Como los aviones
Lo que m¨¢s me gusta de los sue?os es su capacidad de s¨ªntesis, c¨®mo son capaces de reducir a una ¨²nica imagen algo tan inmenso
Hoy te he vuelto a ver. Paseabas por Gran V¨ªa como el d¨ªa aquel en el que te recog¨ª en mis manos despu¨¦s de que un hombre te empujase sin querer hacia la carretera. La parte peatonal a¨²n no se hab¨ªa ampliado y siempre te quejabas de que para la gente como t¨², tan peque?a que cada vez que llega a un mostrador se tiene que poner de puntillas, era muy dif¨ªcil hacerse paso. Yo me re¨ªa, pero por dentro pensaba el miedo que me daba que no fueras consciente de que, si quisieras, podr¨ªas colgar un cuadro del techo sin moverte del sof¨¢. Tu conformismo siempre me asust¨®. Pero no es solo eso: es que me atemorizaba ver en ti a alguien que no eras, querer a alguien que no exist¨ªa. Eso nos puede llevar a enamorarnos por error y de mentira. Y eso s¨ª que es un verdadero suplicio.
Aquel d¨ªa llov¨ªa como si se fuera acabar el mundo y parec¨ªa que abr¨ªas las aguas del oc¨¦ano que nunca ha existido en esta ciudad. En la calle ¨²nicamente estabais t¨² y las pocas personas que a¨²n disfrutan moj¨¢ndose bajo la lluvia. Y no me refiero a los que bailan: hablo de los que caminan, despacio, y vuelven a casa sin entender nada. Aqu¨ª en Madrid nadie se percata, pero las calles est¨¢n llenas de locos, que no son sino personas fundamentalmente cuerdas capaces de desatarse sin que nadie los vea. Los envidio igual que he envidiado toda mi vida a la gente que te ha visto llorar porque yo nunca lo hice, y ese quiz¨¢ sea uno de mis mayores errores.
El caso es que te abr¨ªas paso y ya est¨¢, nada m¨¢s. Tu fuerza era tan poderosa que pod¨ªa escucharla desde mi cama. Sonaba como el mar cuando no quiere que nadie se ba?e. Lo que m¨¢s me gusta de los sue?os es su capacidad de s¨ªntesis, c¨®mo son capaces de reducir a una ¨²nica imagen algo tan inmenso. Los sue?os son la poes¨ªa de los despiertos.
Sin embargo, esta vez la Gran V¨ªa s¨ª es peatonal. Por completo. No hay coches que corren como balas ni autobuses que avancen con la ternura de los elefantes ni taxis que se crucen como el ni?o que aprende a andar ni bicicletas que adelanten con el triunfo de lo insignificante. Hoy solo est¨¢s t¨²: una mujer que camina lento, como los aviones. Y quiero seguirte, o seguirla, ya no s¨¦, y decirle que estoy aprendiendo a perderle el miedo a las carreteras, pero que necesito desesperadamente arrancarme de las manos este impulso de¡
Y entonces me despierto. Y en mi cama solo existe Madrid y este fr¨ªo que viene a recordarme que nada dura nunca lo que deber¨ªa. Que esta ciudad alg¨²n d¨ªa desaparecer¨¢ igual que lo hiciste t¨² y se quedar¨¢ atrapada en mi cabeza, quiz¨¢s en forma de avi¨®n o puede que de elefante, y que aunque ahora no quiera creerlo, alg¨²n d¨ªa me dar¨¦ cuenta de que eso es m¨¢s que suficiente. Madrid me mata.
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