El Papa catal¨¢n y la mariscada de Sorrentino
En el Vaticano hay aut¨¦nticos fans de la serie del cineasta italiano
El estudio 5 de Cinecitt¨¤, las cuatro paredes donde Fellini construy¨® todo su mundo imaginario, acogi¨® hace un par de meses el rodaje de la segunda temporada del Papa de Paolo Sorrentino. En plena recreaci¨®n de la Capilla Sixtina, entre cables, ayudantes y una comitiva de periodistas adormilados, se supon¨ªa que deb¨ªa sonsacarle algo al cineasta. Como cualquier esfuerzo in¨²til, aquello termin¨® en el callej¨®n sin salida de la melancol¨ªa. Pero el diablo est¨¢ en los detalles y, en una pausa, unos productores espa?oles que hab¨ªan volado hasta Roma para saber en qu¨¦ gastaba aquella gente su dinero, explicaron que Sorrentino les hab¨ªa citado la noche antes en su restaurante favorito. El cineasta no se present¨®, pese a que vive a dos manzanas, admitieron desilusionados. Ottavio, sin embargo, una fant¨¢stica marisquer¨ªa en el barrio del Esquilino, amortigu¨® el desenga?o. Call¨¦, anot¨¦ y, dos semanas despu¨¦s, con la excusa de un cumplea?os familiar, nos adentramos por la puerta trasera de lo que deb¨ªa ser La Grande Bellezade la gastronom¨ªa.
Sorrentino, como era imaginable, tampoco dio se?ales de vida. Tardamos un rato en escudri?ar cada rinc¨®n del restaurante y, mientras tra¨ªan el vino, nos distrajimos fantaseando sobre qui¨¦n podr¨ªa ser el pr¨®ximo Papa. La serie ya ha colocado a un estadounidense y a un brit¨¢nico y las casas de apuestas, como si fuera un partido de LaLiga, no dan abasto cada vez que la Divina Providencia sobrevuela el C¨®nclave durante varios d¨ªas. Nos llev¨® mucho menos tiempo, en cambio, descubrir que el plato estrella de Ottavio era su famosa Catalana: una suerte de salpic¨®n fr¨ªo de crust¨¢ceos XXL ali?ado con tomates que tendr¨ªa su origen en Cerde?a, y al que sus ejecutores italianos, siempre poco generosos con el m¨¦rito gastron¨®mico ajeno, niegan su paternidad catalana. Sucede a menudo.
La terminolog¨ªa ¡°a la catalana¡± o ¡°catal¨¢n¡± puede conducir a enga?os. A fraudes etimol¨®gicos. A veces, sin llegar al nivel libidinoso de ¡°una spagnola¡± (pregunten por ah¨ª), ha tenido tambi¨¦n una connotaci¨®n despectiva. Piensen en Calixto III o en el propio Alejandro VI: los dos papas Borgia. O m¨¢s bien, Borja, porque eran valencianos (de X¨¤tiva, concretamente), pero en Roma siempre se les conoci¨® como los catalanes. Primero, porque esa era la parte del reino que pitaba entonces en la pen¨ªnsula. Pero tambi¨¦n, por la man¨ªa que nos cogieron tras la expansi¨®n comercial de la Corona de Arag¨®n. A finales del siglo XV, est¨¢ documentado, llamarle ¡°catal¨¢n¡± a alguien aqu¨ª pod¨ªa costarte un bofet¨®n. En el Decamer¨®n Bocaccio y en la Divina Comedia hay menciones a la racaner¨ªa catalana. De hecho, el papa Julio II defini¨® cuando todav¨ªa era cardenal al futuro papa Alejandro VI como ¡°un catal¨¢n, cerdo y circunciso¡±. O sea jud¨ªo, que en la escala del odio racista puntuaba doble.
Alfons de Borja i Cabanilles (X¨¤tiva, 1378-Roma, 1458) naci¨® en una familia adinerada y, como suele pasar, tuvo licencia para so?ar lo que le dio la gana. Tanto, que hasta se propuso ser Papa. Primero estudi¨® L¨®gica y Arte, pero alguien en casa debi¨® de poner orden y termin¨® en Lleida cursando un doctorado en in utroque iure, que en el plan Bolonia de la ¨¦poca era un m¨¢ster combinado de derecho civil y can¨®nico: el sue?o de cualquier padre. Alfons era listo y sab¨ªa medrar (nadie llega a Pont¨ªfice sin esas virtudes) y hasta llam¨® la atenci¨®n de Pedro Mart¨ªnez de Luna y P¨¦rez, es decir, el antipapa Benedicto XIII (Illueca 1328-Pe?¨ªscola 1423), a quien despojaron de la tiara recibida en Avi?¨®n tras el Cisma de Occidente. Y eso que se resisti¨® todo lo que pudo (de ah¨ª aquello de ¡°mantenerse en sus trece¡±). Luego logr¨® ser vicario de la catedral de Lleida y obispo de Valencia y, como sucede cuando uno destaca, alguien llam¨® desde Roma. Su gran virtud fue mantenerse alejado de los cuchillos que volaban entre los Orsini y los Colonna, dos de las grandes familias romanas. Y gracias a su avanzada edad (79 a?os), termin¨® siendo Papa como mal menor. Un Papa joven, ya lo cont¨® Sorrentino, termina haciendo bola.
El papa Julio II defini¨® cuando todav¨ªa era cardenal al futuro papa Alejandro VI como ¡°un catal¨¢n, cerdo y circunciso¡±. O sea jud¨ªo, que en la escala del odio racista puntuaba doble
Alfons de Borja fue breve (tres a?os) y no coloc¨® sucesor directo de la familia. Pero su sobrino Roderic Llan?ol de Borja, vicecanciller del Vaticano y general de las tropas pontificias de Italia, sab¨ªa que llegar¨ªa su turno: con 26 a?os todav¨ªa pod¨ªa esperar. Al cabo de otros cuatro papas el nepotismo borgiano lo convirti¨® en el c¨¦lebre Alejandro VI. Tuvo que dise?ar mil planes para lograr que las familias cardenalicias de 1492 tragasen con aquello (otro catal¨¢n, debieron pensar). Su gran enemigo, el cardenal Giuliano della Rovere (luego Giulio II), le desprestigi¨® todo lo que pudo y seg¨²n vimos en la serie de los Borgia, hasta le grit¨® al futuro Papa (encarnado por Jeremy Irons) ¡°t¨², catal¨¢n, te puedes ir al infierno¡±.
El celibato es un invento moderno y en aquella ¨¦poca no lo respetaban ni los papas, tan inclinados a la sucesi¨®n din¨¢stica y a dejar hijos a uno y otro lado del T¨ªber. El papado de Alejandro VI, eso nadie lo discute, fue notablemente productivo en ese sentido. Nueve v¨¢stagos, los m¨¢s famosos, Lucrecia y C¨¦sar. Pero desde el punto de vista ejecutivo cre¨® una suerte de Tribunal Supremo y empez¨® varias reformas. Tambi¨¦n hizo eso tan catal¨¢n (sabemos que era valenciano) de ¡°fer pa¨ªs¡±. Algunos historiadores aseguran que durante aquel tiempo en el Vaticano se habl¨® catal¨¢n. As¨ª lo suscrib¨ªa el Padre Batllori en su estudio El catal¨¤, llengua de Cort a Roma durant els pontificats de Calixt III y Alexandre VI. S¨ª, en la corte de los Borgia se hablaba catal¨¢n y los oficiales de la Curia pontificia lo respetaban, dej¨® escrito. Hasta que termin¨® la fiesta. Porque la muerte de Alejandro VI (parece que le dieron a probar la medicina favorita de los Borgia) fue celebrada en toda Italia.
?Un papa catal¨¢n en el pr¨®ximo c¨®nclave? Ni lo sue?en. Lo m¨¢s parecido hoy a esa profec¨ªa en el colegio cardenalicio es el cardenal y arzobispo de Barcelona, Juan Jos¨¦ Omella. Sus ra¨ªces, sin embargo, se detienen justo en la Franja (recuerden que el ¨²ltimo aragon¨¦s solo lleg¨® a antipapa) y sus homil¨ªas suelen ser en castellano, para disgusto de la Generalitat. Hoy se habla de un filipino y un guineano. Si atendemos al vaticinio sorrentiniano ¡ªy en el Vaticano hay aut¨¦nticos fans de la serie¡ª tocar¨ªa pensar en un estadounidense. La ¨²nica realidad, 500 a?os y dos temporadas despu¨¦s, es que los catalanes no comemos langosta fr¨ªa ali?ada con tomates.
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