El Gatopardo catal¨¢n
La CUP afear¨¢ en las elecciones del 10-N a JxCat y ERC que su orgullo sea m¨¢s fuerte que su miseria para evitar m¨¢s rectificaciones p¨²blicas de unos contrincantes temerosos de ser considerados traidores
Uno de los legados que nos dej¨® el PSUC fue su capacidad de influencia en territorios ajenos. Aquel viejo Partit Socialista Unificat de Catalunya, cuyo recuerdo suscita en algunos tanto prestigio como nostalgia, muri¨® v¨ªctima de la moda de los cambios aparentes en ¨¦poca de cambios reales. De la ya superada necesidad marcada por Lampedusa en El gatopardo de que ¡°si queremos que todo siga como est¨¢, necesitamos que todo cambie¡±. Hoy, mientras el recuerdo de la formaci¨®n de Gregorio L¨®pez Raimundo, Antoni Guti¨¦rrez D¨ªaz y Rafael Rib¨® se difumina entre las brumas del ayer, hay que reconocer su herencia en los c¨®digos pol¨ªticos y culturales que marcaron a Catalu?a durante cuarenta a?os. Por la sagacidad de sus intelectuales y la capacidad de su estructura, por su infiltraci¨®n en un tejido social transversal y su cr¨¦dito en la definici¨®n de los c¨¢nones establecidos, el socio catal¨¢n del PCE de Carrillo consigui¨® marcar pautas y conductas, principios y criterios que acabaron acatando incluso sus rivales m¨¢s directos para orgullo y desesperaci¨®n simult¨¢nea de sus inductores. As¨ª se lo reconoci¨® Pujol cuando ya no le hac¨ªa sombra.
Pasado aquel largo periodo e internados en el ciclo independentista, algo parecido podr¨ªamos decir de la influencia que el relato de la CUP tiene en los otros dos partidos que pugnan por capitalizar el proc¨¦s. Tanto la mayor¨ªa de expresiones, lemas y consignas como la incapacidad demostrada para recapitular, a pesar de muchos pesares, de ERC y de Junts per Catalunya, tambi¨¦n tiene que ver con la alargada sombra de las Candidatures de Unitat Popular. Ellos, en cambio, desde su coherencia aparentemente inquebrantable, se limitan a marcar un camino que saben que el resto de idealistas seguir¨¢. El ejemplo m¨¢s reciente lo tuvimos la semana pasada en el Parlament. La bronca en el hemiciclo entre Ciutadans y el bloque independentista, tan comentada como vergonzosa, tuvo una previa que se diluy¨® como un azucarillo en un vaso de agua por la fuerza y el impacto de los fondos y las formas. Record¨¦moslo rememorando las cr¨®nicas de la sesi¨®n.
Los ¨²ltimos estertores del Debate de Pol¨ªtica General transcurr¨ªan entre el tedio parlamentario y el sopor de la sobremesa. Salta la noticia de que el juez de la Audiencia Nacional manda a prisi¨®n provisional a los siete detenidos acusados de presunta pertenencia a organizaci¨®n terrorista y tenencia de explosivos. El diputado Carles Riera pide la palabra y comenta que ¡°ya tenemos diecis¨¦is presos pol¨ªticos¡± mientras solicita la suspensi¨®n del pleno y convocar a la junta de portavoces para que los grupos puedan responder a ¡°esta situaci¨®n de excepcionalidad¡±. Roger Torrent no accede y los cuatro diputados anticapitalistas abandonan el hemiciclo. Un rato despu¨¦s, y viendo la magnitud de la tragedia que se estaban perdiendo, dirigentes de ERC y JxCat se apuntan a la reclamaci¨®n denegada y es, desde ese momento, que la c¨¢mara nos deja la escena de la discordia. Provocadores y provocados se enzarzan en una batalla verbal de la que, quien m¨¢s y quien menos, ha sacado sus propias conclusiones. Pero que en aquel ardiente debate la CUP ya no estuviera presente no significa que no hubiera sembrado su semilla. Por miedo a no ser menos, a perder comba, votos o posici¨®n, los partidos del gobierno se sintieron empujados a subir su tono.
Observando la manifestaci¨®n del martes, esa influencia tambi¨¦n era obvia. Se?oras que peinan canas, elegantes y educadas que uno deducir¨ªa que fueron votantes del pujolismo de ley y orden, clamaban que se marcharan las fuerzas de ocupaci¨®n porque las calles ser¨¢n siempre suyas. J¨®venes todav¨ªa imberbes entonaban esl¨®ganes contra la dictadura franquista de la que apenas pod¨ªan haber le¨ªdo nada. Por la ma?ana, en el acto institucional del Govern, buena parte del discurso del president Torra bien podr¨ªa haberlo escrito un cupaire. Por no decir de su alocuci¨®n la tarde anterior inscribiendo el 1-O del 2017 como la fecha fundacional de la rep¨²blica catalana. Hoy sabemos cu¨¢ndo se fund¨® el futuro mientras seguimos ignorando como sortear el presente. Y. por supuesto, c¨®mo nos llevar¨¢n hasta la arcadia feliz.
Pero el relato queda. Y se potencia en un momento de respiraci¨®n contenida ante la sentencia que todo lo remover¨¢ pero poco cambiar¨¢, porque la campa?a electoral capitalizar¨¢ los ¨¢nimos encendidos para intentar canalizarlos en votos. All¨ª volver¨¢ a emerger la CUP, ahora dispuesta a batallar tambi¨¦n para el Congreso, evitando as¨ª rectificaciones p¨²blicas de unos contrincantes temerosos de ser considerados traidores. Y, como en el Gatopardo, los anticapitalistas les seguir¨¢n afeando que su orgullo es m¨¢s fuerte que su miseria.
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