El franquismo, en 146 palabras
El c¨¢ustico diccionario sobre el R¨¦gimen que escribi¨® V¨¢zquez Montalb¨¢n en 1977 reaparece ilustrado por Brieva
Las Teresianas de Salamanca cedieron el brazo incorrupto de su patrona, Santa Teresa (ese que igual inspir¨® el guantelete del villano Thanos en Vengadores: Endgames), a Franco para que fuera su tercer auxilio durante la Cruzada. Tal apego le cogi¨® el dictador que ya no lo solt¨® durante sus casi 40 a?os de mandato y se hizo acompa?ar por ¨¦l por toda Espa?a durante sus viajes, incluso en el postrer, cuando en su agon¨ªa fue trasladado desde el palacio de El Pardo a la cl¨ªnica de La Paz¡ Tiempos en los que el Padre Nuestro era la oraci¨®n por excelencia, pero que ten¨ªa una versi¨®n popular muy irreverente: ¡°Padre nuestro que est¨¢s en Madrid y te llamas Franco, que no nos das pan blanco, h¨¢gase tu voluntad y no la de Abastos. Venga a nos el aceite que nos est¨¢s quitando. Perdona nuestras deudas, as¨ª como nosotros perdonamos a los cabrones que nos est¨¢n robando¡ Am¨¦n¡±. Son los contenidos de Santa Teresa (el brazo incorrupto de) y de Padre Nuestro, dos de las 146 particulares entradas con las que Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n conform¨® su c¨¢ustico e iconoclasta Diccionario del franquismo, que ahora recupera Anagrama con ilustraciones de Miguel Brieva no menos ¨¢cidas y rebosantes de niveles de lecturas que las definiciones.
Quien realiza ese compendio sobre el espacio pol¨ªtico simb¨®lico del franquismo es ¡°un hombre que naci¨® en 1939 en un barrio de supervivientes ubicado en una ciudad vencida, capital de un pa¨ªs ocupado¡±, como se autodefine y ubica un V¨¢zquez Montalb¨¢n (Barcelona, 1939- Bangkok, 2003) que est¨¢ en fase expansiva a un paso de su consagraci¨®n. Junto al Diccionario del franquismo (tercer t¨ªtulo de la colecci¨®n Libros de mosquito, de la combativa editorial Dopesa), ese 1977 el escritor y periodista llevar¨¢ tambi¨¦n a las librer¨ªas C¨®mo liquidaron al franquismo en 16 meses y un d¨ªa (Planeta), Im¨¢genes y recuerdos 1919-1930. La rebeli¨®n de las masas (Difusora internacional) y La soledad del m¨¢nager, la consolidaci¨®n de Carvalho. Su prodigiosa y legendaria capacidad de trabajo le da tambi¨¦n para simultanear su labor en Primera Plana, Interviu, Tele/eXpr¨¦s¡ O sea, est¨¢ hiperactivo y metido de lleno en la actualidad, lo que explica que las entradas ofrezcan fin¨ªsimas disecciones sobre pol¨ªtica espa?ola e internacional, como la interpretaci¨®n del concordato entre Espa?a y el Vaticano de 1953, o el apoyo a la dictadura (por la fiebre anticomunista de Eisenhower) de unos EEUU que nunca retiraron bancos ni empresas cuando el bloqueo internacional al pa¨ªs.
Las entradas van desde personajes a s¨ªmbolos: 'Diario hablado de RNE', 'Pantano', 'Piojo verde'...
En esa l¨ªnea, sorprende el grado de conocimiento de la maquinaria franquista, del interior del R¨¦gimen, del que hace gala V¨¢zquez Montalb¨¢n, que le permite enumerar, por ejemplo, la guardia pretoriana de Camilo Alonso Vega, amigo personal de Franco, militar africanista como ¨¦l y art¨ªfice de la Guardia Civil como significada m¨¢quina represiva. O el papel de Jos¨¦ Luis Arrese, secretario general del Movimiento, como secreta arma pacificadora del dictador para con los falangistas irritados con el conservadurismo del R¨¦gimen. O el peso de la masoner¨ªa en el Ej¨¦rcito y la obsesi¨®n con ello de un general que mantuvo buenas relaciones con la nobleza hasta 1947, cuando aquella se dio cuenta de que no pensaba restituir la monarqu¨ªa.
Los partes de Radio Nacional de Espa?a (RNE), las editoriales de los diarios, pero tambi¨¦n tanto los chascarrillos populares como los primeros estudios, biograf¨ªas y memorias que van apareciendo tras la muerte del dictador se convierten en materia prima para un diccionario tan riguroso y documentado como macerado en iron¨ªa: al que ser¨ªa presidente de Gobierno Carlos Arias Navarro ¡°la fatalidad le llevaba a puestos represivos¡±; el almirante Luis Carrero Blanco era ¡°un pertinaz pol¨ªtico de secano¡±; en la entrada Ex¨¦getas, al comentarista pol¨ªtico Pedro G¨®mez Aparicio se le bautiza como Pedro Go porque, seg¨²n el decir popular, cuando se o¨ªa en el Diario hablado de RNE que el locutor empezaba a decir: ¡°Y ahora escuchar¨¢n ustedes el comentario de pol¨ªtica internacional a cargo de don Pedro Go¡¡±, la gente apagaba el transistor. Y en Oriente (plaza de), habla el escritor de escenario de una ¡°fatal concentraci¨®n¡± ah¨ª porque ¡°consecuencia del cortante fr¨ªo primerizo de octubre, su Excelencia el Jefe del Estado padeci¨® el enfriamiento inicial que, tras posteriores complicaciones, le llevar¨ªa a la tumba¡±.
Cartesiano y astuto narrador, levanta acta de peque?os detalles de grandes personajes, como el triste papel como activo fiscal antirrepublicano en M¨¢laga, tras la ocupaci¨®n fascista, de Arias Navarro; los art¨ªculos sobre masoner¨ªa que escrib¨ªa un tal Jakim Boor, pseud¨®nimo del mism¨ªsimo Caudillo, quien se autoconceder¨ªa¡ audiencia en El Pardo; el ¡°pistolerismo blanco¡± que promovi¨® Primo de Rivera, con la escalada de violencia que llev¨® a la Guerra Civil, o el desvergonzado discurso del opusdeista ministro de Comercio Alberto Ullastres, que achacaba la precariedad social entre 1958 y 1962 a que los espa?oles olvidaron toda humildad alimenticia y hab¨ªan renunciado a comer garbanzos.
Se olvid¨® la humildad de comer garbanzos¡±, dec¨ªa el ministro Ullastres para justificar la crisis social de finales de los 50
H¨¢bil relator, en otras entradas ofrece el reverso: grandes detalles de peque?os hombrecitos, en biograf¨ªas un punto inopinadas; as¨ª, aflora el militar Fidel D¨¢vila, ¨²nico al que Franco ten¨ªa tanta confianza como para designarle Jefe del Estado en funciones mientras estaba de viaje; o el africanista y luego divisionario azul Agust¨ªn Mu?oz Grandes y el almirante Pedro Nieto Ant¨²nez, a quienes Franco ve¨ªa como su heredero y tercero en una hipot¨¦tica sucesi¨®n, respectivamente. O el a¨²n m¨¢s ignoto Blas P¨¦rez Gonz¨¢lez, ministro de Gobernaci¨®n, pero art¨ªfice de la implacable y represora Brigada de Investigaci¨®n Social, que cre¨® asesorado inicialmente por t¨¦cnicos nazis.
La brillantez de V¨¢zquez Montalb¨¢n es tal que hay propuestas en principio chocantes, pero con todo su sentido. Es el caso de Corea (guerra de), presente porque Franco quiso enviar soldados para luchar contra el comunismo, operaci¨®n que no culmin¨® porque Espa?a no estaba en la ONU, que vehiculaba la iniciativa. Sin desperdicio son las destinadas al Diario hablado de RNE (cuya sinton¨ªa era, para el autor, paradigm¨¢tica de ¡°la presencia psicol¨®gica del r¨¦gimen en los hogares de Espa?a¡±), a Pantano (en realidad, se segu¨ªa el plan de presas dise?ado por la Rep¨²blica y al dictador, de inaugurar tantos, se le apodaba clandestinamente ¡°Paco Rana¡±, como era ¡°el gal¨¢n del NO-DO¡± tambi¨¦n por su omnipresencia en el noticiario), o a Pesca y caza (con cifras tragic¨®micas de proezas, como el cachalote de 37 toneladas o el at¨²n de 373 kilos, atrapados por el dictador en operaciones que resultaban car¨ªsimas y donde el s¨¦quito aprovechaba para medrar). M¨¢s tristemente surrealistas son las referidas a Piojo Verde, nombre popular del tifus exantem¨¢tico que azot¨® la poblaci¨®n en la inmediata posguerra, o Tuberculoso pobre (Campa?a Pro Cama del), esta ¨²ltima con himno c¨ªnico de la poblaci¨®n (¡°Somos los tuberculosos / los que m¨¢s, los que m¨¢s nos divertimos...¡±), ejemplos de las pandemias de miseria que azotaban el pa¨ªs. No pod¨ªa faltar, claro, Occidente, centinela de, ep¨ªteto para el dictador que se invent¨® en una glosa el periodista Luis de Galinsoga, como Dionisio Ridruejo se sac¨® en 1940, hablando de econom¨ªa, la expresi¨®n ¡°Milagro de Franco¡±, en una concentraci¨®n falangista en Valencia, en 1940.
Por si la recuperaci¨®n de lo escrito no bastara, la edici¨®n de Anagrama incluye 11 ilustraciones de Brieva, con algunos referentes iconogr¨¢ficos de la ¨¦poca, a los que el artista sevillano a?ade puro ¨¢cido sulf¨²rico. Sobresale la escena de Franco en su lecho, rodeado de fosas ensangrentadas con muertos, sufriendo una pesadilla sobre masones y su esposa, Carmen Polo, tranquiliz¨¢ndole: ¡°Ya pas¨®, Paco. ?Por qu¨¦ no te tomas una lechecita y firmas unas penas de muerte y as¨ª ya te quedas m¨¢s tranquilo?¡±; o una secuencia de carteles de Franco, el Rey Juan Carlos y Gonz¨¢lez, Rajoy y Rivera, ¨¦stos con esl¨®ganes sobre el cambio; contempl¨¢ndolos est¨¢n dos ni?os, brazo en alto (como la ic¨®nica instant¨¢nea de 1939 ante una pintada del dictador), pero con un m¨®vil, comentando: ¡°Todo el santo d¨ªa apelando al cambio para que nada cambie nunca¡¡±. Un diccionario enciclop¨¦dico y demoledor.
Una exhaustiva ¡®biblioteca¡¯ sobre el b¨²nker
Franco escribi¨® su testamento a mano, que entreg¨® a su hija para que se lo pasara a m¨¢quina y lo custodiara. "Es el mejor resumen de sus obsesiones ideol¨®gicas", escribe Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n en el Diccionario del franquismo, dando un ejemplo m¨¢s de su condici¨®n de omn¨ªvoro devorador intelectual. Porque el libro demuestra que se lo ley¨® todo sobre el R¨¦gimen: desde el Diario de una bandera, los art¨ªculos de Franco cuando su campa?a en ?frica en los a?os 20 (y de donde extrae la an¨¦cdota de que regal¨® la oreja de un moro como trofeo al soldado espa?ol que lo mat¨®), a los textos del "p¨¦simo escritor" Luis Carrero Blanco, pasando por los pioneros estudios de Gabriel Jackson, Ramon Tamames o Herbert Southworth, entre otros. Por eso se puede permitir fechar en 1971 la aparici¨®n de la palabra b¨²nker en la pol¨ªtica espa?ola, a partir de una referencia del general Fanjul en una cena pol¨ªtica, que alud¨ªa a los que quer¨ªan morir en "los s¨®tanos de la canciller¨ªa": los que deseaban seguir con el inmovilismo franquista hasta el fin. Ten¨ªa material, pues, para una segunda entrega del diccionario, que llegar¨¢ en 1978 y tambi¨¦n en Dopesa, como el Diccionario...: Los demonios familiares de Franco.
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