¡®Aloma¡¯, mucha Rodoreda
Hace 50 a?os, la autora de ¡®Mirall trencat¡¯ acept¨® que se publicara, tras reescribirla, una novela muy autobiogr¨¢fica
¡°L¡¯amor em fa f¨¤stic!¡± es el contundente arranque de una no menos decisiva novela en la vida y la obra de Merc¨¨ Rodoreda, Aloma, la ¨²nica que salv¨® del purgatorio adonde envi¨® todas las obras que hab¨ªa creado hasta la Guerra Civil y que s¨®lo tras reescribirla a conciencia en 1968 permiti¨® luego su rescate hace ahora 50 a?os, motivo por lo que Edicions 62 la reimprime, si bien sin nota alguna.
¡°Me daba miedo ense?arla. Ten¨ªa la sensaci¨®n de que al darla a leer me descubr¨ªa demasiado yo misma. La escrib¨ª muy deprisa¡±, admiti¨® d¨¦cadas despu¨¦s la autora de La pla?a del Diamant para justificar que el original durmiera un a?o en un caj¨®n, hasta que, convencida por el novelista Francesc Trabal, compa?ero en la Instituci¨® de les Lletres Catalanes (ILC) donde trabajaba, decidiera en 1937 presentarla al premio Crexells: lo gan¨® y fue publicada por la flamante ILC en 1938.
¡°Me daba miedo ense?arla. Me descubr¨ªa demasiado yo misma¡±, confesar¨ªa la escritora muchos a?os despu¨¦s
Las reticencias de Rodoreda eran l¨®gicas: la obra estaba cargada de referencias autobiogr¨¢ficas y potenciales lecturas psicol¨®gicas. La escritora, entonces rondando los 30 a?os, quedaba muy expuesta, ya desde una dedicatoria que rezaba, de manera significativa: ¡°Als meus pares¡±. S¨ª, la novela era la culminaci¨®n de su etapa de aprendizaje y dejaba asentadas escenarios y conductas que ser¨ªan leitmotiv en la obra rodorediana: el barrio barcelon¨¦s de Sant Gervasi, la peque?a torre con jard¨ªn, im¨¢genes po¨¦ticas por doquier y las reflexiones de una mujer ante un amor t¨®xico, decepcionante, tras una infancia de ensue?o. Pero todo rezumaba demasiado de ella y de su familia en esa historia del fracaso amoroso de una joven que vive en una casita con jard¨ªn con su hermano Joan, su esposa y el hijo de ambos y que acabar¨¢ cas¨¢ndose de manera infeliz con Robert, hermano de su cu?ada, llegado de Am¨¦rica y que le dobla la edad.
Muchos elementos tienen segunda lectura. Para empezar, Aloma lleva los nombres de las abuelas de la escritora y el particular de Aloma es el de la madre de Blanquerna, esposa de Evast, que se realiza en la maternidad y el matrimonio, justo lo contrario de lo que estaba viviendo Rodoreda, que jugaba con la obra hom¨®nima de Ramon Llull; es s¨®lo una de las referencias literarias de una novela cuyos cap¨ªtulos est¨¢n encabezados en muchos casos por citas de cl¨¢sicos donde la mujer tiene un papel (y un car¨¢cter) capital: la Ana Karenina, de Tolstoi; Rojo y Negro, de Stendhal; Teresa de Urbervilles, de Thomas Hardy¡
Aparecida en 1938, fue de las pocas novelas suyas que salv¨® de antes de la Guerra Civil, pero la reescribi¨® en 1968
Pero la referencia m¨¢s obvia para quien conociera a Rodoreda, am¨¦n de las coordenadas arquitect¨®nicas, era la del matrimonio de la protagonista. Ella tambi¨¦n se hab¨ªa casado, el d¨ªa que cumpl¨ªa 20 a?os, con un indiano, su t¨ªo Joan Gurgu¨ª, hermano de su madre, mucho mayor que ella y con el que al a?o siguiente tuvo a su hijo Jordi. Esa figura, a la que la ni?a Rodoreda escrib¨ªa cartas al dictado de sus padres para reblandecerle el coraz¨®n y as¨ª enviara dinero desde Argentina donde trabajaba, romper¨¢ la etapa de eterna e inocente adolescencia que parec¨ªa vivir, so?adora, y marcar¨¢ a fuego la imagen del amor como enga?o, la decepci¨®n por el mundo adulto, el matrimonio... Aloma se sentir¨¢ impura tras relacionase con Robert, sentimiento que hay que intuir pr¨®ximo al de la propia autora. Tambi¨¦n partir¨¢ su mundo en dos: la infancia dorada y de ensue?o y una edad adulta llena de sucios desenga?os.
En esa Aloma que se muestra subyugada por la patria hay rasgos del catalanismo de su abuelo, Pere Gurgu¨ª, que ten¨ªa una escultura de Rafael Casanova en casa y era gran amante de las rosas. Ambas pasiones lo son tambi¨¦n de Rodoreda, que de ni?a le ped¨ªa a su madre que le cortara una y se la pusiera prendada del vestido: siempre fue la flor de la pasi¨®n de la escritora, como lo es de la protagonista de la novela, que suele lucir una en el pecho. Seg¨²n una de las grandes estudiosas de la obra rodorediana, Carme Arnau, tambi¨¦n la descripci¨®n que Aloma hace del ¨¢lbum familiar corresponde al que conservaba la creadora de Mirall trencat en su casa.
Rodoreda, escritora exigente como pocos, hizo casi tabula rasa con su producci¨®n literaria anterior a la Guerra Civil. As¨ª, a la hora de fijar su obra can¨®nica, rechaz¨® cuatro libros: S¨®c una dona honrada? (1932), Del que hom no pot fugir y Un dia en la vida d¡¯un home (ambos de 1934) y Crim! (1936). En 1969 accedi¨® a la publicaci¨®n de una Aloma que hab¨ªa reescrito a fondo en 1968: su marido hab¨ªa muerto dos a?os antes. Rodoreda: otro caso donde en la ficci¨®n hay m¨¢s verdad que en la vida.
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