Tenemos que vernos para tomar unas ca?as
En la capital mucha gente se cita en los mismos lugares: los "qued¨®dromos" madrile?os
A pesar de que tenemos redes sociales, tel¨¦fonos inteligentes y las m¨¢s avanzadas tecnolog¨ªas de Realidad Virtual, hay gente primitiva que todav¨ªa se empe?a en verse en persona, con la de enfermedades que se pueden coger. En Madrid hay muchos y se les descubre cit¨¢ndose en algunas encrucijadas donde la gente tiende naturalmente a quedar. Son los qued¨®dromos madrile?os.
Si los situacionistas franceses, en sus derivas psicogeogr¨¢ficas por el Par¨ªs sesentero, descubrieron que exist¨ªan puntos de atracci¨®n y repulsi¨®n en la urbe, en Madrid es f¨¢cil observar estos agujeros negros de las citas, donde ciudadanos llenos de esperanza esperan a otros que no llegan. Ocurre en la estatua del Oso y el Madro?o, en la Puerta del Sol, o en las bocas de metro de Callao, de Lavapi¨¦s o Tribunal, donde toda la pomada. Hay muchos m¨¢s.
Son lugares, es cierto, donde tienden a quedar los reci¨¦n llegados, los Erasmus, los turistas, la nueva chavaler¨ªa callejera, los compa?eros de trabajo y as¨ª, no tanto los m¨¢s experimentados vecinos. Esos que han puesto en Facebook: ¡°Tenemos que vernos para tomar unas ca?as¡±, y esta vez resulta que es verdad. En realidad, es absurdo quedar all¨ª donde ya ha quedado tanta gente, porque hace m¨¢s dif¨ªcil localizar a tu cita, sobre todo si solo la conoces del Facebook.
Yo quedaba por ah¨ª cuando llegu¨¦ a Madrid con gente desconocida para ponernos a patear las calles y buscar piso compartido. Una cita a ciegas, el Tinder inmobiliario: te ibas a vivir con alguien que ve¨ªas por primera vez, aunque la primera impresi¨®n no fuera demasiado buena. Pero es que el problema de la vivienda siempre ha sido eso, un problema, incluso en ¨¦pocas de hipot¨¦tica bonanza.
En estos encuentros callejeros se pueden generar cosas brillantes: matrimonios fallidos, infidelidades cibern¨¦ticas que se consuman, partidas de mus, exclusivas period¨ªsticas, proyectos culturales o trapicheos de drogas. Las vidas pueden dar un vuelco, para bien o para mal. Hay que ver la de cosas que pasan cuando la gente se junta, aunque se junte cada vez menos: cada vez hay m¨¢s gente en Madrid y cada vez m¨¢s de esa gente est¨¢ sola, pidiendo atenci¨®n.
Siempre me pregunto a qui¨¦n est¨¢n esperando los ciudadanos y por qu¨¦. A veces me fijo en alguien que lleva esperando demasiado tiempo, al que se le va poniendo el rostro cada vez m¨¢s marchito o furioso, hasta que ya no aguanta m¨¢s y se marcha, eso s¨ª, con la cabeza bien alta: nos encontramos ante un plant¨®n de manual. ?Por qu¨¦ renunciamos a conocernos?
Cuando me siento traicionado y vagabundo, cosa frecuente, me voy a uno de estos qued¨®dromos madrile?os a esperar a nadie, con la esperanza de que alguien, alg¨²n desconocido, llegue de pronto, y me reconozca, y me salude, y me d¨¦ un c¨¢lido abrazo, y me salve de una vez y para siempre. Pero nunca llega nadie.
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