Los delfines del zoo de Madrid, bajo la sombra del maltrato
El Seprona acepta una denuncia basada en un informe veterinario sobre el estado de nueve cet¨¢ceos
Viernes por la tarde en el Zoo Aquarium de Madrid. Tres monitores en trajes de neopreno se mueven al ritmo de la m¨²sica mientras una voz femenina narra por megafon¨ªa las delicias de los delfines. Lo listos que son. C¨®mo se mueven. Su anatom¨ªa. Su eterna sonrisa. Los peligros que les acechan en el exterior. Entonces la voz pide silencio. "?Lo o¨ªs?". Los sonidos agudos que emiten los animales provocan el aplauso de los ni?os acompa?ados por sus padres. Los delfines son graciosos. Divertidos. La voz femenina sigue con su explicaci¨®n acerca de la ¡°inteligencia extraordinaria¡± de los nueve animales.
Tras una hora de espect¨¢culo, se apaga la m¨²sica. La voz despide a los visitantes y los delfines se sumergen en su piscina semicircular, donde viven las 24 horas del d¨ªa. Los delfines se retiran con su eterna sonrisa. Pero aunque est¨¦n tristes, no lo parecer¨¢n: un informe veterinario presentado como denuncia al Seprona (Servicio de Protecci¨®n de la Naturaleza) de la Guardia Civil concluye que los nuevos delfines del zoo de Madrid est¨¢n enfermos, sufren problemas oculares y dos de ellos (Laia y Guarina) tienen lesiones cut¨¢neas.
La asociaci¨®n espa?ola Proyecto Gran Simio present¨® hace una semana ante el Seprona, que ha aceptado la denuncia, las conclusiones de una investigaci¨®n denominada Operaci¨®n 404 y auspiciada por la organizaci¨®n internacional Sea Shepherd Conservation Society. En ella se pone el foco en las consecuencias de la cautividad, concretamente en la de los delfines que viven en Madrid.
Pedro Pozas, el director ejecutivo de Proyecto Gran Simio, entreg¨® a los agentes varias fotograf¨ªas, un v¨ªdeo y la conclusi¨®n del veterinario Agust¨ªn Gonz¨¢lez, con experiencia en animales salvajes marinos tras trabajar con cet¨¢ceos durante 15 a?os en el ¨¢rea de Medio Ambiente de Canarias. ¡°Vi el informe veterinario y se me cay¨® el alma a los pies. As¨ª que decidimos denunciarlo como representantes de una asociaci¨®n animalista¡±, explica Pozas.
El informe del veterinario determina que los nueve delfines mulares del acuario de Madrid est¨¢n enfermos como consecuencia de la cautividad, aunque pone el foco en Lala y Guarina. Los nueve sufren problemas oculares ¡ª¡°probablemente por el contacto continuo con el cloro¡±¡ª y ellas dos, adem¨¢s, tienen lesiones cut¨¢neas. ¡°En las im¨¢genes se aprecia con claridad que un ejemplar tiene todo su cuerpo ocupado por unas lesiones dermatol¨®gicas ulcerativas con forma de cr¨¢ter, las lesiones van desde la cabeza a la parte posterior, llegando hasta la aleta caudal. Las lesiones tienen varios cent¨ªmetros de di¨¢metro y est¨¢n en distintas fases de evoluci¨®n, desde inflamaci¨®n, abultamiento, eritema, n¨®dulos, hasta una ¨²lcera con cierta profundidad, es decir, diversos estad¨ªos de dicha patolog¨ªa o enfermedad dermatol¨®gica¡±.
M¨¢s all¨¢ de los hechos en s¨ª, este conflicto pone sobre la mesa un debate ¨¦tico sobre la conveniencia o no de criar animales encerrados en una piscina cuando su vida natural se desarrolla en el mar. Para las asociaciones animalistas, esto es una aberraci¨®n. Para el acuario, una acusaci¨®n injusta que no tiene en cuenta la labor educativa, de conservaci¨®n y de investigaci¨®n que llevan a cabo.
¡°Es una salvajada. Los delfines nadan una media de 100 kil¨®metros al d¨ªa cuando est¨¢n en libertad. Hacen mucho ejercicio. Cuando est¨¢n en cautiverio dan vueltas en una piscina y viven todo el d¨ªa en el mismo sitio, donde comen y defecan. Necesitan limpiar el agua con cloro, porque viven entre bacterias, por eso tienen los ojos cerrados¡±, analiza Gonz¨¢lez. Adem¨¢s, contin¨²a el veterinario, estos cet¨¢ceos son muy selectivos, eligen sus propios grupos, que suelen estar compuestos por 80 ejemplares, y se comunican con sonidos agudos que en una piscina rebotan en las paredes, ¡°y hace que se vuelven locos¡±.
Gonz¨¢lez trabaja ahora en un centro veterinario de animales dom¨¦sticos en M¨¢laga, pero no puede evitar sentirse devastado al ver las im¨¢genes de los delfines en cautividad. ¡°Lala tiene el cuerpo lleno de ¨²lceras, claramente es una enfermedad cut¨¢nea, se le ve que tiene algunas lesiones ya curadas y otras que est¨¢n saliendo, y eso es muy doloroso porque los delfines tienen mucha sensibilidad en la piel. Habr¨ªa que hacerle una biopsia y, por supuesto, deben dejar de trabajar. Porque cuando est¨¢n haciendo el espect¨¢culo, no es solo ejercicio, est¨¢n trabajando para comer¡±.
El diagn¨®stico de Guarina tambi¨¦n es preocupante, seg¨²n el especialista. ¡°Le falta un trozo de nariz. Imag¨ªnate, los delfines no tienen manos, utilizan el tacto con la nariz, y es como si estuviera en carne viva. Puede que se lo haya hecho con el roce con el neopreno o chocando con las paredes de la piscina¡±. El dolor, sea como fuere, ¡°es innegable¡±. Pero Gonz¨¢lez va m¨¢s all¨¢. No entiende c¨®mo hay personas que se convierten en c¨®mplices de este ¡°maltrato¡±, pagando una entrada que, en el zoo de Madrid, cuesta una media ¡ªseg¨²n el d¨ªa sube o baja¡ª de 23,85 euros para un adulto y 19,30 para un ni?o menor de 8 a?os, cuando existen embarcaciones en mar abierto ¡°a mejor precio¡± para observar a los animales en libertad.
De una manera u otra, apunta el veterinario, cree que este negocio se sustenta por puro desconocimiento. ¡°El gran problema que tienen los delfines es que parecen siempre felices porque su anatom¨ªa te muestra una sonrisa. Un delf¨ªn triste no parece triste. Yo he tenido que sacrificar varios que estaban sufriendo y parec¨ªan alegres. Pero la alegr¨ªa en realidad la expresan saltando, nadando, no haciendo un espect¨¢culo para conseguir alimentos. Pero la gente eso no lo sabe¡±. Y a?ade: ¡°Muchos de ellos entran en depresi¨®n, dan vueltas en c¨ªrculos todo el rato. Algunos dejan de comer, y lo que es peor, de respirar, porque la respiraci¨®n en los delfines y en las ballenas es voluntaria, al igual que en los humanos. As¨ª que ellos, cuando ya no quieren, se dejan ir. El famoso delf¨ªn Flipper se suicid¨®. No pudo m¨¢s, se hundi¨® y dej¨® de respirar voluntariamente. Eso lo provoca la cautividad¡±.
Para el zoo de Madrid, sin embargo, la visi¨®n sobre la cautividad es completamente diferente. All¨ª, explican, los animales est¨¢n controlados por un extenso equipo de veterinarios, cuidadores, conservadores de especies marinas y especialistas. Y las acusaciones de maltrato han ca¨ªdo como un jarro de agua de fr¨ªa. ¡°Nuestro equipo legal est¨¢ estudiando si denunciar estas acusaciones falsas y sin fundamento¡±, dice Mar¨ªa Jos¨¦ Luis Cerezo, del departamento de prensa. ¡°Lala tiene un problema cr¨®nico en la piel, es un herpes virus que podr¨ªa tenerlo igualmente si estuviera en libertad. Pero nosotros no ocultamos a los animales que son menos bellos. Est¨¢n controlados veterinariamente y les viene bien sentirse parte del grupo¡±, a?ade. ¡°?Trabajar? Bueno¡ es que lo que hacen no es trabajar¡±, defiende Luis Cerezo. ¡°Lala tiene 42 a?os, y Coral, que es su nieta, no se separa de ella, la cuida mucho. Son un grupo muy cohesionado y est¨¢n perfectamente¡±. Adem¨¢s, la portavoz del acuario madrile?o reivindica la labor que llevan a cabo. ¡°Nunca he conocido a gente tan preocupada por el bienestar de los animales, se desviven por ellos¡±, insiste.
¡°Nosotros hacemos muchas cosas a nivel de conservaci¨®n, viajamos al Pac¨ªfico para investigar y ayudar a preservar el medioambiente. Por ejemplo, hemos monitorizado a varias focas monje, que es uno de los mam¨ªferos m¨¢s amenazados del planeta, en la costa de Mauritania, para estudiarlas y ayudar a preservarlas. Pero de eso no se habla. Nos centramos en que hay dos delfines en un acuario que est¨¢n enfermos, pero no ponemos el foco en lo importante. Es injusto¡±, se queja, e insiste en el fin educativo del acuario. ¡°Damos charlas, mostramos la biolog¨ªa del animal, las amenazas que sufren y qu¨¦ podemos hacer los seres humanos. Hacemos una labor de educaci¨®n, conservaci¨®n e investigaci¨®n. Los animales est¨¢n bien cuidados, comen pescado de primera calidad, cada cuidador controla su dieta. No les falta de nada¡±. Gonz¨¢lez, sin embargo, lo rebate r¨¢pidamente: ¡°Les falta lo m¨¢s importante: la libertad¡±.
Las instalaciones del zoo de Madrid llaman la atenci¨®n por la cercan¨ªa con los animales. Las especies, bien separadas unas de otras, forman parte de un parque tem¨¢tico que hace las delicias de los padres que van a pasar el d¨ªa con sus hijos. Dentro, una cafeter¨ªa, tres restaurantes y un personal sol¨ªcito y amable aseguran a los visitantes un d¨ªa perfecto. Cada pocos pasos, papeleras para reciclar el pl¨¢stico y el papel y diversos carteles recuerdan la importancia de cuidar el medioambiente. Y los inquilinos del zoo, cuidados o no, viven en cautividad.
Varios infiltrados, un parte y una acusaci¨®n
Establecida en 1977, Sea Shepherd Conservation Society es una asociaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro que lucha por la conservaci¨®n marina. Varios de sus integrantes se infiltraron en las instalaciones de diferentes acuarios, entre ellos el de Madrid, para investigar y documentar la situaci¨®n de los animales marinos en cautividad. El director ejecutivo de Proyecto Gran Simio, Pedro Pozas, interpuso la denuncia bas¨¢ndose en el informe veterinario que realiz¨® despu¨¦s Agust¨ªn Gonz¨¢lez. Pozas, tambi¨¦n miembro del Comit¨¦ Espa?ol de la UICN (Uni¨®n Internacional para la Conservaci¨®n de la Naturaleza) denuncia un supuesto delito de maltrato animal recogido en el art¨ªculo 337 del C¨®digo Penal y el posible incumplimiento de varios art¨ªculos de la Ley 31/2003 sobre conservaci¨®n silvestre en los parques zool¨®gicos. ¡°Se les est¨¢ obligando a realizar ejercicios obligatorios y sin embargo est¨¢n enfermos, con dolores, con los ojos cerrados... Est¨¢ clar¨ªsimo que est¨¢n incumpliendo la ley¡±, razona Pozas.
Desde el Aquarium de Madrid insisten: ¡°Esa es una acusaci¨®n muy seria y no est¨¢ basada en nada. Adem¨¢s, hay problemas m¨¢s importantes en el mundo, como la sobrepesca, o el problema con los corales por culpa del cambio clim¨¢tico¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.