Festivales veraniegos de m¨²sica
Hay que ayudar a los festivales de m¨²sica y, como ocurri¨® con Bayreuth, hay que tender a objetivar e institucionalizar su gesti¨®n
Sondra Radvanovsky cantar¨¢ por Montserrat Caball¨¦ el s¨¢bado que viene, 17 de agosto, en la iglesia del Convent del Carme de Peralada, 250 entradas, agotadas (Catalunya M¨²sica grabar¨¢ el recital para su retransmisi¨®n posterior). Contratada por el Festival Castell de Peralada, Radvanovsky es la soprano m¨¢s querida por el Liceu en esta d¨¦cada. La hemos visto en Aida, Norma, Tosca, Poliuto y Luisa Miller este a?o, y el pasado en Andrea Ch¨¦nier: su bis del aria La mamma morta (accesible en YouTube) les explicar¨¢ mejor que yo por qu¨¦ la gente adora a esta mujer. Domina el legato, sosteniendo las vocales sin apenas permitir que las consonantes interrumpan la l¨ªnea de su voz. Este a?o cuenta cincuenta justos y, sabedora de que su voz no durar¨¢ otros veinte, lo da todo. Pero su arte permanecer¨¢, como el de Caball¨¦, reina del tr¨¢nsito del pianissimo al forte y de regreso al pianissimo. El homenaje es merecido y Oriol Aguil¨¤, director del festival, lo ha sabido ver.
El Festival Castell de Peralada es un acontecimiento social y (tambi¨¦n) musical considerable. Con un presupuesto de algo menos de cinco millones de euros remueve el verano ampurdan¨¦s. Este a?o nos ha tra¨ªdo una Traviata meritoria e improbable, bien cantada por Ekaterina Bakanova, actriz formidable. La producci¨®n de Paco Azor¨ªn se ha empe?ado en presentar a la pobre Violetta Val¨¦ry como una mujer empoderada (barbarismo, american¨®filo sin querer, de empowered), algo as¨ª como caracterizar a la valquiria Br¨¹nnhilde de geisha. Tampoco ayudaron los recortes de la producci¨®n: desaparecieron los sof¨¢s y los pobres cantantes se arrastraban por los suelos mientras sus esp¨ªritus se descolgaban por las paredes.
Los festivales estivales de m¨²sica (f-estivales) son de dos tipos: los que tienen teatro y los que se celebran al aire libre. De entre los primeros, destaco tres: Bayreuth (23 millones de euros de presupuesto) es un engranaje perfecto de la estrategia cultural alemana, todo el pa¨ªs colabora, sus instituciones ¡ªel Gobierno federal, el Land de Baviera, el Ayuntamiento de Bayreuth¡ª, su sociedad de amigos ¡ªsi quiere entradas, ha de ser miembro¡ª, y lo gestiona profesionalmente una sociedad mercantil. La canciller Merkel va casi cada a?o. Es un federalismo cooperativo que aqu¨ª solo podemos envidiar. Estos ¨²ltimos a?os, Los maestros cantores de N¨²remberg, producci¨®n de Barrie Kosky y direcci¨®n musical de Philippe Jordan, han dado lo mejor de la vieja y buena idea de la redenci¨®n por el arte: el final, con Hans Sachs-Richard Wagner despidiendo a su m¨²sica para la eternidad, es memorable. En el otro extremo est¨¢ Glyndebourne (31 millones), con sus entreactos interminables y su c¨®digo indumentario idiosincr¨¢tico. En medio, Salzburgo, el m¨¢s rico (63 millones), ofrece de todo y nada malo.
De los festivales al aire libre, la Arena de Verona (44 millones) es dos veces un circo, un espect¨¢culo. M¨¢s pr¨®ximo a nuestro entorno geogr¨¢fico y cultural es el respetado festival de Aix-en-Provence (23 millones), el cual se beneficia, como Bayreuth, de celebrarse en una ciudad que funciona muy bien por s¨ª misma, y no en un campo de golf con casino incluido. Peralada habr¨ªa de crecer enraiz¨¢ndose en las ciudades cercanas, Figueres, Girona, ciudades extraordinarias. Luego L¡¯Escala ofrece las ruinas, griegas y romanas a la vez, de Emp¨²ries. Y est¨¢ la costa, siempre de un azul intenso que no es el de Barcelona.
El Festival sigue a cargo de la familia Mateu, ep¨ªtome de la historia de la alta burgues¨ªa catalana del siglo XX: Miguel Mateu y Pla (1898-1972), hijo del fabricante del autom¨®vil Hispano-Suiza y comprador del Castell, huy¨® de Barcelona en el verano de 1936 ¡ªcasi lo matan¡ª, y volvi¨® a la ciudad el d¨ªa de su ocupaci¨®n por los ganadores de la Guerra, entre quienes se contaba, el 26 de enero de 1939. El 27 ya era su alcalde. Luego presidi¨® la actual CaixaBank. Sus herederos supieron encender el Castell dos veces, con un casino primero y con el Festival despu¨¦s. La historia contin¨²a, pero no pretendan ganar al amo del croupier, que as¨ª es el juego social. El a?o que viene Radvanovsky volver¨¢ a Peralada para cantar Aida. Hay que ayudar a los festivales de m¨²sica y, como ocurri¨® con Bayreuth, hay que tender a objetivar e institucionalizar su gesti¨®n. Sus organizadores han de aferrarse a lo mejor del aire libre, el jard¨ªn del Castell, cuyos ¨¢rboles centenarios son magn¨ªficos. El problema es que el ¨²nico lugar al que se puede ir despu¨¦s del concierto es un casino. Hagan juego.
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