso, como en tantos otros barrios de Madrid en los 60, giraba en torno a los hijos y a la casa. Ellas eran tambi¨¦n las encargadas de mantener limpios los portales y las zonas comunes de los edificios. Se encontraban con las dem¨¢s mujeres en las casas, en misa o en la calle, haciendo la compra o junt¨¢ndose para coser, y se apoyaban entre ellas cada vez que necesitaban algo, ya fuera atender a los hijos de la vecina cuando esta ten¨ªa que ir a alg¨²n recado o haciendo un fondo com¨²n cuando costaba llegar a fin de mes. Las tres coinciden en que, durante los primeros a?os en el barrio, imperaban la confianza y la amistad. ¡°Cuando mi hijo mayor hizo la comuni¨®n, est¨¢bamos muy mal econ¨®micamente y yo recuerdo que Paco, el carnicero, me dijo ¡®ll¨¦vese lo que quiera y p¨¢guemelo como pueda¡¯. No se me olvidar¨¢ en la vida¡±, cuenta Carmela. ¡°Lo ¨²nico que ha habido es diferencias entre la gente por la categor¨ªa que ten¨ªan en la empresa. Al principio, cuando vinimos aqu¨ª, en las tiendas te dejaban para el final: primero iban las mujeres de los jefes¡±, explican. Aunque iban y ven¨ªan al centro de Madrid con cierta frecuencia, su vida transcurr¨ªa mayormente en las fronteras de esta colonia obrera. A pesar del vallado, ellas afirman que nunca se sintieron aisladas.
Como parte de la iniciativa de Obreras sin f¨¢brica, los rostros de las abuelas de B¨¢rbara y Enrique ¨CDolores Garc¨ªa Garc¨ªa y Georgina Lazcano Garc¨ªa¨C figuran en un muro que discurre junto a la antigua v¨ªa del tren, que puede verse cuando se accede al barrio desde el metro El Capricho. Carmela, Julia y Josefina est¨¢n encantadas con que las generaciones m¨¢s j¨®venes se interesen por ellas, las entrevisten y les saquen fotos. ¡°Sentimos que es un reconocimiento a lo que hemos hecho¡±.
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