Superbowl electoral
La repetici¨®n de las elecciones parece haberse convertido en una parte m¨¢s del espect¨¢culo que nunca cesa
Que en la realidad (si es que tal cosa existe) las cosas no son como salen en la tele es algo que sabe todo el mundo, pero eso no quita que comprobarlo resulte terror¨ªfico. Por ejemplo, el viernes vi un buen reportaje que alertaba sobre las amenazas medioambientales que van a acabar con el mundo (el calentamiento global, la contaminaci¨®n atmosf¨¦rica, la guarrada del pl¨¢stico) y del disparate del hiperconsumo que las provoca.
A pesar del horror, me alegr¨¦ de que nos estemos concienciando de estos asuntos primordiales (parece, a la vista de la proliferaci¨®n period¨ªstica y editorial, que lo ecol¨®gico est¨¢ ocupando el puesto que estos a?os ocup¨® el feminismo, aunque ambas cosas deber¨ªan ser la misma).
Sin embargo, al d¨ªa siguiente comprob¨¦ en el centro de Madrid (que, como gran ciudad, es un buen term¨®metro de lo que pasa en el mundo) que la ciudadan¨ªa segu¨ªa comprando desaforadamente, como pollos sin cabeza, de franquicia textil en centro comercial, probablemente cosas que no necesita y que le har¨¢n m¨¢s infeliz, como sugiere la periodista Brenda Ch¨¢vez en Al borde de un ataque de compras (Debate). Vemos las protestas de los j¨®venes, los paseos de Greta Thunberg por los m¨¢s grandes saraos globales, el movimiento Extinction Rebellion, pero seguimos quemando pl¨¢stico (el de la tarjeta de cr¨¦dito y el otro).
La tele tambi¨¦n nos est¨¢ contando estas elecciones generales como un gran evento, espectacularizando la pol¨ªtica como si se tratase de la Superbowl. Resulta cansino conocer una vez m¨¢s c¨®mo en los debates electorales hay ¨¢rbitros de f¨²tbol que, como demiurgos, controlan el tiempo, los just¨ªsimos m¨¦todos de asignaci¨®n de turnos y de elecci¨®n de los temas, la entrada de los pol¨ªticos en los estudios, como si fuera la alfombra roja de los Oscar, los ¨²ltimos momentos de tensi¨®n, ante el atril, con el concurso eficiente de las maquilladoras, y las asesoras, y las limpiadoras que, con una mopa, dan un ¨²ltimo toque al suelo del plat¨®. Tenemos m¨¢s informaci¨®n que en Gran Hermano Vip.
Sin embargo, mirando de nuevo las calles de Madrid, y sus bares, y sus vagones de metro, y sus centros de salud, y sus bancos del parque, no parece que la gente est¨¦ a tope con las elecciones, como si fuera m¨¢s un mal que sobrellevar que la fiesta de la democracia. Ya nadie quiere hablar de las elecciones, que ya hemos hablado de eso m¨¢s que de Rosal¨ªa.
La repetici¨®n electoral cr¨®nica en un pa¨ªs que parece ingobernable recuerda a aquel peque?o cuento de Kafka: unos sacerdotes intentan una y otra vez realizar un rito pero, en el ¨²ltimo momento, siempre aparecen unos leopardos intrusos que lo echan todo por tierra. As¨ª que los incluyen en la ceremonia y asunto resuelto. Con las elecciones, lo mismo: van a pasar de excepci¨®n indeseable a una parte m¨¢s del show que nunca cesa.
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