Los flashes y la lluvia
Hay d¨ªas que Madrid se presta a la gala por sorpresa y al c¨®ctel entre brillos
Si algo tiene Madrid de especial es que los d¨ªas que empiezan como los dem¨¢s pueden terminar de cualquier manera. ?ltimamente, me llegan invitaciones a muchos eventos, acudo a sitios a los que no he ido nunca y me veo en lugares en los que nadie me imagin¨®.
Por ejemplo, la semana pasada la revista Cosmopolitan me dio un premio por mi trayectoria literaria, cosa que me hizo una ilusi¨®n tremenda, y eso me llev¨® a vestirme de gala y a pasear por el Retiro entre flashes de fot¨®grafos y rostros conocidos. La exposici¨®n no es algo que me apasione, y eso es algo que se nota. Ve¨ªa a los viandantes observar curiosos y hacer fotos a todos los que pas¨¢bamos por ah¨ª y me acordaba de dos momentos.
Uno, hace no tanto, en una sesi¨®n de fotos para una revista cultural en pleno Callao. Me pidieron que me plantara en medio de la plaza y sonriera al fot¨®grafo. Al rato, hab¨ªa media docena de personas, casi todos turistas, apunt¨¢ndome con su c¨¢mara m¨®vil, seguramente sin tener ni idea de qui¨¦n era yo, pero capturando el momento qui¨¦n sabe por qu¨¦. Me pareci¨® raro, algo triste, sin duda superficial. El segundo momento se remonta a hace ya unos cuantos a?os. Yo era muy peque?a y vine con mis primos desde Segovia al estreno de un musical. Nunca hab¨ªamos estado en la capital y nos pens¨¢bamos que guardaba tres famosos por metro cuadrado, as¨ª que nos vinimos con una libreta y un bol¨ªgrafo dispuestos a la caza del aut¨®grafo. Tuvimos suerte porque nos cruzamos con un elenco bien variado: unos cuantos actores de A¨ªda, la Duquesa de Alba con sus nietos, Jes¨²s Mari?as y los Pereza. Todos amables, dispuestos, sonrientes. Nosotros, felices.
Con esos recuerdos en la memoria mir¨¦ a los que me miraban bajo la luz del flash y cuchicheaban entre ellos qui¨¦n era este o qui¨¦n era esa. Yo suelo hacer un esfuerzo y levantar la mirada para facilitar el trabajo del de enfrente, aunque por dentro lo que me apetezca sea estar al otro lado a causa mi timidez. Los m¨¢s conocidos levantaban los mayores suspiros y atenciones y, a juzgar por su expresi¨®n, parec¨ªan disfrutarlo, aunque me es inevitable pensar que quiz¨¢ no siempre sea as¨ª. Luego pasa la expectaci¨®n, el foco de atenci¨®n se dirige a otros y es entonces cuando disfruto la fiesta, charlo con los invitados, sonr¨ªo de verdad en las fotograf¨ªas y bailo como si nadie me mirase porque por suerte es as¨ª: nadie nos mira cuando el foco se apaga.
Hay d¨ªas que Madrid se presta a la gala por sorpresa y al c¨®ctel entre brillos. Otros, como hoy, me empuja a quedarme en casa mientras la luz se va yendo y las gotas de lluvia van cayendo por la ventana en una carrera vertiginosa por ver cu¨¢l de ellas se convierte antes en charco. Yo las observo, como una turista, y sonr¨ªo.
Madrid me mata.
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