El oficio de pedir y sus estrategias en la estaci¨®n de Atocha
Unas 15 personas tienen en las instalaciones ferroviarias su centro de trabajo y su hogar
Hace seis a?os, su esposa se divorci¨® de ¨¦l y lo ech¨® de casa. Se qued¨® sin techo. Garc¨ªa dej¨® de dormir en la calle apenas un mes despu¨¦s, cuando se enter¨® de que hab¨ªa un autob¨²s que recog¨ªa a personas sin hogar en la estaci¨®n y los llevaba a un albergue de Pozuelo para que pudieran pasar la noche a cubierto. As¨ª empez¨® a pasar los d¨ªas en Atocha.
Lo primero que pidi¨® a un viajero, relata, fue un cigarrillo. Garc¨ªa y algunos compa?eros del albergue en el que dorm¨ªa acumulaban el tabaco que consegu¨ªan para venderlo en el centro de acogida. Al cabo del tiempo acab¨® pidiendo dinero porque se dio cuenta de que pod¨ªa vivir con unas cuantas monedas. Este viajero sin destino llega todos los d¨ªas a Atocha a las siete de la ma?ana y se pone de pie frente a los cajeros del aparcamiento de la salida del AVE hasta que consigue lo del d¨ªa. ¡°Me lo tomo como mi rutina de trabajo¡±, dice. En una jornada, afirma, puede llegar a ganar entre 20 y 40 euros, aunque recuerda una vez que unos ¨¢rabes le dieron una propina de 1.000 euros.
Garc¨ªa es uno de los 15 habitantes (esa es la estad¨ªstica de los empleados de seguridad) que tienen la estaci¨®n como territorio de actuaci¨®n; este grupo heterodoxo se reparte el territorio y, tambi¨¦n, los papeles que interpretan. ¡°Cada uno tiene una estrategia diferente para pedir dinero¡±, explica Garc¨ªa, que puede hacer un desglose de los oficios dentro de la estaci¨®n: est¨¢n los que se pasean todo el d¨ªa pidiendo dinero para un caf¨¦, los que ofrecen sus servicios con los carros de las maletas, las que utilizan el truco de la embarazada y el cl¨¢sico de toda la vida, el que se ha quedado sin dinero para comprar un billete de vuelta. El reparto territorial distingue entre las dos plantas de la estaci¨®n: ¡°en la segunda planta, donde esta la puerta del AVE, los turistas suelen dar mejores propinas¡±, argumenta Garc¨ªa. Es la zona VIP y est¨¢ reservada para los m¨¢s veteranos.
Aqu¨ª el tiempo parece suspendido. Cada d¨ªa es id¨¦ntico al anterior y al siguiente. A David le gusta contarles historias a los pasajeros. A todo el que pasa por su lado le cuenta lo mismo: ¡°He perdido mi vuelo a Barcelona y estoy esperando a que mi hija me mande un billete nuevo¡±, relata una y otra vez.
Curiosamente, David tiene un trabajo fijo, por lo que pedir dinero en la estaci¨®n o en el aeropuerto podr¨ªa considerarse un segundo empleo. ¡°Yo al aeropuerto nunca he ido, pero David me ha dicho que vaya que all¨ª todo el dinero se multiplica¡±, cuenta Garc¨ªa. Aunque dice que no le interesa ir a Barajas porque en Atocha cumple con sus objetivos.
Una turista se acerca a un establecimiento a comprar un caf¨¦. En ese momento se le acerca Mar¨ªa.
¡ª ?Me da un euro para comprar algo de comer que estoy embarazada? El viajero suelta el dinero casi sin resistencia.
¡ª?No ha visto que no estaba embarazada?, ¡ª le advierte, ya tarde, la camarera del local, para explicarle que la mujer que se le ha acercado lleva por lo menos siete a?os diciendo que est¨¢ embarazada. El cliente no parece sorprendido, se?al de que la estrategia funciona. Funciona y debe ser rentable; sus colegas aseguran que Mar¨ªa es la que m¨¢s dinero gana de todos. Entre 300 y 400 euros diarios.
Mar¨ªa es la m¨¢s misteriosa del grupo y es m¨ªtica entre algunos de los camareros de la estaci¨®n por un episodio que tuvo hace dos a?os. Gabriela y Helena, que llevan m¨¢s de cuatro a?os trabajando en el establecimiento afirman que un turista lleg¨® a arrojarle 20 euros en monedas a la cara. ¡°Ella se agach¨®, vestida con un velo negro y un coj¨ªn para simular el embarazo, y empez¨® a gritar que era la vampiresa de Satan¨¢s¡±, cuentan las empleadas.
Alberto es empleado de Adif, tiene prohibido dar su apellido. Lleva siete a?os trabajando en la estaci¨®n de Atocha y tambi¨¦n conoce la estrategia de estas personas. ¡°Por la tarde quedan frente a la salida del estacionamiento del AVE para contar el dinero que han recaudado a lo largo del d¨ªa y van a comprar droga¡±, afirma. Esta versi¨®n la confirma Garc¨ªa, que dice que el 90% de los habituales tiene un problema con la droga.
Los vigilantes
¡°Nadie hace nada para echarlos¡±, asegura Jos¨¦, que vende loter¨ªa en la primera planta. No obstante, uno de los agentes de seguridad de la estaci¨®n explica que s¨ª intentan expulsar a estas personas de Atocha. ¡°Cuando insisten mucho en pedir dinero a un solo pasajero intentamos que se vayan. Pero esto es tan grande que basta con que vuelvan a entrar por otra puerta para tenerlos dentro otra vez. Son imposibles de controlar¡±, explica.
¡°Una joven gallega me pidi¨® dinero para poder comprar un billete a Vigo porque le hab¨ªan robado la cartera. Como me dio pena, le di lo que ten¨ªa suelto. Varias semanas despu¨¦s, en el mismo sitio, me la volv¨ª a encontrar y me volvi¨® a pedir dinero cont¨¢ndome la misma historia que unas semanas antes¡±, recuerda Roberto Gonz¨¢lez que viaja mucho por negocios y sale de la ciudad a menudo por Atocha.
Una agente de la Polic¨ªa Nacional ve a una de las rumanas pidiendo dinero a un hombre y se acerca a la mujer para pedirle que se vaya. Ella sale corriendo escaleras arriba hacia la salida que da a parar a la gasolinera de Atocha. En la pr¨®xima hora, la rumana dar¨¢ cuatro vueltas completas a la terminal y se parar¨¢ a pedir dinero a una veintena de pasajeros.
¡°Muchas veces he tratado de ayudar a los nuevos e indicarles c¨®mo pueden hacer de la estaci¨®n su trabajo¡±, dice Garc¨ªa, como quien est¨¢ orgulloso de este tipo de oficio. ¡°Pero a otros directamente les he dicho que se fueran de aqu¨ª. Ni su pinta ni sus modales son lo suficientemente buenos como para trabajar en esto¡±.
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