Discurso de un trabajador que edita
Gonzalo Pont¨®n se declara un ¡°artesano de la edici¨®n¡± al ser investido doctor 'honoris causa' por la Universidad Pompeu Fabra
Tal ha sido la fuerza y el prestigio de la labor de Gonzalo Pont¨®n como editor, especialmente desde Cr¨ªtica, que se dice que ten¨ªa el poder de hacer y deshacer catedr¨¢ticos de Historia en las universidades espa?olas, seg¨²n les publicara o no sus tesis, lo que pod¨ªa marcar toda una trayectoria acad¨¦mica. No era, afirman los entendidos, una falsedad del todo. Y eso daba un a?adido valor narrativo a la ceremonia de la merecida investidura como doctor honoris causa con la que la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona le reconoci¨® ayer.
Fue una ceremonia, pues, con subtexto, destinada a quien desde el primer momento ¡°tiene bien asumido el compromiso social de su trabajo¡±, alguien que ¡°entiende la edici¨®n como un instrumento de intervenci¨®n cultural para ofrecer a la sociedad herramientas de compresi¨®n del mundo¡±, dijo el siempre tan sobrio como s¨®lido historiador Joaquim Albareda en la laudatio. Detalles hubo muchos, como la del fragmento de la Sarabanda de la Suite en re menor de H?ndel con la que el doctorando entr¨® del brazo de su padrino, el profesor de Literatura Javier Aparicio. Puro siglo XVIII, el supuestamente de las Luces, aqu¨¦l al que Pont¨®n, siempre iconoclasta, ha desmitificado quit¨¢ndole esplendor y falsa justicia en su, por ahora, ¨²nico libro, La lucha por la desigualdad, premio nacional de Ensayo 2017.
No se le debi¨® escapar el detalle al selecto centenar de personas que conformaban el auditorio, donde estaba toda la cadena del libro: libreros (Antonio Ram¨ªrez, de La Central); distribuidores (Oriol Serrano, de Les Punxes), autores (Borja de Riquer , historiador), agentes literarios (los pesos pesados de la Agencia Balcells, Luis Miguel Palomares al frente) y colegas, algunos a su vez antiguos disc¨ªpulos (Claudia Casanova, de ?tico de los Libros), am¨¦n de amigos (Anna Sall¨¦s, tambi¨¦n historiadora). Y, claro, la saga familiar, con los hijos Gonzalo y Ferran Pont¨®n Gij¨®n, profesor uno y coeditores con su padre de Pasado & Presente, y alg¨²n nieto del, al poco, doctor.
¡°Qui va construir Tebes, la ciutat de set portes? / Als llibres hi ha noms de reis. / Van arrossegar els reis els blocs de pedra? (¡) / El jove Alexandre va conquerir l¡¯?ndia. / Ell tot sol?¡±, iban desgranando los miembros del Aula de Teatro de UPF, en versi¨®n de Feliu Formosa, los versos de Preguntes d¡¯un treballador que llegeix, de Bertolt Brecht para amenizar la ceremonia. Ni t¨ªtulo ni composici¨®n ni autor gratuitos, tampoco. Porque Pont¨®n (Barcelona, 1944), en su discursos, defini¨® su labor como ¡°un mosaico ciertamente espl¨¦ndido¡±, pero que, como en todo trencad¨ªs, el valor estaba en ¡°las teselas de materiales preciosos¡±. Y al rato sal¨ªan Pierre Vilar, Eric Hobsbawm (con el que compart¨ªa perdices estofadas en Toledo), John Elliot, Ian Gibson, Antony Beevor¡ Pero de hasta de su labor como ¡°artesano¡± se rest¨® m¨¦ritos porque asegur¨® que aprendi¨® el oficio en la Ariel de los a?os 60, donde el compromiso ideol¨®gico y pol¨ªtico le llev¨® a imprimir en sus talleres octavillas clandestinas del PSUC, del MSC o el bolet¨ªn de la Asociaci¨®n Popular Clandestina (API), redactada por periodistas y de obligada lectura para izquierdistas. O la Historia de Espa?a de Vilar, confiscada por la polic¨ªa y que le llev¨® a ser condenado por el Supremo.
En esa Ariel de regusto republicano se top¨®, am¨¦n de con un jovenc¨ªsimo Paco Rico reci¨¦n regresado de los Estados Unidos (que asent¨ªa reviviendo el pasado entre el p¨²blico) con dos personas capitales, Manuel Sacrist¨¢n y Josep Fontana. De este ¨²ltimo, confes¨® Pont¨®n que, tras pedirle ¨¦l que le dirigiera su tesis doctoral, Fontana le propuso que fuera profesor ayudante suyo en la Universidad Aut¨®noma de Barcelona para el curso 1976-1977. Pero Pont¨®n, en 1975, ten¨ªa otros planes: crear Cr¨ªtica. ¡°Los primeros t¨ªtulos salieron en octubre de 1976, cuando yo deb¨ªa empezar las clases¡±, recordaba un editor que iba dando gracias a sus trabajadores y colaboradores (¡°he tenido los mejores especialistas¡±) y que citaba t¨¢citamente a sus maestros, como el Vilar y el Fontana camuflados a la vez en la frase ¡°la ciencia hist¨®rica no es una ciencia fr¨ªa, ha de servir para formar una conciencia cr¨ªtica¡±.
Relajado tras recibir el reconocimiento, o¨ªa feliz, en un sill¨®n rojo, los versos de De vita beata, de Gil de Biedma. ¡°En un viejo pa¨ªs ineficiente, / algo as¨ª como Espa?a entre dos guerras / civiles (¡) / poseer una casa y poca hacienda (¡) / y vivir como un noble arruinado / entre las ruinas de mi inteligencia¡±. El mejor retrato de un comprometido trabajador que edita.
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