El ruido y la furia
El ciudadano concluye que el juicio, lejos de aportarle algo nuevo, le ratifica lo que ya sab¨ªa y tem¨ªa porque se enfrent¨® a ¨¦l habiendo determinado previamente quienes eran los buenos y quienes los malos
Acabado el juicio, ?de qu¨¦ hablareis? La pregunta era preventiva, no ret¨®rica. El espectador se la formulaba a uno de los periodistas que durante cuatro meses convirti¨® la retransmisi¨®n judicial en la base de los exitosos contenidos de su programa. El ciudadano no imaginaba su vida sin la dosis diaria de las deliberaciones paralelas a las que la vista oral somet¨ªa al proc¨¦s. Y como si de un cine f¨®rum se tratara, acabadas las sesiones, esperaba las reacciones televisadas para sentir avaladas sus convicciones formadas antes de que la justicia se pusiera la toga y declarara abierta la Causa Especial 20907/2017. Y as¨ª se fue indignando primero con los fiscales, con la c¨²pula de los Mossos despu¨¦s, con algunos pol¨ªticos en medio y con la larga letan¨ªa de polic¨ªas y guardias civiles al final. Y todo para concluir que el juicio se le hab¨ªa convertido en un c¨ªrculo vicioso que, lejos de aportarle algo nuevo, le ratificaba en lo que ya sab¨ªa y tem¨ªa porque se enfrent¨® a ¨¦l habiendo determinado previamente quienes eran los buenos y quienes los malos. El prejuicio era ¨¦l y el juicio su circunstancia.
Visto para sentencia, el caso que ha marcado la pol¨ªtica catalana y espa?ola los ¨²ltimos a?os deja una sensaci¨®n de orfandad. Y a todas aquellas personas que lo han vivido con indignaci¨®n primero y dolor despu¨¦s, ahora les toca esperar. E iniciar el per¨ªodo de preparaci¨®n emocional para cuando llegue un veredicto que obligue a una reacci¨®n porque les han hecho creer que puede ser tan injusto como contundente. Aunque hoy esto nadie lo sepa. Ni siquiera el tribunal, seguramente, porque m¨¢s all¨¢ de los reproches puntuales que se han vertido a su presidente por cortar de manera contundente algunas intervenciones de la parte con la que se simpatizaba, la sala ha de deliberar. Y si como se ha advertido, se pretende una sentencia un¨¢nime de los siete magistrados para evitar votos particulares que den m¨¢s pie a recurrir al Tribunal de Estrasburgo, es obvio que estos necesitan un intercambio t¨¦cnico y franco de opiniones que provocar¨¢ discrepancias y obligar¨¢ a reformulaciones, replanteamientos y deliberaciones que arrojen al pacto. Y as¨ª devolver a la pol¨ªtica un procedimiento que la pol¨ªtica no supo resolver.
Consta a algunos que, antes del inicio del juicio, esto era lo que el juez Marchena ten¨ªa m¨¢s claro. Que a la Sala Segunda del Supremo le tocaba aclarar un entuerto fruto de la incapacidad pol¨ªtica de nefastas consecuencias para todos. Y que ello llevaba impl¨ªcito, con toda probabilidad, redefinir el delito de rebeli¨®n que figura en el C¨®digo Penal para adecuarlo a unas circunstancias distintas. O para negarlo precisamente por las mismas razones. Por eso, cuando Oriol Junqueras en su alegato final apela a volver al terreno pol¨ªtico, siguiendo la estela marcada por su abogado defensor, o viceversa, se?ala el camino ineludible que deber¨¢ seguirse indistintamente del dictamen final de los magistrados. O cuando Dolors Bassa, mirando a la sala, le invoca a tener en cuenta que la sentencia puede ser el principio de la soluci¨®n, no hace otra cosa que apelar a la responsabilidad que conlleva cualquier hecho. Y como lo dice quien ha tenido que asumir sus responsabilidades por ello, sabe que no hay actos sin consecuencias. Pasado pues el relevo, ah¨ª queda el reto.
No obstante, e independientemente del cap¨ªtulo final, las ¨²ltimas horas nos han dejado una primera conclusi¨®n. Descartados por los defensores los delitos de rebeli¨®n, sedici¨®n y malversaci¨®n, pero aceptando a rega?adientes unos y abiertamente otros que la desobediencia era dif¨ªcilmente rebatible, los pol¨ªticos independentistas han acabado asumiendo que algo no les sali¨® bien. O no quisieron o no pudieron hacerlo mejor. Y aunque sea como mal menor y esgrimido en leg¨ªtima defensa, pasan a aceptar personal y pol¨ªticamente lo que primero negaron y despu¨¦s remilgaron porque as¨ª lo han defendido sus abogados en su nombre.
Claro est¨¢ que ello nunca debi¨® comportar tama?a magnitud de la tragedia. Pero como dej¨® escrito William Faulkner, aquello que se considera ceguera del destino en realidad es miop¨ªa propia.
Fue Xavier Melero quien cit¨® al escritor norteamericano. Lo hizo pas¨¢ndolo por el tamiz de Jos¨¦ Lu¨ªs Cuerda, el director que en ¡°Amanece que no es poco¡± (1989) convierte a Jos¨¦ Lu¨ªs Sazatornil, Saza, en cabo de la Guardia Civil del pueblo de Albacete donde un vecino ha plagiado ¡°Luz de agosto¡±. Y le increpa con la frase nuevamente recordada y celebrada gracias al cine: ?Es que no sabe que en este pueblo es verdadera devoci¨®n la que hay por William Faulkner? El tambi¨¦n Nobel de literatura replica a trav¨¦s de ¡°El ruido y la furia¡± publicada hace 90 a?os: "Se puede ignorar el sonido durante mucho tiempo, pero luego, un tictac instant¨¢neo recrea en la mente el largo desfilar del tiempo que no se ha ido".
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