'Flipper' era ella
El ex adiestrador del c¨¦lebre delf¨ªn revela secretos de estos animales mientras lucha por liberarlos
Flipper, el simp¨¢tico delf¨ªn de la conocida serie televisiva icono de toda una generaci¨®n -en re?ida lucha con Skippy, el canguro-, no era en realidad un viril ejemplar de la especie, como se pretend¨ªa en la ficci¨®n, sino cinco hembras que se relevaban para interpretarlo. La raz¨®n de que no se empleara a un macho es muy sencilla: seres fogosos por naturaleza, los delfines de sexo masculino presentan frecuentes y notables erecciones, extremo -valga la palabra-, muy embarazoso sin duda para una serie juvenil. Tama?a revelaci¨®n la ha hecho el antiguo adiestrador de Flipper, Richard O'Barry, reconvertido, tras un sombr¨ªo pasado de capturador de delfines -entre ellos el ¨²nico ejemplar albino conocido, Carolina Snowball, una colega de Copito de Nieve en el circo de freaks de la vida y hoy disecada en Miami-, en redentor, liberador y defensor de los derechos de esos inteligentes mam¨ªferos marinos capaces de disfrutar con la m¨²sica de Rav¨ª Shankar.
O'Barry se encuentra en Barcelona para presentar el apasionante libro sobre su m¨¢s que intensa y remojada vida, Tras la sonrisa del delf¨ªn (RBA), y de paso para continuar su campa?a internacional de denuncias contra delfinarios, que incluye por cierto al zoo de Barcelona, del que dice que tiene 'en muy mala situaci¨®n, sobre todo ps¨ªquica' a los delfines. Hoy ha convocado a la prensa para denunciar que el Manati Park de la Rep¨²blica Dominicana, 'financiado con capital espa?ol', somete a los delfines 'a un claro abuso'.
Hablar con O'Barry, que es tal como uno se imaginar¨ªa a un buceador maduro y bregado residente en Coconut Grove (Florida), incluida la gorra de comandante de portaaviones, resulta muy interesante. Tras ofrecer una mano callosa a la que le falta media falange del pulgar (lo que hace recordar que entren¨® frecuentemente a un tibur¨®n tigre), explica cosas como que Flipper no s¨®lo era un travestido m¨²ltiple, sino que adem¨¢s la risita enervante que era la marca del personaje no la pon¨ªa ¨¦l (o ella), pues los delfines no hacen, subraya, tal sonido, sino un doblador humano, Mel Blanc, autor asimismo de las voces de Buggs Bunny y el P¨¢jaro Loco. Luego ofrece informaciones dif¨ªciles de evaluar, como que un delf¨ªn mular har¨ªa cualquier cosa por un arenque island¨¦s. E im¨¢genes dram¨¢ticas, como la de los delfines que descubri¨® en un sucio contenedor en Brasil y que se hab¨ªan vuelto ciegos de nadar en su propia orina.
La conversi¨®n de O'Barry de cazador e instructor a materializaci¨®n de Liberad a Willy en versi¨®n marsopa -se ha lanzado a varios delfinarios para tratar de sacar a los cautivos animales- se produjo tras varios luctuosos acontecimientos, incluida la muerte de un delf¨ªn en sus brazos a causa del estr¨¦s. O'Barry, que antes lleg¨® a adiestrar a delfines para que distinguieran oro y plata a fin de emplearlos en la b¨²squeda de galeones hundidos, denuncia la explotaci¨®n a la que son sometidos los delfines en todo el mundo como atracciones, 'un gran negocio que s¨®lo en el caso del Seaworld de EE UU significa 2.000 millones de d¨®lares anuales'. El especialista afirma que los seres humanos 'debemos cambiar nuestra relaci¨®n con los delfines; debe dejar de ser utilitaria, ellos no son payasos de circo ni armas tecnol¨®gicas de ¨²ltima generaci¨®n'.
Esto ¨²ltimo lo dice porque se ha usado y se sigue usando, denuncia, a los delfines en programas militares. ?l mismo ha conocido a varios ejemplares en el mercado negro procedentes de los antiguos programas sovi¨¦ticos (dice que hab¨ªa una unidad de m¨¢s de 500) y que su estado era deplorable. Cosa l¨®gica si se piensa que algunos eran lanzados en paraca¨ªdas para defender bases navales contra posibles ataques de hombres rana. A los bichos se les colocaba un bozal con un dispositivo hipod¨¦rmico destinado a inyectar CO2 en el vientre del enemigo, con lo que el submarinista reventaba. Eso s¨ª que es estr¨¦s.
'Lo que m¨¢s da?o ha hecho a los delfines es su sonrisa', dice O'Barry; 'es el enga?o m¨¢s grande de la naturaleza; parece que sean siempre felices. Yo he visto morir de un ataque cardiaco a un delf¨ªn en Hamburgo en una actuaci¨®n mientras la gente aplaud¨ªa. Mor¨ªa y segu¨ªa sonriendo. Esa sonrisa, que es una ilusi¨®n, les pierde'. El especialista sostiene que los delfines en cautividad viven en un infierno: 'Lo que se hace con ellos es terrorismo; por lo menos a las serpientes se las deja en paz, no deben hacer tonter¨ªas para ganarse el sustento, y tienen espacio. Piense que un delf¨ªn en libertad recorre 60 kil¨®metros diarios'.
De los ¨²ltimos descubrimientos sobre los delfines, que parecen revelar que son conscientes de s¨ª mismos, afirma que ¨¦l ya lo sab¨ªa: 'Durante a?os, cuando emit¨ªan Flipper, sacaba el televisor y lo pon¨ªa junto al cercado de los delfines. Ellos se acercaban, y Flipper miraba a Flipper, y se reconoc¨ªa'.
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