El momento Julio Ram¨®n Ribeyro
Seix Barral cierra el curso literario festejando al autor peruano con tres libros
Vivimos un momento Julio Ram¨®n Ribeyro y no lo sabemos. Sus personajes se encuadran en la clase media y baja, pero son marginales, alejados de la oficialidad, en una lacerante polarizaci¨®n, hoy turbocapitalista, todos en una olla urbana que hace tiempo que desbord¨®. ¡°Se le lee demasiado poco¡±, lamentaba el librero Llu¨ªs Morral, de Laie, durante el tradicional cierre de curso literario que organiz¨® la tarde del jueves en Barcelona Seix Barral, al que ha puesto banda y medalla editando tres libros se?eros del escritor peruano: las memorias de La tentaci¨®n del fracaso; sus 93 cuentos reunidos en La palabra del mundo y las inclasificables, como ¨¦l, Prosas ap¨¢tridas.
Ribeyro (1929-1994: 90 a?os de su nacimiento, 25 de su muerte), poco disciplinado, felizmente negligente, voluntariamente resguardado del boom latinoamericano, defensor inasequible de que ser bueno no tiene nada que ver con el ¨¦xito comercial, de malas digestiones que igual proven¨ªan de un ¨¢rduo combate interior, luc¨ªa casi por lema el final de su primer cuento, de significativo t¨ªtulo, La vida gris (1949): ¡°Fue una vida in¨²til, rotunda, implacablemente in¨²til¡±.
Eso marca un clima, como el calor de la fase zona reductora de la llama de calor que se sufre estos d¨ªas en Espa?a. Reverberaba a media tarde el suelo de la terraza de la Virreina, sede del Instituto de Cultura de Barcelona, que parece que seguir¨¢ en manos de los comunes, a tenor de lo que insinuaban los oficios de anfitri¨®n de Joan Subirats, comisionado de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona en el anterior mandato y dos de Ada Colau en los ¨²ltimos comicios.
¡°Si a Ribeyro le fue mal, a cualquiera de nosotros nos puede ir mal; es un particular consuelo¡±, expon¨ªa Juan Manuel Ch¨¢vez, escritor peruano que ha decidido instalarse en Barcelona. Rememoraba Ch¨¢vez an¨¦cdotas de un Ribeyro que confesaba que el m¨¦dico le hab¨ªa dicho que si dejaba de fumar a¨²n vivir¨ªa siete a?os m¨¢s y si no, apenas le daba siete meses. ¡°Pero es que si no fumo, no escribo¡±, le solt¨® al galeno quien, en su primer libro publicado en Francia, pusieron en la solapa una foto de un autor africano.
Se estaba creando una atm¨®sfera tan Ribeyro, con un calor que fijaba cansinamente miradas y pensamientos, que hasta las palabras le¨ªdas del embajador peruano resultaron ser las de un sobrino suyo, Claudio de la Puente Ribeyro. Ayud¨® tambi¨¦n la figura larga y pausada del cineasta Fernando Le¨®n de Aranoa, prologuista de las Prosas ap¨¢tridas: sostuvo que ¡°m¨¢s que paisajes, no hay nada m¨¢s cinematogr¨¢fico que el retrato humano y de eso los cuentos de Ribeyro son ¨²nicos¡±. Enrique Vila-Matas, fascinado por alguien capaz de tener su cara pegada toda una jornada a una ventana espiando al cartero, evoc¨® cuando hizo de ¡°Miguel Strogoff de Ribeyro¡±: finales de 1974, el barcelon¨¦s ¡°absurdamente orgulloso¡± de vivir en Par¨ªs le llev¨® las galeradas de Prosas ap¨¢tridras a su casa, por encargo de la editora de Tusquets Beatriz de Moura. T¨ªmido frente a t¨ªmido, el joven Vila-Matas le entreg¨® el paquete y se tir¨® escaleras abajo. Mientras hu¨ªa, oy¨® que le dec¨ªa: ¡°Sosi¨¦guese¡±. ¡°Y a¨²n hoy oigo el eco del consejo¡±.
As¨ª discurr¨ªa la velada y todo era Ribeyro. La directora editorial de Seix barral y de Ficci¨®n Internacional del Grupo Planeta, Elena Ram¨ªrez, se paseaba entre los grup¨²sculos con la seguridad de quien sabe que cabalga un pura sangre; y hasta el siempre cordial pero reservado director general de la divisi¨®n de Librer¨ªas del grupo, Jes¨²s Badenes, confesaba que los kilom¨¦tricos estantes de libros de su residencia gerundense se elevaban con maderas de casta?o que adquir¨ªa en Navarra por su mayor grosos y vetas m¨¢s bellas: todo es poco para los libros. Y el escritor Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n, entre decenas de agentes literarios y escritores, lamentaba que no hallaba ya quioscos donde comprar prensa en Barcelona. Y uno pensaba de qu¨¦ vivir¨ªa hoy Ribeyro, que ejerci¨® en Par¨ªs, Alemania y B¨¦lgica (1952-1958) de reciclador de peri¨®dicos, conserje, cargador de bultos en el metro...
¡°Hay el mito de que Ribeyro era un escritor de culto, pero en Lima todo el mundo le hab¨ªa le¨ªdo, era nuestro Stephen King... Todos le quer¨ªan y le preguntaban... Y cuando se percat¨® de eso, se qued¨® ah¨ª. Todos los escritores deber¨ªamos tener un lugar as¨ª, donde sentirnos queridos¡±, so?aba su compatriota Santiago Roncagliolo. La terraza de la Virreina parec¨ªa ese lugar.
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