De Franco no se habla en el bar
La indiferencia presidi¨® la larga transmisi¨®n televisiva desde el Valle de los Ca¨ªdos en todo tipo de establecimientos p¨²blicos de la capital
? [As¨ª ha sido la exhumaci¨®n de Franco]
No es costumbre en Espa?a, tampoco en la capital, hablar de pol¨ªtica en el bar, la taberna o la cafeter¨ªa. Lugares de culto diario, de ruido y conversaciones, a veces cruzadas, generalmente a media voz, ayer ofrec¨ªan de forma un¨¢nime un ¡°men¨² exhumaci¨®n¡± a trav¨¦s de ese provocador utensilio indispensable que es la televisi¨®n, pero las horas de im¨¢genes en directo sobre cuanto suced¨ªa o se sospechaba que suced¨ªa en el Valle de los Ca¨ªdos casi no despertaron debate. Cierto es que durante 40 a?os de dictadura estuvo vedado hablar de pol¨ªtica en lugar p¨²blico. Mucho menos de Franco. Pero cab¨ªa la posibilidad de que, 40 a?os despu¨¦s de esos 40 a?os, el h¨¢bito cambiase. Pero no, de f¨²tbol o de cualquier pormenor de los personajes televisivos se habla. Pero de Franco, ni muerto, ni alzado a hombros a su salida del Valle. La indiferencia presidi¨® la jornada.
Franco visto desde El 22
La que manda en El 22, un peque?o bar en Chamber¨ª, es Mari, la due?a. Ignacio Aranguren, un cliente habitual, le ped¨ªa una ca?a mientras ve¨ªa la tele.
¡ªNi hablar, ?si ni siquiera te has tomado el caf¨¦!
Al rato, Aranguren ped¨ªa un bocadillo, como el que comen dos obreros al fondo de la barra.
¡ªNo, Ignacio, que si no despu¨¦s no me comes.
De bar franquista a arrocer¨ªa
Las calles de Pelayos de la Presa (2.500 habitantes) eran ayer un desierto. Ni siquiera hab¨ªa gente en los bares. Uno de ellos, El Mirador de Pelayos, estuvo considerado durante a?os uno de los templos del franquismo. Pero ahora es una arrocer¨ªa y Rosa, la nueva due?a, retir¨® la simbolog¨ªa franquista. Jos¨¦ Cercas, el due?o anterior, alquil¨® otro local y mont¨® otro bar: El Stop de Pepe. Solo hay un mu?eco peque?o con la figura de Franco en una estanter¨ªa, junto a una botella de vodka de la marca Vox. En su opini¨®n, es una medida electoralista del PSOE, aunque ¡°no le va a servir a S¨¢nchez para continuar como presidente¡±. ¡°Lo de sacar a Franco del Valle no sirve para nada. Hay cosas mucho m¨¢s urgentes¡±, asegura.
Manda Mari, que quede claro.
El d¨ªa D de la exhumaci¨®n de Franco ocurri¨® otro hecho hist¨®rico paralelo en El 22: se rompi¨® la vieja cafetera. Un t¨¦cnico rumano pas¨® toda la ma?ana tratando de arreglarla. No mir¨® a la tele.
El momento de la exhumaci¨®n no parec¨ªa llegar nunca. ¡°Hasta para esto vamos tarde. No tenemos remedio¡±, dec¨ªa Araceli Sal¨², una mujer de 80 a?os. Est¨¢ como una flor, pero ella, un poco por fomentar la guasa, dice que est¨¢ ¡°hecha una momia, como esa que van a sacar¡±. Ella ve¨ªa fenomenal que se vaya el cad¨¢ver del Valle de los Ca¨ªdos, porque ah¨ª no pinta nada, y que lo manden a Mingorrubio, con Carmen Polo, la esposa de Franco. ¡°Pero hablo a la ligera. Yo no estoy segura de querer que me entierren con mi Alfonso, mi marido que est¨¢ enterrado en el cementerio de Pozuelo. Mis hijas creen que s¨ª, que eso tengo que hacer, pero les voy a decir que me incineren y tiren mis cenizas en los vi?edos de Valdepe?as. ?As¨ª me emborracho todos los d¨ªas!¡±, dec¨ªa.
Mientras los tertulianos discut¨ªan en la tele a gritos ¡ªen El 22 confiaron el momento hist¨®rico al programa de Mar¨ªa Rey, de Telemadrid¡ª, el conserje del edificio de al lado, Paulino G¨®mez, preguntaba en alto cu¨¢nto hab¨ªa costado el operativo.
¡ª64.000 euros ¡ªle respondi¨® alguien.
¡ªPues yo lo hubiera hecho por 3.000.
Se puso a contar entonces que hubiera cogido la furgoneta con la que a veces hace portes y mudanzas y en una ma?ana hac¨ªa el traslado, sin necesidad de helic¨®pteros ni m¨¢s historias.
La periodista Mar¨ªa Rey conect¨® despu¨¦s con el cementerio de Mingorrubio y la escena no pod¨ªa ser m¨¢s surrealista. El golpista Antonio Tejero bajaba de un coche y se abr¨ªa paso entre la multitud. Aranguren, ahora s¨ª atendido con un plato de lentejas, vio un riesgo innecesario: ¡°Yo, si soy ¨¦l, no voy. ?A qu¨¦ vas? ?A que te peguen un tiro?¡±.
Las tres horas que dur¨® el momento hist¨®rico resultaron una eternidad y El 22 se fue vaciando poco a poco. Solo hab¨ªa tres personas cuando se abrieron las puertas de la bas¨ªlica y sali¨® el ata¨²d en hombros de los familiares del dictador. Lo subieron a un coche, gritaron ¡°viva Espa?a¡± y aquello toc¨® a su fin.
Aranguren se encogi¨® de hombros: ¡°Pues ya est¨¢, ?no?¡±.
Crespones negros en el edificio que fue de Carmen Polo.
¡°Hablan de Franco que si ten¨ªa y ten¨ªa, y estos en 40 a?os tienen mucho m¨¢s¡¡±. La bisnieta de Antonio Maura ¡ªpresidente del Gobierno en cinco ocasiones durante el reinado de Alfonso XIII¡ª entra por la puerta de la iglesia San Francisco de Borja del barrio de Salamanca. Carmen Codina Maura, de 81 a?os, acudi¨® ayer a misa de nueve. ¡°Lo que han hecho con la exhumaci¨®n de Franco ha sido revolver todo¡±.
En la parroquia donde comulg¨® Carrero Blanco antes del bombazo, la se?ora de la limpieza cuenta que nunca vio a la hija de Franco por estos lares. ¡°Pero dec¨ªan que ven¨ªa¡±, susurra. Esta ma?ana el silencio era atronador entre las paredes de piedras. El sacerdote lleg¨® con la sotana blanca para leer a los 61 feligreses un texto de san Lucas: ¡°?Pens¨¢is que soy venido a poner paz en la tierra? Os digo que no, sino divisi¨®n. De aqu¨ª en adelante habr¨¢ cinco en una mesa divididos. El padre contra el hijo, y el hijo contra su padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra¡±.
A 200 metros caminando sigue en pie la suntuosa casa de siete alturas donde vivi¨® el dictador entre 1926 y 1935. El n¨²mero 28 del paseo de la Castellana es hoy un edificio de siete empresas. La rutina es ajena a los momentos hist¨®ricos. A pocos metros, tres banderas de Espa?a lucen con crespones en los balcones de la calle de los Hermanos B¨¦cquer. Aqu¨ª consta que la mujer de Franco compr¨® un piso de 500 metros. Antonio, el portero del edificio de enfrente, dice que no es partidario de exhumarlo. ¡°Y no, no lo voy a ver¡±.
En la mayor¨ªa de los bares de la zona se sirven caf¨¦s con leche con tortilla de patata cuajada junto a teles que proyectan a Ana Rosa y a Xabier Fortes en TVE. Ninguna cuenta con el sonido activo. Suena Sabina, C¨¦line Dion, Elvis mientras los tertulianos opinan. M¨¢s curioso es el caso de la cafeter¨ªa D¨ªez Hoyos. Aqu¨ª son¨® Cuando zarpa el amor, de Camela, mientras Ana, Julia, Angelines y Camino desayunaban unos caf¨¦s con tostadas:
¡ªLo ten¨ªan que haber sacado antes.
¡ªComo mandaba ¨¦l, pues ah¨ª se puso.
¡ªA m¨ª no me molesta.
¡ªPues yo me s¨¦ de uno que el s¨¢bado va a celebrarlo.
Mientras tanto Ana Rosa conectaba con Mingorrubio.
Comparaci¨®n con el f¨²tbol
En el bar Mual en Chamber¨ª se mezclan vecinos acomodados que tienden a la derecha y los trabajadores de oficinas cercanas, de opiniones m¨¢s diversas. Hasta hace unos d¨ªas Vox ten¨ªa enfrente su sede nacional, por lo que de repente la ideolog¨ªa media de la clientela ha vuelto algo al centro pol¨ªtico.
Cuando un grupo de trabajadores de una oficina cercana se levant¨® de la mesa, uno de ellos se gir¨® y record¨® la noticia. ¡°Ah s¨ª, lo de Franco. Me da lo mismo¡±. Su compa?ero Pablo Ruiz, de 46 a?os, dice que hay problemas m¨¢s importantes, como la violencia de g¨¦nero, los salarios bajos o los desalojos.
Cerca paseaba por la calle Steve Donohue, un estadounidense de 72 a?os, votante de Trump. Con Franco se viv¨ªa mejor, asegura este jubilado casado con una espa?ola. Conoci¨® Espa?a en los tiempos de Franco cuando era un militar destinado en la Pen¨ªnsula y ha regresado hace dos a?os. ¡°Antes hab¨ªa menos crimen y m¨¢s trabajo¡±, dice Donohue, que acto seguido habla de las bondades que ¨¦l ve en Trump.
Solo un cliente mira... y aprieta el pu?o
¡°Lo que tenemos que aguantar¡±, dice un camarero del bar Hermanos Mu?oz, en Vallecas. ¡°Mira, a mi hermano lo sacaron hace unos 14 a?os de una fosa, y nadie lo retransmiti¨®, joder. No s¨¦ por qu¨¦ le damos tanta importancia...¡±. El inter¨¦s por Franco ha durado un minuto escaso. A un metro, un se?or con chaqueta beis es el ¨²nico que mira la tele con atenci¨®n. El resto de personas muestra indiferencia. As¨ª transcurre la ma?ana. Todos son indiferentes, menos ese se?or. Mira la tele y no habla con nadie.
Son las 11.04. El bar est¨¢ lleno. Tres mujeres se sientan. ¡°He puesto la bandera de Espa?a en mi televisi¨®n¡±, cuenta una. Las otras se r¨ªen. ¡°?Y el torito tambi¨¦n?¡±, le preguntan. ¡°Tambi¨¦n, tambi¨¦n...¡±, se r¨ªe.
Cuando todo ha pasado, el camarero hace un comentario: ¡°Ya est¨¢ to el pescao vendido¡±. Pero el
hombre de la chaqueta beis aprieta el pu?o. No quiere explicar qu¨¦ celebra. Pero algo celebra.
Con informaci¨®n de Berta Ferrero, Fernando Peinado, Juan Diego Quesada, F. J. Barroso, Julia F. Cadenas, Manuel Viejo, Isabel Vald¨¦s y Fran Serrato.
Especial: El sue?o del dictador
Franco imagin¨®, impuls¨® y supervis¨® durante casi dos d¨¦cadas la construcci¨®n del Valle de los Ca¨ªdos, el gran monumento de la dictadura que gobern¨® Espa?a buena parte del siglo XX. Este recorrido audiovisual explica su historia y su significado. Adem¨¢s:
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