Arte que suena en los ojos y la imaginaci¨®n
La Fundaci¨®n Joan Mir¨® de Barcelona re¨²ne en una exposici¨®n 70 obras para mostrar la huella del sonido en la artes pl¨¢sticas
A los responsables de la Fundaci¨®n Joan Mir¨® les gusta ser sutiles. A comienzos de 2018 inauguraron la exposici¨®n Beehave para mostrar la inopinada relaci¨®n entre abejas y arte contempor¨¢neo. El recorrido comenzaba con una instalaci¨®n de Jer¨®nimo Hagerman en la que el visitante met¨ªa la cabeza en unas esferas con embriagadoras orqu¨ªdeas y mimosas que convert¨ªan a todos en estos insectos que, desde entonces, revoloteaban de obra en obra. Y, ahora, lo han vuelto a hacer: en el olivo situado en el patio principal de la fundaci¨®n, por donde cruzan los visitantes, han instalado la pieza Cantos de p¨¢jaros, de Louise Lawler, en la que la artista repite el nombre de una treintena de artistas como John Baldessari, Joseph Beuys, Gordon Matta-Clark, Julian Schnabel y Andy Warhol, en una especie de piar obstinado y cansino que sorprenden a todos.
Es una forma sutil de llamar la atenci¨®n para anunciar que desde hoy hasta el 23 de febrero, aparte de disfrutar con una de las mejores colecciones de la obra de Joan Mir¨®, aqu¨ª se pueden ver y o¨ªr una setenta obras que forman parte de la muestra de tesis ?Arte sonoro? que pregunta, literalmente, por la sonoridad del arte, la huella del elemento sonoro en las artes pl¨¢sticas en el siglo XX y XXI, la rica conversaci¨®n entre pintura, escultura y sonido y la posibilidad de establecer esta categor¨ªa est¨¦tica, tal y como se lo plante¨® hace dos d¨¦cadas el percusionista y pionero de la instalaci¨®n sonora Max Neuhaus.
Como ocurre con la fundaci¨®n, muchas de las obras expuestas, aunque sonoras, son muy sutiles y juegan con el concepto del sonido o la ausencia del mismo. Como en las cinco que pueden verse del alem¨¢n, Rolf Julius (1939- 2011), uno de los grandes pioneros del klangkunst (arte del sonido) desde los a?os setenta que no hac¨ªa distinci¨®n entre los ojos y los o¨ªdos. Son obras simples pero po¨¦ticas, como Pieza para piano n? 4; una enorme partitura creada en 2007 a base de puntos negros y rojos sobre papel coreano, que se mueve ante el paso de los visitantes, marcando una especie de ritmo lento. Sutil es tambi¨¦n la Mesa manicular de Laurie Anderson (1978), un bello mueble de madera barnizada que esconde un amplificador del que puede escucharse una especie de sonata cl¨¢sica que lleva a los o¨ªdos colocando los codos en dos puntos met¨¢licos del tablero y poniendo las manos tapando las orejas. Sorprende tanto como Silla Mannheim, de Michaela Meli¨¢n (2015); una especie de confortable columpio en la que una sensual voz recita un abecedario mientras te meces.
Son solo unas cuantas obras de esta exposici¨®n patrocinada por la Fundaci¨®n BBVA y comisariada por Arnau Horta que va de manos a m¨¢s y que, curiosamente, es bastante silenciosa. Desde obras de finales del siglo XIX en las que el ¡°sonido aparece incluso cuando no se pretend¨ªa¡±, seg¨²n el comisario, como Nocturno: azul y plata, de James Abbott Mcneill Whistler (1871), a otros trabajos que, a partir del dibujo de un instrumento musical como una guitarra, ¡°surgen formas sonoras¡±. Es el caso de Cantaores de flamenco, de Sonia Delaunay (1916). Y as¨ª, hasta la actualidad con piezas creadas por 36 artistas de todo el mundo, como Marcel Duchamp, Josep Beayus, John Cage, John Baldessari, con su nada sutil Trompeta de Beethoven (con oreja) Opus #133 (2007), en la que puede escucharse la melod¨ªa creada por el compositor, que ¨¦l, sordo, no pod¨ªa escuchar, metiendo la cabeza en una enorme sordina. ¡°La exposici¨®n trata de explorar c¨®mo el sonido se ha infiltrado en el objeto art¨ªstico. A veces las obras producen sonidos y otras lo hacen metaf¨®ricamente. A m¨ª me gusta pensar que todas suenan e invitan a que las hagamos sonar a trav¨¦s de los o¨ªdos, la vista, a trav¨¦s del cuerpo y la imaginaci¨®n¡±, explica Horta, que asegura que la exposici¨®n se ha planteado como una interrogaci¨®n ¡°porque el arte sonoro est¨¢ muy extendido pero es algo discutido y controvertido, algo que no gusta a todos los te¨®ricos y a los propios artistas que suelen renegar de esta etiqueta¡±.
El sonido tambi¨¦n es la ausencia del mismo. C¨®mo una de las tres obras del anfitri¨®n de la exposici¨®n, Joan Mir¨®, titulada as¨ª: Silencio (1968). ¡°Es el silencio m¨¢s ruidoso y violento que se puede imaginar de la pintura¡±, explica Marko Daniel, director de la Fundaci¨®n Mir¨®, cerca es esta enorme obra, de impactantes rojos, amarillos y negros que ha prestado el Pompidou. Est¨¢ al lado de obras como The silence, de Beuys, una bobina con pel¨ªcula de cine (de Ingmar Berman) con aspecto de petrificado y la impactante El sonido del hielo derriti¨¦ndose, de Paul Kos, (1970), en la que puede verse y o¨ªrse como un enorme cubito de hielo se deshace gracias a ocho micr¨®fonos; clara met¨¢fora de los efectos del calentamiento global que amenaza a los glaciares y a todo el planeta.
Pero la pieza m¨¢s sutil es Orador solitario, creada por Julius en 2005; un peque?o altavoz que lanza rezos y que dialoga con el tr¨ªptico de Mir¨® Pintura sobre fondo blanco para la celda de un solitario I, II y III, de 1968, situado en el recorrido de la exposici¨®n permanente en la que el visitante puede sentarse, tranquilamente, a ver las tres sobrecogedoras obras y escuchar estos rezos. ¡°Es algo m¨ªnimo y sutil, si no fuera as¨ª no lo habr¨ªa permitido¡±, explic¨® Daniel.
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