La rentr¨¦e
Como los madrile?os solemos ser adem¨¢s gente perversa acabamos encontr¨¢ndole el gusto otra vez al jaleo cotidiano y al tumulto de siempre
Se acaban las vacaciones y vamos regresando a la triste dictadura de los horarios laborales, los compromisos, las responsabilidades; mientras, en la mente, aquellas jornadas del est¨ªo tumbados en la playa, comiendo las gambas que vende un se?or curtido de salitre y sol, parecen solo un sue?o fugaz, pura construcci¨®n de la memoria. Vuelve la tristeza industrial del reba?o que viaja muy temprano en el infierno subterr¨¢neo del metro, el Hades contempor¨¢neo al que llegamos cruzando el lago Estigia en un vag¨®n de la l¨ªnea amarilla.
Ahora le dicen mucho rentr¨¦e a esta ¨¦poca del a?o, cuando la bestia mec¨¢nica y brutal vuelve a despertarse de su siesta agoste?a. Tiene uno sensaci¨®n de eterno retorno nietzscheciano y le dan ganas de abrazar a los caballos de los polic¨ªas municipales. La rentr¨¦e, el regreso, la vuelta al cole y al curro, es una ¨¦poca muy caracter¨ªstica de la capital, cuando todo el mundo comienza a llamar y ser llamado, a escribir mails, a exigir y dar cosas, al manejo del bulldozer (sobre todo en el Ayuntamiento), cuando se presentan las programaciones teatrales y vuelven a abrir las galer¨ªas de arte, cuando la gente vuelve a coger el tel¨¦fono. Cuando nos preguntamos si esto que tenemos por delante es la vida que queremos vivir u otra cosa que nos han vendido por error.
Hay rebeldes radicales que, ilusos, intentan resistir aferr¨¢ndose a las terrazas, repobladas de gente morena, o que viven el enga?o fugaz de aprovechar un ¨²ltimo fin de semana en la sierra: esa escapadita en septiembre, que se est¨¢ mucho mejor. El bronceado, por cierto, qu¨¦ servidumbre, eso de arriesgarse al melanoma durante tantas jornadas para que luego se te vaya en menos de diez d¨ªas. Invertir unos cientos o miles de euros en transporte, alojamiento y desayuno para esto.
Pero, m¨¢s all¨¢ de estas distracciones pasajeras, lo cierto es que los ciudadanos volvemos a colocarnos (es un decir) en la l¨ªnea de salida para la dura competici¨®n que ser¨¢ el nuevo curso laboral. En el gimnasio low cost maltratamos nuestro organismo en la clase de spinning con el objetivo de afinar un poco el cuerpo humano despu¨¦s de los excesos veraniegos y, de paso, qui¨¦n sabe, generar unas dosis dopam¨ªnicas que nos hagan llevar mejor la depre.
Como los madrile?os solemos establecer una relaci¨®n de amor-odio con la urbe, lo cierto es que uno vuelve a Madrid con cierta curiosidad por volver a ver las calles y las plazas, a ver si es la ciudad como la recordamos, a ver si los flamantes gobiernos derechistas ya han hecho de las suyas en nuestra ausencia. Y como los madrile?os solemos ser adem¨¢s gente perversa acabamos encontr¨¢ndole el gusto otra vez al jaleo cotidiano y al tumulto de siempre, y a quejarnos en los bares de lo mal que est¨¢n las cosas. Pronto el Paseo del Prado estar¨¢ sembrado de hojas secas, los ¨¢rboles en bolas, y ser¨¢ todo muy hermoso.
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