Brossa, poes¨ªa a pie de calle
Un libro agrupa en itinerarios la treintena de intervenciones art¨ªsticas urbanas del poeta y sus lugares fetiche, desde Barcelona a La Habana
Un saltamontes gigante met¨¢lico en una cornisa; unas huellas de pasos en una pared medianera; dos letras A may¨²sculas rojas entrelazadas como trapecistas en la entrada de una tienda; una bota de aire militar en un pedestal en medio de un pueblo; una mosca en un monolito blanco en el campus de una universidad¡ Lo chocante, lo inopinado, asalt¨¢ndole a uno en plena calle. ¡°La p¨¢gina del libro o el cartel son sustituidos por el paisaje (¡) el espacio real se convierte en el soporte del poema con toda la riqueza de posibilidades que el hecho comporta¡±, sosten¨ªa el escritor Joan Brossa cuando argumentaba el proyecto que bautiz¨® como Poema visual transitable en tres tiempos para el Vel¨®dromo de Horta de Barcelona en 1983 y que le convirti¨® en pionero de la poes¨ªa urbana permanente.
Siempre impactantes, el primero de sus ¡°poemas corp¨®reos¡± abrir¨ªa paso a casi una treintena m¨¢s de piezas en apenas 20 a?os (entre 1983 y 2003), visibles en seis de los 10 distritos de Barcelona, pero tambi¨¦n en tres pa¨ªses (y dos continentes): Alemania, Andorra y Cuba. Desde su estudio, Brossa pensaba y dise?aba mucho sus poemas visuales urbanos para que siempre transmitieran algo al viandante; por ello sol¨ªa dejar por escrito la intenci¨®n de lo que pretend¨ªa, pensando en que los arquitectos pudiesen materializar al mil¨ªmetro el efecto que buscaba. Esas explicaciones acompa?an y aumentan el valor de los siete itinerarios por las obras callejeras del polifac¨¦tico poeta que Judith Barn¨¦s y Gl¨°ria Bordons, de la Fundaci¨® Joan Brossa, han recopilado en Itineraris brossians, que publica el Ayuntamiento de Barcelona como aportaci¨®n al centenario del nacimiento del poeta, que se cerr¨® hace unos d¨ªas.
Esas indicaciones no siempre surgieron efecto, dif¨ªcil de satisfacer la imaginaci¨®n desbordante del artista. As¨ª, el plan para la intervenci¨®n en el Vel¨®dromo (A may¨²scula gigantesca como p¨®rtico a un camino rojizo de signos de puntuaci¨®n diseminados que conducen a una A menor troceada) deb¨ªa tener por bancos p¨²blicos mecedoras Thonet de hierro clavadas en el suelo. Y ser contrapunto al propio vel¨®dromo y al cercano palacio del Marqu¨¦s de Alfarr¨¢s, que Brossa propuso como sede de un museo de magia. No lo consigui¨®, como tampoco, por costosos problemas t¨¦cnicos, que el libro que se sustenta sobre media esfera en el cruce de Gran V¨ªa con paseo de Gr¨¤cia (Homenatge al llibre, 1994) se balanceara. A¨²n m¨¢s espectacular hubiera sido que On es bada l¡¯ona (1988), la escultura-faro que juega con las letras de Badalona ¨Cconcebida inicialmente para el pol¨ªgono industrial de Montigal¨¤, redise?ada para la terraza del Instituto Pau Gargallo y transformada luego en piel para tapar una antena de una empresa de m¨®viles--, lanzara rayos l¨¢ser desde una esfera de metacrilato que la corona y que el poeta, adem¨¢s, tambi¨¦n imagin¨® m¨®vil.
Otro tipo de mutaci¨®n, m¨¢s sutil, la vivi¨® Record d¡¯un malson (1989): el Ayuntamiento de Sant Adri¨¤ del Bes¨°s le encarg¨® un poema-objeto que simbolizara la larga mano especulativa del alcalde de Barcelona Josep Maria de Porcioles. Brossa concibi¨® una silla de oficina de hierro, donde reposa una bandeja de bronce con una espectral cabeza de m¨¢rmol del pol¨ªtico. La pieza deb¨ªa instalarse en el Camp de la Bota, pero la dura propuesta hizo que el consistorio se repensara su exhibici¨®n p¨²blica y, tras pasar por la Biblioteca Popular de la localidad, recayera en un escaparate del Museo de la Inmigraci¨®n de Catalu?a. Un desplazamiento estrat¨¦gico sufri¨® tambi¨¦n, en Andorra, Capvespre o Incomunicaci¨® (1994), donde una pared de tocho divide una mesa de bronce: incomunicaci¨®n total, un dardo ubicado en una plaza p¨²blica frente a una gran empresa¡ de telecomunicaciones; en 2016, la obra fue trasladada al vest¨ªbulo del Consell General d¡¯Andorra. Una bota de corte militar en el Poble Vell de Corbera d¡¯Ebre (Contra l¡¯oblit, som!, 1988) para recordar a los ca¨ªdos republicanos en la batalla del Ebro frente a la violencia del ej¨¦rcito franquista o una mosca cobriza en un monolito de piedra blanquecina para escenificar la dial¨¦ctica entre caos y orden, el desasosiego que impulsa a la acci¨®n intelectual, ante el rectorado del campus de la Universitat de les Illes Balears (Moscafera, 1998) son ejemplos de los particulares contrastes a los que Brossa le encantaba someter al viandante. Nada muy alejado de lo que buscaba en el papel.
Por t¨¦cnica, pol¨ªtica o dinero, algunas piezas no acabaron como las imagin¨®
El juego con las letras es casi una constante, una marca brossiana: el alfabeto (presente en todos los formatos posibles, protagonista de su ¨²ltimo proyecto urbano, todo el abecedario apilado excepto las 11 letras del nombre de L¡¯Hospitalet, en la pla?a de Francesc Maci¨¤, en Santa Eul¨¤lia) es para el autor de Els entra-i-surts del poeta el origen del lenguaje; y deambular por ¨¦l met¨¢fora del paso, del tr¨¢nsito inexorable por la vida, como resume la obra que recoge unas pisadas que van de la A a la Z en la pared medianera de la calle Val¨¨ncia, 252, de Barcelona. Y la A, generalmente roja, casi siempre protagonista por ser la letra que ¡°representa la inteligencia, el conocimiento, la sabidur¨ªa¡±. Por eso luce, majestuosa y estilizada, por ejemplo, montada en una barca en el parque de Catalunya de Sabadell, que tiene un lago navegable (A de Barca, 1996); o hay dos jugueteando (siempre alta cultura y sentido l¨²dico junto en Brossa) atl¨¦ticas, en la tienda de El Ingenio, de la calle Rauric, 6 en Ciutat Vella (Lletres gimnastes, 1997). Las llev¨®, incluso, a Cuba, a las paredes del Casal Catal¨¤ de L¡¯Havana (1999). Una letra que reina hasta cuando parece que no est¨¢, como en la popular intervenci¨®n de la fachada del Colegio de Aparejadores y Arquitectos T¨¦cnicos de Barcelona, dominada ic¨®nicamente por los 16 colores de las letras y el saltamontes de la cornisa (El llagost, 1993). Pero la pata del animal forma la A.
La grandeza del peque?o Itineraris brossians es tal que recoge hasta cosas que no pueden verse, como una instalaci¨®n ef¨ªmera que Brossa hizo en 1987 para el Festival de Cinema de Barcelona con 150 sillas de directores de cine con los nombres de sus preferidos, de lo que s¨ª ha quedado constancia gr¨¢fica. Del mismo modo que se muestra las banderolas promocionales para la inauguraci¨®n del Pavell¨® de la Rep¨²blica (una diana con las letras de Barcelona esparcidas y, luego, en el centro: La ciutat renovada, 1992). O los tres estudios (abarrotados de papeles sitiando su balanc¨ªn Thonet) que tuvo el creador¡ Son algunos de los detalles que han enriquecido substancialmente ahora una primera edici¨®n del libro de hace ya 14 a?os. Es tambi¨¦n el caso de las dos piezas con las que sendos artistas le homenajean en la calle: Perejaume, en la pla?a Prosperitat de Nou Barris (A Brossa, 2009) y Robert Llim¨®s, en el Port Vell (Miraestels, 2010). O sus lugares fetiche, como la Filmoteca de Catalunya o la barcelonesa tienda El rei de la m¨¤gia, entre otros.
La ¡®marca¡¯ brossiana: jugar
con las letras,
de la A a la Z,
como met¨¢fora de la vida
Ciutat Vella, Eixample, Sant Gervasi, Horta-Guinard¨®, Montju?c y Nou Barris son los seis itinerarios por Barcelona, mientras el s¨¦ptimo, una especie de bonus track, acoge los 16 espacios con su obra o presencia fuera de la capital catalana. Ah¨ª est¨¢ el Taunustor (1998), en Fr¨¢ncfort: una bola con siete pies calzados; uno, con un zapato del propio poeta, quiz¨¢ met¨¢fora de ¨¦l mismo: pod¨ªa andar art¨ªsticamente c¨®mo y por donde quisiera.
El 'peligro' escolar de jugar con el poeta
"Los poemas de Brossa fomentan el di¨¢logo, ayudan a hacernos reflexionar sin miedo a equivocarnos. Y este es un aspecto clave en el proceso de aprendizaje: no hay una verdad ¨²nica, unidireccional e incuestionable; Brossa invita a la argumentaci¨®n", escribe Judith Barn¨¦s. Servir¨ªa para los poemas corp¨®reos urbanos, pero la reflexi¨®n de la coordinadora de la Fundaci¨®n Joan Brossa forma parte, en esta ocasi¨®n, de uno de los 16 textos del monogr¨¢fico que la Revista de Catalunya acaba de lanzar por el centenario del poeta. Alerta Barn¨¦s que Brossa no est¨¢ en los curr¨ªculos escolares y que cuando aparece en los libros de texto es presentado "desde la faceta visual y no como un poeta de la palabra"; tambi¨¦n avisa de la que tendencia en las aulas es la de "trabajarlo desde el juego, desde lo l¨²dico, pero a veces de manera poco reflexiva, anecd¨®tica y superficial". Entre la poli¨¦drica riqueza de textos de la publicaci¨®n, coordinada por Pilar Garc¨ªa-Sedas, Jordi Jan¨¦, cr¨ªtico y docente de circo, recuerda la pionera sinton¨ªa de Brossa con esa manifestaci¨®n art¨ªstica, que ya reflej¨® en poemas en 1944 o en la pieza Quiriquib¨² (1945). El escritor Carles Rebassa, por su parte, le reivindica como poeta pol¨ªtico: "Llev¨® a cabo un acto pol¨ªtico, transformador, con vocaci¨®n de intervenir en el mundo".
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