D¨ªaz Ayuso tambi¨¦n sabe sonre¨ªr
Uno de los grandes atractivos de esta legislatura consistir¨¢ en observar qu¨¦ sonrisa se impone con m¨¢s contundencia dentro del tinglado auton¨®mico
?Recuerdan las juergas que Espa?a se corr¨ªa gracias a Esperanza Aguirre? Todo el mundo conserva en el imaginario colectivo aquel pitorreo que Pablo Carbonell mantuvo con ella por cap¨ªtulos en Caiga quien caiga. Entonces salt¨® a la fama cuando era ministra de Educaci¨®n y Cultura. Una apuesta personal de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar que cada semana nos regalaba sonoras meteduras de pata junto a una atrevida y desacomplejada ignorancia.
Aguirre sosten¨ªa cada vacile ante las c¨¢maras persecutorias entrando a la muleta y con una sonrisa. La misma que esgrimi¨®, se acuerdan, el d¨ªa en que dos tr¨¢nsfugas del PSOE arrebataron el gobierno de la Comunidad de Madrid a Rafael Simancas. A¨²n muchos andan tratando de entender como aquel personaje que en ciertos ¨¢mbitos culturetas resultaba rid¨ªculo se convirti¨® en una curiosa m¨¢quina de victorias en las urnas. Y una vez bendecida por los votos, en toda una madrina del poder capitalino con colaboradores ¨ªntimos implicados en varias tramas de corrupci¨®n de las que ella ha salido, hasta ahora, casi indemne.
Isabel D¨ªaz Ayuso tampoco ha ganado las elecciones. Pero ya gobierna. Su triunfo como nuevo valor en alza del PP tiene que ver, en cierto modo, con aquel primer tramo de la carrera de Aguirre, cuando nos proporcion¨® titulares, para muchos, surrealistas. El problema con las reacciones que suscitan ambas ha sido confundir entre algunos sectores de los analistas determinados ¨¢mbitos de influencia. Escandalizan a sus improbables votantes, pero no a sus potenciales seguidores. Lo que en ciertos c¨ªrculos progresistas de p¨¢tina intelectual es digno de cachondeo, en otros caladeros de voto, no.
La habilidad de D¨ªaz Ayuso ha estado en no perder los nervios ante esa evidencia. Y en un esmerado trabajo de picar piedra con paciencia para urdir el pacto que m¨¢s le conviene. Porque una vez los suyos tienen el poder al alcance de la mano, no lo pierden ni muestran esa alergia pueril que exhibe de manera absurda la izquierda.
Tambi¨¦n en un uso muy particular de la consigna sin complejos. Por un lado, esa bandera la ha esgrimido la ya presidenta madrile?a para conservar voto tradicional frente a la derecha m¨¢s ultra. Por otro, ha logrado conectar cierto desenfado generacional con toques de rebeld¨ªa, independencia y costumbres abiertas. Un equilibrio en el alambre que si no le ha dado la victoria le ha permitido cumplir el objetivo: resistir para no perder la comunidad de Madrid. Eso s¨ª, siempre sonriendo. Sonriendo siempre¡
Como seguir¨¢ haciendo ahora con sus socios de gobierno. Uno de los grandes atractivos de esta legislatura consistir¨¢ en observar qu¨¦ sonrisa se impone con m¨¢s contundencia dentro del tinglado auton¨®mico: si la cheli de D¨ªaz Ayuso o la monjil con apariencia de pu?alada por la espalda de Roc¨ªo Monasterio. Al pobre Aguado, lo descartamos. En el papel¨®n de simple actor de reparto que le toca dentro de este sainete no se le advierte talento ni para poner cara de circunstancias.
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