La alegr¨ªa de vivir para contarlo
Ita Bartuv naci¨® en el seno de una familia jud¨ªa de Macedonia en plena Segunda Guerra Mundial. La suya es una historia de exilio y de huida que quiere dar a conocer para que no se repita
¡ª?Es usted feliz?
No es habitual que en el turno de preguntas tras una conferencia alguien formule una consulta tan dif¨ªcil y personal a quien la ha impartido. La que se atrevi¨® fue Luna, de 11 a?os. Quiz¨¢ no hubiera sido posible sin esa osad¨ªa inherente a la ni?ez. Quien contest¨® la pertinente cuesti¨®n fue Ita Bartuv (¡°apellido de casada¡±, especific¨® nada m¨¢s comenzar a hablar). No solo respondi¨® con un rotundo ¡°s¨ª¡±, sino que tras el ¡°gracias¡± de la peque?a entrevistadora, Bartuv repregunt¨®: ¡°?Y no quieres saber por qu¨¦?¡±. La ni?a, t¨ªmida, contest¨®: ¡°?Por qu¨¦?¡±.
Es feliz por llevar un lustro contando su experiencia y la de su familia durante la Segunda Guerra Mundial. Naci¨® en el seno de una familia jud¨ªa de Macedonia en pleno conflicto. No suena alentador, pero a la Ita Bartuv de hoy le brillan los ojos y r¨ªe de manera sonora y contagiosa con frecuencia.
Tras asistir en semanas anteriores a actos tan particulares como descubrir lo que cuentan los uniformes de ferroviarios de la historia del tren o inmiscuirme entre la fauna y la flora de los bosques para escuchar c¨®mo suenan, la semana pasada tocaba algo m¨¢s universal: celebrar los 75 a?os de la liberaci¨®n del campo de concentraci¨®n de Auschwitz.
Pero una no es ni Nancy Pelosi, ni Felipe VI, ni Vlad¨ªmir Putin¡, que fueron invitados a algunos de los actos oficiales para conmemorar la marcada fecha (marcada en la historia e incluso en la piel y en las entra?as de muchos), as¨ª que, en vez de pisar los territorios en cuesti¨®n y vivirlo en mis carnes, no me quedaba otra que o¨ªrlo en la voz de otros. Y, claro, los testimonios de los sobrevivientes ya te dejan bastante pisoteada a la vez que, parad¨®jicamente, muy despierta, y no s¨¦ si se mete en la carne pero, desde luego, s¨ª se siente en la piel.
?C¨®mo es el p¨²blico que quiere escuchar a alguien que va a contar un relato de terror real que ha pasado no hace mucho, no tan lejos, y que duele? Pues hay alg¨²n curioso interesado, alguna mujer que lleva a su hija para que ¡°vaya sabiendo¡±, pero sobre todo hay supervivientes de segunda generaci¨®n que comienzan cualquier conversaci¨®n diciendo ¡°mi padre¡±, ¡°mi abuela¡±, ¡°mi¡¡± ¡°estuvieron all¨ª¡±.
Tom¨¢s Osers es hijo del prisionero n¨²mero 169086 de Auschwitz y cuando le agradece el testimonio a Bartuv da otro igual de potente. Ni ¨¦l ni ella estuvieron en aquel campo de exterminio en el que los nazis mataron a 1,1 millones de personas ¡ªla inmensa mayor¨ªa, jud¨ªos¡ª.
La de Ita Bartuv es una historia de huida. De no ver nunca a su madre feliz ¡ªaunque asegura que siempre sonre¨ªa, no quer¨ªa mostrar el peso que cargaba, en la foto de su familia que presid¨ªa la charla la ¨²nica que r¨ªe era su ¡°mam¨¢¡±¡ª, de sentir que le arrancaron las ra¨ªces y de perder el sentido de pertenencia de ser y estar en un lugar. Era una ni?a que con tres a?os vagaba por los campos de refugiados (en Bari, Italia) comiendo lo que pillaba de cualquier parte, costumbre que le dur¨®. Pasado el tiempo, y ya m¨¢s asentada su familia, ten¨ªa que seguir quit¨¢ndole la comida que cog¨ªa de cualquier sitio ¡ª¡°verduras crudas, por ejemplo¡±¡ª por esa obsesi¨®n de no saber cu¨¢ndo volver¨ªa a llenar el est¨®mago.
Es la vida de alguien que fue engendrada en Skopje (Macedonia), naci¨® en Albania, donde sus padres viv¨ªan como musulmanes bajo identidades falsas. Sus primeras palabras las recuerda en serbio, pero las cuenta en espa?ol porque cuando ten¨ªa cinco a?os, en 1948, huyeron a Chile: ¡°Yo era la regalona de mi pap¨¢, cuando ¨¦l llegaba a casa acusaba falsamente a mi madre para que me cogiera en sus brazos. ¡®Otra vez me peg¨®¡¯, dec¨ªa. Y eso lo recuerdo en serbio¡±.
Ahora vive en Israel y, claro, habla en hebreo. Incluso durante la charla lo hizo sin querer. Estaba contando una de las veces que sus padres estuvieron apresados en su camino a Albania y, de repente, cambi¨® de idioma. A quien la estaba escuchando le explot¨® la cabeza al empezar a o¨ªr palabras irreconocibles. Su hijo, desde el p¨²blico, llam¨® su atenci¨®n para que se diera cuenta y Bartuv se carcaje¨® mientras ped¨ªa mil perdones.
Bartuv ha recogido todos los testimonios de su madre, que solo comenz¨® a hablar de la barbarie los ¨²ltimos a?os de su vida. Ella decidi¨® contarlo hace cinco, sobre todo para que no se repita. Cuando en 1941 empez¨® la invasi¨®n alemana del pa¨ªs de sus padres, las leyes antisemitas no llegaron de manera brusca, fueron poco a poco hasta que adormecieron a la sociedad.
En definitiva, hay que mantenerse despierto.
Cifras y letras
LAS FRASES:
¡°El antisemitismo, el racismo... provienen de la ignorancia¡±, Ita Bartuv.
¡°La noche del 10 de marzo de 1943, un amigo de mi pap¨¢ lleg¨® a su casa y le dijo: ¡®Te puedo salvar a ti y a otra persona¡¯. Mi abuela le dijo que se llevara a una de sus hermanas. Mi abuelo, que se fuera con mi mam¨¢ que ya estaba embarazada de m¨ª. Pasaron un d¨ªa metidos en un armario. Por eso estoy aqu¨ª¡±, Ita Bartuv.
LA CIFRA:
169086. El padre de Tom¨¢s Osers, presidente de la Asociaci¨®n Yad Vashem de Venezuela, pas¨® su adolescencia en Auschwitz. D¨¦cadas despu¨¦s, volvi¨® con su nieto, un vigilante le pidi¨® la entrada. ?l se remang¨® y le mostr¨® ese n¨²mero tatuado. El guardia le dej¨® pasar.
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