Del folk m¨¢s pl¨¢cido de los a?os sesenta a Alfa Centauri
Bedouine y Jay Jay Johanson, en la segunda noche de la Merc¨¨
La lluvia, probablemente enviada por Santa Eulalia, a¨²n triste por haber perdido su patronazgo, jug¨® con la Merc¨¨ durante todo el d¨ªa, pero al final respet¨® como m¨ªnimo el inicio de las actividades musicales de la noche. La dulzura de la cantante folk de origen sirio Bedouine cautiv¨® con su sosiego en la plaza Joan Coromines, mientras que el croonerdigital Jay Jay Johanson llenaba la contigua de los ?ngels, donde repas¨® su repertorio truf¨¢ndolo con sus canciones m¨¢s exitosas. Eran las dos primeras citas de una noche que luego seguir¨ªa con el flamenco de Chicuelo en la Catedral y las propuestas africanas previstas en el Moll de la Fusta.
Bedouine, todo sosiego con su guitarra ac¨²stica, retrotrajo al p¨²blico a los a?os sesenta y al folk m¨¢s pl¨¢cido. Moviendo su melena como lo hacen quienes ven en ello un gesto delicado, destac¨® su pieza Echo Park, en la que cuenta c¨®mo ha cambiado el barrio de Los ?ngeles donde vive, una historia muy com¨²n en nuestro mundo y que ahora ocurre sin que sea necesario envejecer para vivirla. Por su parte, Jay Jay Johanson sigui¨® con un concierto m¨¢s digital, con programaciones que sustentaron una propuesta perfecta para animar con su canci¨®n electr¨®nica un crucero espacial a Alfa Centauri, sin ir m¨¢s lejos.
La noche anterior otorg¨® protagonismo a dos personajes singulares. Por un lado destac¨® la actuaci¨®n vibrante y energ¨¦tica de Duckwrth, un rapero californiano que parec¨ªa haber atracado una farmacia vaci¨¢ndola de estimulantes. Su concierto tuvo lugar en una Pla?a dels ?ngels que fue liberada temporalmente del dominio de los skaters, sin espacio para lucir sus habilidades sobre la versi¨®n urbana de las alfombras m¨¢gicas orientales. Una multitud llenaba la plaza, uno de los epicentros del BAM.
All¨ª camp¨® a sus anchas Duckwrth, enfundado en un mono amarillo que lo convert¨ªa en una banana filiforme, acompa?ado por un guitarrista y un disc jockey. En sus 45 minutos de actuaci¨®n despleg¨® un alarde de facultades atl¨¦ticas, no par¨® de botar como aquejado por el baile de San Vito y ofreci¨® un hip-hop de marcada musicalidad, que hu¨ªa de las bases cartesianas e insistentes y se deslizaba ante el solaz de la multitud, ya pose¨ªda por el baile, hacia el soul o el funk. Citar a Andre 3000 o NERD como referentes resultar¨ªa adecuado. Y mientras Duckwrth se deslomaba festivamente, algunos skaters localizaron un amplio espacio en la parte izquierda de la plaza y all¨ª uno de ellos se luci¨® impulsando lateralmente la tabla con los pies de forma que esta se elevaba girando sobre s¨ª misma hasta que su mano izquierda la deten¨ªa en pleno vuelo y con un golpe de mu?eca se la cambiaba de mano. Asegurar sus tobillos, nariz y mu?ecas no debe tener precio.
La sorpresa de la noche
M¨¢s tarde, en la contigua Coromines, ahora parcialmente asfaltada y por lo tanto mucho m¨¢s habitable, el lisboeta Conan (por el b¨¢rbaro) Osiris (por la deidad) se revelaba como la gran sorpresa de la noche. Su aspecto era genial: vest¨ªa una especie de abrigo largo calado, calzones de muay thai, zapatillas deportivas y cabello, azabache brillante, ce?ido por un recogido. Su acompa?ante, un bailar¨ªn con falda plisada que dejaba ver el pantal¨®n corto que iba debajo, sacud¨ªa su cuerpo acalambr¨¢ndolo al comp¨¢s de los arranques r¨ªtmicos de Conan, una estrella de la hibridaci¨®n. Su voz, mel¨®dica, con la entonaci¨®n y esp¨ªritu del fado, se dejaba querer por influencias ¨¢rabes y del hip-hop, cabalgando sobre bases electr¨®nicas que entraban en fren¨¦tica aceleraci¨®n, llevando a Conan Osiris y su bailar¨ªn bien a hacer twerking o a sacudir sus pelvis con tal furia que podr¨ªan quitar el polvo a una colecci¨®n de alfombras. Excitante su concierto de ¡°prostituci¨®n¡± del fado, totalmente sexual y expansivo. Una actuaci¨®n muy propia del S¨®nar ofrecida para toda la ciudadan¨ªa.
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