Gabriel Jackson y sus a?os barceloneses
El historiador y ensayista, que falleci¨® hace un mes, fue ignorado por la academia, por los c¨ªrculos intelectuales y por las autoridades auton¨®micas y locales
Hoy se cumple exactamente un mes de la muerte del historiador Gabriel Jackson. Nacido en 1921, hab¨ªa cumplido ya 98 a?os y, como es natural, su salud en los ¨²ltimos a?os era muy precaria. Entre 1983 y 2010 residi¨® en Barcelona, en un piso de la tranquila zona del Putxet: entre 26 y 27 a?os vivi¨® entre nosotros, con estancias anuales en Estados Unidos, donde hab¨ªa nacido y de donde era ciudadano, aunque en 2005 obtuviera tambi¨¦n la nacionalidad espa?ola.
Pero los a?os de Barcelona fueron muy importantes en su obra porque, seg¨²n me cont¨®, en la Universidad de California, en San Diego, le agobiaba mucho el trabajo burocr¨¢tico (aqu¨ª tambi¨¦n sabemos de esto) en detrimento del acad¨¦mico, es decir, el estudio, la investigaci¨®n y la escritura. Con la jubilaci¨®n decidi¨®, pues, cambiar de aires y escogi¨® Barcelona.
Hubiera sido l¨®gico que en nuestra ciudad, especialmente en la universidad y espec¨ªficamente en el ¨¢mbito de los historiadores, se hubiera aprovechado la ocasi¨®n de tener entre nosotros a Gabriel Jackson. Pero, salvando algunas excepciones (por supuesto Pelai Pag¨¨s es una de ellas), no fue as¨ª. Jackson fue ignorado por la academia, por los c¨ªrculos intelectuales y por las autoridades auton¨®micas y locales.
Excepto un grupo de amigos personales que lo quer¨ªan mucho, entre ellos alg¨²n vecino de escalera que nada ten¨ªa que ver con el mundo intelectual barcelon¨¦s y que cuidaba de ¨¦l por el mero hecho de tratarse de un ser humano, excepcional y entra?able; excepto sus editores; excepto la Asociaci¨®n por la Tolerancia, en especial Marita Rodr¨ªguez y Antonio Roig, que lo invitaban peri¨®dicamente a cenar en su casa de Sant Cugat; en sus ¨²ltimos a?os de estancia en Barcelona tambi¨¦n particip¨® en un acto p¨²blico de Ciudadanos para que, frente al mito, contara la verdad hist¨®rica del 11 de septiembre de 1714. Con estas excepciones y quiz¨¢s alguna m¨¢s, Gabriel pas¨® 26 a?os en Barcelona sin que nadie le hiciera caso.
Su modestia era parte esencial de su personalidad y este aislamiento nada le importaba, era la cultura barcelonesa la que sal¨ªa perdiendo, y me temo que no es el ¨²nico caso. No puedo probarlo pero siempre he pensado que tal situaci¨®n era debida a que Gabriel Jackson era un hombre de izquierdas, influido por la ¨¦poca Roosevelt, los fascismos y la Guerra Civil espa?ola, un t¨ªpico liberal norteamericano, es decir, un socialdem¨®crata al modo de Wright Mills, Galbraith, Schlesinger o Rawls, pero no era un nacionalista y siempre rechaz¨®, en nombre de la democracia y los valores de la izquierda, las posiciones del nacionalismo catal¨¢n, tomando actitudes p¨²blicas claramente en su contra como, por ejemplo, firmando los manifiestos Babel de fines de los noventa.
Este aislamiento nada le importaba, era la cultura barcelonesa la que
sal¨ªa perdiendo
Hay una an¨¦cdota que explicaba siempre. Hacia finales de los a?os ochenta, Jordi Pujol quiso conocerlo para hablar de Catalu?a y lo invit¨® a su despacho del Palau de la Generalitat. El historiador, como es natural, pensaba que se trataba de una conversaci¨®n entre dos y desgranaba sus opiniones al hilo de lo que dec¨ªa Pujol, el cual, progresivamente, se iba irritando al comprobar sus mutuas discrepancias. Lleg¨® un momento, sin embargo, en que el president, ya harto, le espet¨® con dureza: ¡°Oiga, Jackson, yo no le he hecho venir aqu¨ª para que usted me cuente lo que es Catalu?a, sino para que yo le cuente lo que es Catalu?a¡±. Gabriel, hombre educado y prudente, al comprobar las formas dialogantes de su interlocutor, decidi¨® callar y, por supuesto, no volver a visitarlo nunca m¨¢s.
Jackson era un racionalista con los valores pol¨ªticos propios de la Ilustraci¨®n, la libertad y la igualdad, por eso era liberal y dem¨®crata, por eso era moderado y socialista, preocupado siempre por la justicia y por los derechos de las personas. No le gustaban los tonos estridentes sino los argumentativos. Adem¨¢s, escrib¨ªa para que le entendieran, lo cual no es frecuente entre acad¨¦micos. Lo demostr¨® sobradamente en las p¨¢ginas de EL PA?S, donde colabor¨® con regularidad durante a?os.
Aceptaba el riesgo de opinar, sus opiniones eran siempre comprometidas pero estaban largamente meditadas, fundadas en muchas lecturas y una gran experiencia. Decir que era solo un historiador no es exacto, es parcial: era tambi¨¦n un ensayista. Memoria de un historiador, una reflexi¨®n sobre sus lecturas y experiencias, es un libro extraordinario. Por ¨²ltimo, no se pod¨ªa ser mejor persona que Gabriel Jackson. En esto coincidir¨¢n todos los que lo han conocido.
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