Ni de aqu¨ª ni de all¨¢
A mi padre siempre le preguntaba, frustrado, que por qu¨¦ decidimos migrar
El due?o de una tienda de disfraces me pregunt¨® hace poco si ten¨ªa pensado volver a ¡°mi pa¨ªs de origen¡± de mayor. Le mir¨¦ extra?ado. Pensaba que te hac¨ªas mayor el momento en el que se te expiraba el abono joven, as¨ª, de la noche a la ma?ana, como un herpes. A d¨ªa de hoy, no sabr¨ªa contestar todav¨ªa a esa pregunta.
Lo ¨²nico que s¨¦ es que mi yo de hace 20 a?os responder¨ªa en un instante. ¡°Pues claro que s¨ª, qu¨¦ pregunta m¨¢s obvia¡±. Durante una de las clases de ingl¨¦s de Maclelland en primaria, me dibuj¨¦ montado en un avi¨®n con crayones de colores con destino a mi supuesto lugar de pertenencia Un Taip¨¦i imaginado, cartografiado de forma discontinua cada verano que iba a visitar a mi familia. Era una utop¨ªa, un monumento construido desde la amnesia de querer pertenecer a un lugar, cuya estructura imposible flotaba encima del tejido de la ciudad de Taip¨¦i. Para empezar, no ser¨ªa visto como un extranjero perpetuo, siempre y cuando no abriera la boca y escuchasen mi acento roto cuando hablo en chino. El perfilado racial no ser¨ªa un problema para m¨ª, aunque eso no significar¨ªa lo mismo para otras compa?eras racializadas ni restar¨ªa el racismo que tambi¨¦n se palpita en Taiw¨¢n. No se practicar¨ªa el yellow facing, y ¡°disfrazarse de chino¡± para Halloween no tendr¨ªa sentido.
En los medios del Taip¨¦i imaginado aparecer¨ªan en abundancia referentes asi¨¢ticos del este ¡ªen los parkings de los centros comerciales sonar¨ªa ¨²nicamente la discograf¨ªa entera de Jay Chou. Ingenuamente en este Taiw¨¢n imaginado no existir¨ªan leyes de extranjer¨ªa, ni redadas racistas, fronteras ni barreras, ni CIEs (centros de internamiento de extranjeros). No existir¨ªa el techo de bamb¨², ni la representaci¨®n creada por occidente del peligro amarillo. Este monumento ef¨ªmero desaparecer¨ªa en septiembre, siempre puntual, nunca tarde, haci¨¦ndose cada vez m¨¢s y m¨¢s peque?o al asomarme desde la ventanilla del avi¨®n.
A mi padre siempre le preguntaba, frustrado, que por qu¨¦ decidimos migrar, a lo que respond¨ªa que lo hizo para que nuestra familia y yo tuvi¨¦ramos un futuro mejor.
?Qu¨¦ futuro mejor que este monumento continuo? Mientras mi padre, reci¨¦n migrado a Madrid, abr¨ªa la ventana de su habitaci¨®n del Hotel de Mediod¨ªa y ve¨ªa donde el antiguo escal¨¦xtric de Atocha su futuro bajo la amnesia del sue?o europeo, yo ve¨ªa mi futuro construido ah¨ª. Hasta que lleg¨® el verano de este a?o y vi que el mapa del Taip¨¦i imaginado que hab¨ªa cartografiado con colores quedaba lejos de la realidad. Que me sent¨ªa extranjero en el lugar donde supuestamente deber¨ªa sentir pertenencia, que aunque me pareciera a ellos a primera vista, segu¨ªamos siendo muy diferentes. Fue este a?o cuando me di cuenta de que yo no era ni de ah¨ª, ni era de all¨¢, como dec¨ªa Facundo Cabral. Que, como dice mi compa?era Luc¨ªa Mbomio, somos ¡°hijas del camino¡±, y que a lo largo de mi camino tejer¨ªa mi lugar de pertenencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.