Vivir dos veces
Una la dedicamos a cumplir con los anhelos terrenales y la otra a so?ar
Dicen que vida solo hay una y que es breve. Pero, como canta Nancy Sinatra, podemos disfrutar al menos dos veces de ese par de d¨ªas de los que disponemos. Una de ellas la dedicamos a cumplir con los anhelos terrenales. La otra se la debemos a los sue?os.
Para quienes crecimos en provincias justo antes de Internet, viajar a Madrid en verano era abrir la puerta a esa segunda existencia. No hab¨ªa listas de Spotify con las que explorar nuevas propuestas musicales, as¨ª que yo recopilaba recomendaciones de revistas que solo pod¨ªa encontrar en el quiosco de Callao y en la secci¨®n de prensa de la Fnac. Luego, me iba a buscar lo que contaban las p¨¢ginas de Melody Maker o Vanidad a los estantes de la tienda Madrid Rock que hab¨ªa cerca de la calle de Montera. Ese Madrid era como llenar el m¨®vil de aplicaciones nuevas cuando mi Alcatel serv¨ªa para poco m¨¢s que hacer llamadas. En vez de navegar a golpe de clic, acced¨ªa a esas ventanas al mundo caminando por la Gran V¨ªa.
Por las salas de cine tambi¨¦n se colaban fantas¨ªas que no llegaban a otros lugares de Espa?a. Una de mis primeras labores en un peri¨®dico fue la de transcribir todos los jueves la cartelera madrile?a. Imaginar o descubrir c¨®mo era el aspecto del cine D¨²plex, en General Or¨¢a, o el Bogart de la calle de Cedaceros era una forma de encajar el rompecabezas de distritos de una ciudad a la que me hab¨ªa mudado solo unos a?os antes.
Fue tambi¨¦n la oportunidad de visualizar, en los cines Luna, c¨®mo Stephen Frears trasladaba en Alta Fidelidad la filosof¨ªa pop de los libros de Nick Hornby. Result¨® ser la misma que encontraba por las noches en los flequillos del Freeway, La V¨ªa L¨¢ctea y otros bares de Malasa?a. Un viernes de estreno en los cines Callao, escuch¨¦ a cientos de espectadores ajenos al spoiler compartir con Nicole Kidman un grito ahogado al final de Los Otros. El mejor Dolby Surround posible.
Recuerdo haber disfrutado de La ventana indiscreta en pantalla grande rodeado de se?oras del barrio Salamanca. Y de recurrir junto a una amiga a una coartada intelectual para ver El diario de Bridget Jones: el aire acondicionado del Palacio de la M¨²sica nos refugiar¨ªa de la ola de calor que derret¨ªa las calles.
Muchas de esas salas ya no existen. En la arquitectura de las fachadas de gimnasios y ferreter¨ªas de Bravo Murillo se puede intuir los restos de la arqueolog¨ªa sentimental y cinematogr¨¢fica de la zona. Seguramente, hace no tanto, solo hac¨ªa falta pasear desde Cuatro Caminos hacia la Plaza Castilla para enterarse de los estrenos de la semana a trav¨¦s de los carteles de la avenida.
Acomodarse en la nostalgia no es una opci¨®n, mientras sigan existiendo cines de verano en el Parque de la Bombilla o la azotea de La Casa Encendida y ciclos veraniegos como Cibeles de Cine. Si as¨ª la vida puede vivirse dos veces, ?por qu¨¦ no hacerlo en Madrid este mes de agosto?
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