La bilis verde
Muchos medios han entendido que no pasaba nada por servir de altavoz de Vox, si eso se traduc¨ªa en sacar provecho en t¨¦rmino de audiencia y clicks
Qu¨¦ man¨ªa tenemos de creernos especiales, de considerar que en nuestros dominios todo es correcto y no pasa nada malo. Da igual que nos susurren o nos griten que nadie es perfecto puesto que, embriagados de autocomplacencia, seguimos pens¨¢ndolo. Por eso, cuando nos percatamos de la gravedad de cualquier asunto ya se ha metido hasta la cocina. El problema es que hay puntos de no retorno a partir de los cuales no hay prevenci¨®n posible y, a veces, tampoco soluci¨®n, solo da?os, como que la extrema derecha cuente con 52 diputados en el Congreso.
Recuerdo que de cara a una de las m¨²ltiples elecciones que nos ha regalado la ¡°fiesta?¡ªsin fin¡ª?de la democracia¡±, este diario me dio la oportunidad de hacerle una?pregunta a dos de los candidatos a la presidencia de la Comunidad. Quise saber si hab¨ªan pensado medidas antirracistas y contra la xenofobia en las zonas que m¨¢s se hab¨ªan visto afectadas por la crisis, puesto que en estos espacios, sobre todo perif¨¦ricos, hay quien ha decidido responsabilizar de su situaci¨®n econ¨®mica a los de fuera, torn¨¢ndolos chivos expiatorios de los desvelos de sus bolsillos. Uno de los aspirantes me respondi¨® a m¨ª, que soy de Alcorc¨®n, que ¡°afortunadamente, era algo minoritario en Madrid¡±. Pues bien, los m¨¢s de 15.000 votos que ha cosechado la formaci¨®n de Abascal, convirti¨¦ndose en tercera fuerza pol¨ªtica en el municipio, no lo son.
En Fuenlabrada, localidad cercana y tambi¨¦n sure?a, han ascendido al segundo puesto y la semana posterior a los comicios, las fachadas de los tres edificios del ?rea de la Mujer amanecieron cubiertas de esv¨¢sticas y pintadas en las que pod¨ªa leerse ¡°feminazis¡± o ¡°VOX¡±.
La Asamblea Antirracista de Madrid?recordaba ayer el asesinato de Lucrecia P¨¦rez, el primer crimen racista tipificado como tal en el pa¨ªs, que tuvo lugar en 1992. Fue la consecuencia abyecta y dolorosa de una escalada racista y xen¨®foba que vivimos en los parques, en los centros educativos y los locales de ocio.
Puede que en esa ¨¦poca tambi¨¦n llamaran exageradas a las personas que denunciaban el racismo o el machismo porque la autopercepci¨®n nacional de tolerancia pes¨® m¨¢s que la verdad ¨¢spera. Es com¨²n que las voces de las v¨ªctimas, si pertenecen a una minor¨ªa o a una comunidad minorizada, se ignoren debido a que se destierran a la Elba de lo subjetivo o de lo casual. De ah¨ª que, en demasiadas ocasiones, nos contestaran que por estos lares no ten¨ªamos que preocuparnos ya que la ultraderecha no hab¨ªa llegado a las cotas de representaci¨®n parlamentaria de otros pa¨ªses europeos.
Qu¨¦ ilusos. Las posiciones que defiende el partido siempre estuvieron aunque no toda la poblaci¨®n las padeciera. La diferencia es que, en la actualidad, la existencia de unas siglas que dan cobijo a ciertas acciones, ideas, generalizaciones, exageraciones, mentiras y medias verdades est¨¢ sirviendo para que se consideren normales o respetables, cuando no lo son. No puedo respetar, por ejemplo, que una pol¨ªtica vaya a la puerta de un centro de menores a criminalizarlos y generar alarma.
Muchos medios han entendido que no pasaba nada por servir de altavoz de la bilis verde, si eso se traduc¨ªa en sacar provecho en t¨¦rmino de audiencia y clicks. Me temo que ya es tarde para pararlo porque est¨¢n en todos lados, tambi¨¦n aqu¨ª, en los barrios.
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