Un teatro en tres estaciones de metro
El grupo La Familia Colibr¨ª trabaja actuando como payasos en el suburbano
Un payaso entra en un vag¨®n y grita: ¡°?Esto es el metro?¡±. Algunas personas miran y contestan, otras siguen ensimismadas con la mirada perdida o en las pantallas de sus m¨®viles. Dos payasos y su madre cogen la l¨ªnea 5 a las siete de la tarde, buscan un hospital con aspavientos, recorren el vag¨®n de arriba a abajo, preguntan insistentes a los viajeros. Algunos se r¨ªen y entran en el juego, otros, sin inmutarse, ponen cara de tener el peor d¨ªa de la semana. Bro, Bru y Bri se mueven de un lado a otro, preguntan, lloran, se enfadan. ¡®La familia Colibr¨ª¡¯ monta este espect¨¢culo siempre que encuentran un rato para ganarse la vida mientras estudian teatro.
Detr¨¢s de la nariz roja y la ropa de colores, est¨¢n Lluis S¨¤nchez, Bru Santana y Alejandra Gomes, tres j¨®venes que desde hace un a?o interpretan una historia para los viajeros en tres paradas de metro. Los personajes est¨¢n claros: Alejandra es la madre anciana y Luis y Bru son sus dos hijos. El contexto tambi¨¦n: acaban de llegar de un pueblo de fuera de Madrid, la ciudad se les queda grande y act¨²an como si no entendieran el metro. Pero cada d¨ªa, poco antes de bajar al suburbano, se les ocurre un destino para la familia: el Rastro, el cementerio, las fiestas de San Isidro o el hospital son algunos de los destinos que se inventan. En cuanto pasan los tornos de la estaci¨®n de La Latina, se meten en el papel: ¡°?Hola! ?Por qu¨¦ hac¨¦is cola?¡±, gritan a los transe¨²ntes que suben en fila india las escaleras mec¨¢nicas.
Lluis S¨¤nchez ve en su trabajo, incluso, una utilidad sociol¨®gica: asegura ver el Madrid currante y cotidiana reflejado en cientos de viajeros. ¡°Es dif¨ªcil porque la realidad del metro es dura. La gente va alienada en su rutina y en sus problemas¡±, explica. Pero los transe¨²ntes suelen agradecer ese respiro en su viaje despu¨¦s de la jornada. ¡°Me hab¨¦is alegrado el d¨ªa¡±, les dicen a veces. Incluso muchos de los que les dicen directamente ¡°No tengo el d¨ªa¡±, acaban d¨¢ndoles unas monedas. A veces, cuando se est¨¢ cerrando ¡®el tel¨®n¡¯, que para ellos es la puerta del vag¨®n, alguien les grita: ¡°??Cu¨¢ndo os vuelvo a ver?!¡±, pero no les da tiempo a contestar, ni podr¨ªan: el escenario de La Familia Colibr¨ª es ambulante.
Lo m¨¢s gratificante, explica Alejandra, es cuando los viajeros aplauden, ¡°porque no es un contexto teatral¡±, cuenta la actriz. Hace un a?o, Lluis le propuso la idea a Bru: ¡°Lluis me dijo ¡®tanto mundo de las ideas¡ ma?ana compramos la ropa y pasado salimos a la calle¡¯. El primer d¨ªa fuimos a la calle, al Rastro, pero al poco rato ya est¨¢bamos abajo en el metro¡±. Al poco se sum¨® Alejandra, que estudiaba con Lluis en la Escuela de teatro gestual Nouveau Colombier. ¡°Surgi¨® por instinto, por la necesidad de expresarnos¡±, cuenta Lluis.
Los tres entienden el teatro como una herramienta para provocar, para transformar, como un espacio donde la conversaci¨®n con el p¨²blico es constante. ¡°El mensaje para el p¨²blico no es ¡®He venido a que me mires¡¯, sino que intentamos decirle ¡®He venido a existir contigo¡¯. Todo lo que el p¨²blico nos propone lo cogemos y lo encaminamos¡±. Los tres actores ven su futuro en la experimentaci¨®n constante. Luis se ve en la improvisaci¨®n, ¡°en romper la cuarta la pared¡±, asegura, Bru ha pasado por el teatro de texto y por el gestual y no se cierra a nada. Alejandra, declara, lo quiere todo.
¡°Aunque para m¨ª este trabajo es perfecto¡±, cuenta, ¡°porque es el ¨²nico trabajo en el que me olvido de todo lo dem¨¢s, es hasta purificante¡±. En los diez minutos que duran tres paradas, pasan por todas las emociones: alegr¨ªa, tristeza, rabia, amor, enfado. Cuando acaban, se vuelven a re¨ªr de situaciones que les han pasado: ¡°?Y ese momento que t¨² me has cogido la pierna, la maleta estaba volando y la se?ora se ha puesto a gritar mientras se cerraban las puertas? Y nos volvemos a re¨ªr¡±, cuenta Bru. Se quedar¨¢n con lo que les ha gustado de la improvisaci¨®n de esa tarde y volver¨¢n a casa como viajeros normales hasta la tarde siguiente, cuando vuelvan a dar vida a los payasos del metro.
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